La reciente visita de César Arias Quincot ha sido una buena oportunidad para ver una serie de temas que son considerados mitos que tergiversan el conocimiento de las acciones sociales en sociedades, como la nuestra, y algunos tabúes que no somos capaces de abordar por una serie de prejuicios que impiden asumir retos sociales.
La historia está plagada de mitos que han distorsionado la verdad, sea por ignorancia o por verdadera intención de los gestores de tales mitos. Veía recientemente un programa francés que se preocupa de la vida marina; en este programa se trató de un controvertido personaje como lo fue el pirata Barbanegra, en torno al cual se han tejido un sinfín de dantescas historias. Gracias a la paciente labor de investigadores de muchas áreas de las ciencias, estas ideas han sido aclaradas para mostrar a un personaje más concreto y una biografía más veraz.
En los últimos años, los avances de la arqueología han ido demoliendo uno a uno, una serie de mitos con los que crecimos en nuestra etapa escolar, por lo tanto, era la historia oficial de esa época. La idea de unos Inca justos, nobles y bondadosos, tipificados por Garcilaso y Guamán Poma, ha sido un poco desplazada al hacerse estudios de las culturas con las que los Inca tuvieron contacto o fueron avasalladas por el expansionismo Inca. Un ejemplo de ello lo vemos en los restos de Chan Chan y los restos de los Chachapoya. Otro mito que recuerdo mucho era el contraste de ritos que tenían los Inca frente a las culturas aztecas, estas últimas presentadas como sangrientas desde la perspectiva europea. Sus museos muestran las obras de sus “dioses”. En los nuestros por mucho tiempo era una suerte de tabú pensar que nuestras culturas hayan sido sangrientas. Los descubrimientos de la cultura Moche, sea en Trujillo como en Chiclayo, han revelado los sangrientos ritos que realizaban los moche, y se sugiere campañas “floridas” para capturar prisioneros sacrificables para sus ceremonias. Los entierros realizados por la cultura Sicán (como los hallados en la Huaca del Oro) eran toda una orgía de sacrificios. Los señores de Sipán no se fueron solos de este mundo, acarreaban mujeres, soldados y hasta animales para el más allá. En mi época escolar, eso era impensable.
El mito construido en torno a la derrota con Chile entre 1879-1883 ha arrastrado la psique peruana a una suerte de pecado original que no cesa de mover nuestros sentimientos de frustración, revancha, inferioridad e incluso injusticia. Nuestro accionar discurre siempre viendo qué es lo que hace nuestro vecino del sur. Extrapolando la situación, es como ver que Ecuador viera qué es lo que hacemos los peruanos para dirigir su vida nacional psíquica. Creo que eso no sucede; no he escuchado hablar a sus recientes gobernantes en preocuparse en vencernos en nuestro PBI o Renta Per Cápita. Sí se lo hemos oído a AGP de manera pública cuando hablaba de Chile. Lo expuesto en la presentación de César Arias a muchos alumnos universitarios me pareció lo más sensato (aunque pueden caber otras posibilidades): Chile tiene toda la intención de convertirse en un aliado natural de los Estados Unidos en esta parte del continente. Nuestra absurda carrera para lograr este objetivo empezó con la historia de Pinochet y sus Chicago Boys, y la idea de ser aceptados en el selecto círculo de países del primer mundo. Chile no se ha armado para hacernos la guerra, sino para convertirse en un gendarme que apoye la política norteamericana. Perú no puede mostrar estas características debido a que nuestras clases dirigentes no han sido capaces de poder articular la nación, pese a algunos notables esfuerzos (no sólo físicamente, sino – y sobre todo- mentalmente). Nuestro país quiere convertirse en otro gendarme, pero la realidad nos muestra un país caótico, con grandes brechas económicas (cada vez más acentuadas) y con políticas no claras de lo que quiere ser y hacer como nación, y como ejemplo tenemos que hay pocas políticas de estado compartidas con todos los habitantes de nuestra nación. La propuesta de hacer andar solo a Perú (junto a Colombia) surgió por una interesante estrategia del gobierno de Toledo, oportunidad en la que pudimos haber trabajado en bloque para obtener precios más justos para nuestras materias primas (eufemísticamente llamadas “commodities”), hacer válido los acuerdos de Doha y haber trabajado en bloques de negociación. Ya los países del primer mundo saben lo que es lidiar con bloques de negociación (recordemos la OPEC y el efecto de su política en el boicot de los años 70). Perú y Colombia decidieron caminar solos para obtener TLC que sólo ayudan a mantener nuestra peligrosa economía basada en exportaciones de materia prima. Este periodo me recuerda (salvando distancias y actores) al periodo del Oncenio de Leguía, etapa de un gran desarrollo económico hasta la debacle del 29. Nuestra dispersión nos ha dejado un poco solos y apurados en buscar cuanto TLC podamos firmar para “solidificar” nuestra economía y así hacerla atractiva para ser un país del primer mundo. Los medios de comunicación nos lo dicen todos los días. Pero a la par tenemos un fuerte movimiento social disfuncional (malestar, rebrotes de violencia, aparición de movimientos políticos regionales, narcotráfico) que impide convertirnos en un prometedor gendarme; nuestro camino debe ser otro. Ante la situación mostrada anteriormente muchos ciudadanos añoran la “sólida”, obviamente ficticia, paz social vivida en la época de Fujimori. He ahí el porqué de la popularidad de su hija que la hace una rival de ciernes en nuestra contienda electoral del año entrante.
En la desesperación de hallar una meta, se quiere arrasar con todo y aquí hallamos un tabú: Juan Velasco Alvarado. Este personaje que subió por un golpe de estado en el año 1968, expresó la coyuntura de una época. Algunas situaciones vergonzosas, más una fuerte crisis económica (tuvimos una fuerte devaluación del sol) y la aparición de diversos brotes guerrilleros, demolieron la fe que se había tenido en este gobierno que había prometido una reforma agraria y reformas inclusivas para la época. Pero la onerosa alianza UNO-APRA en el parlamento impedía cualquier reforma, fuera de los grandes oligarcas de la época (en torno a su mayor representante: Beltrán Espantoso, dueño del extinto diario La Prensa). En cierta manera, Belaunde quedó en un gobierno de buenas intenciones, con una extraña reforma agraria que pretendía colonizar la selva para no tocar los ingenios azucareros de la costa, ni los grandes latifundios de la sierra. Su caída un 03 de octubre tuvo una repercusión limeña y en algunas ciudades; pero la situación crítica nacional por la devaluación, la famosa Página 11, el escandaloso contrabando que involucraba a varias personalidades de su gabinete y la ocupación de la IPC en Talara hizo que la gente viera la situación gubernamental de otra manera. El grupo de militares que había tomado el gobierno no era un grupo de caudillistas tradicionales; se habían formado en CAEM, habían estado en otros centros de estudios, incluso habían visto la política que EEUU tenía con nuestros países a raíz de lo de Cuba. La explosiva realidad peruana (recordemos Hugo Blanco, De la Puente Uceda, Héctor Béjar, entre otros) exigía cambios drásticos en nuestra sociedad. Una de las consecuencias de este periodo fue la desarticulación de la oligarquía terrateniente que se resistía a perder su estatus. De no haberse hecho esto, según análisis del Departamento de Estado de EEUU el país iba irremediablemente a una guerra de guerrillas que podría haber terminado en una virtual guerra civil como la que tuvimos en los 80 hasta los 90. La posibilidad de inclusión empezó durante este periodo, pero fue paulatinamente saboteado. El periodo de la Junta Militar del 68-75 contuvo un volcán social; la desarticulación promovida por Morales Bermúdez y luego Belaunde, y posteriormente el pastiche que fue el primer gobierno de AGP reactivaron ese temible volcán manifestándose en dos violentos grupos extremistas: Sendero Luminoso y MRTA. La propuesta de la Junta dinamizó la sociedad peruana, se gestaron los nuevos grupos emergentes (uno de ellos va a ser el grupo Romero), hubo grupos sociales que se manifestaron, como los afroperuanos: es la época de Nicomedes Santa Cruz y Perú Negro, del Toro Mata. Se quiso desarrollar una industria para consumo nacional y regional andino; hay que recordar que el desarrollo de parques automotores iba a recaer en cada país de dicho mercado (Pacto Andino) y recuerdo que la ciudad elegida para hacer el gran parque automotor del Perú iba a ser Trujillo (incluso había algunas fábricas de motos y de aros). La gente condenó este proyecto por auto reconocernos como incapaces de usar y crear tecnología, y quedarnos como lo que somos ahora, meros productores de materia prima. Además, el odio mostrado posteriormente ha acentuado un odio casi vesánico de la sociedad oficial con el otro Perú, el que quiso ser mostrado, incluido y valorado. Por eso a los eventos masivos como el entierro masivo de Flor Pucarina, la aparición de la Chicha, Chacalón, los Chapis, y el boom de lo que se vive como la moda de lo chicha aún no se han asimilado en nuestra sociedad formal. Se quiera o no, esta ola de la gastronomía es, en cierta forma, nieta de esta forma de pensar. El tabú queda, y muy marcado.
Para cerrar esta reflexión a raíz de la visita de Arias, ha quedado claro que el mito de amistades entre gobiernos es un mero eufemismo para disfrazar el verdadero interés que subyace en las relaciones entre países. Quiero aclarar que las relaciones a alto nivel no están estrechamente ligadas a las relaciones entre los pueblos, pero sí las puede afectar. El reciente lanzamiento en la red de Wikyleak (el goteo informativo) nos ha corroborado la verdadera intención que cada estado tiene con sus pares en el mundo: intereses. Así podemos entender acciones hechas por los gobiernos de Argentina durante el conflicto con Ecuador, la posición de Perú frente al golpe de estado de Honduras, entre otras. Para entender la magnitud está la más desfachatada de todas es la perspectiva que se tiene de Angela Merkel, la primera ministra alemana, quien ha hecho una intensa campaña de estrechos lazos con EEUU y la diplomacia gringa ha hecho algunas observaciones lesivas sobre su persona; aunque se difundía en Alemania que estas declaraciones no iban a afectar las relaciones, sin embargo ya rodó la cabeza del ministro de relaciones exteriores. Lo interesante es ver cómo se mueve nuestra diplomacia, la cual ha tenido un trabajo pesado para poder restañar algunas relaciones tensas con varios países latinoamericanos y entender la posibilidad de reordenar nuestras relaciones con Chile, habida cuenta que los lineamientos geopolíticos de ellos no necesariamente pasan por un choque frontal con nosotros, sino que quiere seguir un curso el cual (tal como lo hizo Toledo y lo proclama AGP) envidiamos y aspiramos a ser un buen patio trasero. Una pregunta: ¿estaremos vendiendo la idea de un nuevo plan Colombia como plataforma nuestro país? ¿O nuestra capacidad tan desequilibrada nos hace un país en pleno proceso de colombianización?
La historia está plagada de mitos que han distorsionado la verdad, sea por ignorancia o por verdadera intención de los gestores de tales mitos. Veía recientemente un programa francés que se preocupa de la vida marina; en este programa se trató de un controvertido personaje como lo fue el pirata Barbanegra, en torno al cual se han tejido un sinfín de dantescas historias. Gracias a la paciente labor de investigadores de muchas áreas de las ciencias, estas ideas han sido aclaradas para mostrar a un personaje más concreto y una biografía más veraz.
En los últimos años, los avances de la arqueología han ido demoliendo uno a uno, una serie de mitos con los que crecimos en nuestra etapa escolar, por lo tanto, era la historia oficial de esa época. La idea de unos Inca justos, nobles y bondadosos, tipificados por Garcilaso y Guamán Poma, ha sido un poco desplazada al hacerse estudios de las culturas con las que los Inca tuvieron contacto o fueron avasalladas por el expansionismo Inca. Un ejemplo de ello lo vemos en los restos de Chan Chan y los restos de los Chachapoya. Otro mito que recuerdo mucho era el contraste de ritos que tenían los Inca frente a las culturas aztecas, estas últimas presentadas como sangrientas desde la perspectiva europea. Sus museos muestran las obras de sus “dioses”. En los nuestros por mucho tiempo era una suerte de tabú pensar que nuestras culturas hayan sido sangrientas. Los descubrimientos de la cultura Moche, sea en Trujillo como en Chiclayo, han revelado los sangrientos ritos que realizaban los moche, y se sugiere campañas “floridas” para capturar prisioneros sacrificables para sus ceremonias. Los entierros realizados por la cultura Sicán (como los hallados en la Huaca del Oro) eran toda una orgía de sacrificios. Los señores de Sipán no se fueron solos de este mundo, acarreaban mujeres, soldados y hasta animales para el más allá. En mi época escolar, eso era impensable.
El mito construido en torno a la derrota con Chile entre 1879-1883 ha arrastrado la psique peruana a una suerte de pecado original que no cesa de mover nuestros sentimientos de frustración, revancha, inferioridad e incluso injusticia. Nuestro accionar discurre siempre viendo qué es lo que hace nuestro vecino del sur. Extrapolando la situación, es como ver que Ecuador viera qué es lo que hacemos los peruanos para dirigir su vida nacional psíquica. Creo que eso no sucede; no he escuchado hablar a sus recientes gobernantes en preocuparse en vencernos en nuestro PBI o Renta Per Cápita. Sí se lo hemos oído a AGP de manera pública cuando hablaba de Chile. Lo expuesto en la presentación de César Arias a muchos alumnos universitarios me pareció lo más sensato (aunque pueden caber otras posibilidades): Chile tiene toda la intención de convertirse en un aliado natural de los Estados Unidos en esta parte del continente. Nuestra absurda carrera para lograr este objetivo empezó con la historia de Pinochet y sus Chicago Boys, y la idea de ser aceptados en el selecto círculo de países del primer mundo. Chile no se ha armado para hacernos la guerra, sino para convertirse en un gendarme que apoye la política norteamericana. Perú no puede mostrar estas características debido a que nuestras clases dirigentes no han sido capaces de poder articular la nación, pese a algunos notables esfuerzos (no sólo físicamente, sino – y sobre todo- mentalmente). Nuestro país quiere convertirse en otro gendarme, pero la realidad nos muestra un país caótico, con grandes brechas económicas (cada vez más acentuadas) y con políticas no claras de lo que quiere ser y hacer como nación, y como ejemplo tenemos que hay pocas políticas de estado compartidas con todos los habitantes de nuestra nación. La propuesta de hacer andar solo a Perú (junto a Colombia) surgió por una interesante estrategia del gobierno de Toledo, oportunidad en la que pudimos haber trabajado en bloque para obtener precios más justos para nuestras materias primas (eufemísticamente llamadas “commodities”), hacer válido los acuerdos de Doha y haber trabajado en bloques de negociación. Ya los países del primer mundo saben lo que es lidiar con bloques de negociación (recordemos la OPEC y el efecto de su política en el boicot de los años 70). Perú y Colombia decidieron caminar solos para obtener TLC que sólo ayudan a mantener nuestra peligrosa economía basada en exportaciones de materia prima. Este periodo me recuerda (salvando distancias y actores) al periodo del Oncenio de Leguía, etapa de un gran desarrollo económico hasta la debacle del 29. Nuestra dispersión nos ha dejado un poco solos y apurados en buscar cuanto TLC podamos firmar para “solidificar” nuestra economía y así hacerla atractiva para ser un país del primer mundo. Los medios de comunicación nos lo dicen todos los días. Pero a la par tenemos un fuerte movimiento social disfuncional (malestar, rebrotes de violencia, aparición de movimientos políticos regionales, narcotráfico) que impide convertirnos en un prometedor gendarme; nuestro camino debe ser otro. Ante la situación mostrada anteriormente muchos ciudadanos añoran la “sólida”, obviamente ficticia, paz social vivida en la época de Fujimori. He ahí el porqué de la popularidad de su hija que la hace una rival de ciernes en nuestra contienda electoral del año entrante.
En la desesperación de hallar una meta, se quiere arrasar con todo y aquí hallamos un tabú: Juan Velasco Alvarado. Este personaje que subió por un golpe de estado en el año 1968, expresó la coyuntura de una época. Algunas situaciones vergonzosas, más una fuerte crisis económica (tuvimos una fuerte devaluación del sol) y la aparición de diversos brotes guerrilleros, demolieron la fe que se había tenido en este gobierno que había prometido una reforma agraria y reformas inclusivas para la época. Pero la onerosa alianza UNO-APRA en el parlamento impedía cualquier reforma, fuera de los grandes oligarcas de la época (en torno a su mayor representante: Beltrán Espantoso, dueño del extinto diario La Prensa). En cierta manera, Belaunde quedó en un gobierno de buenas intenciones, con una extraña reforma agraria que pretendía colonizar la selva para no tocar los ingenios azucareros de la costa, ni los grandes latifundios de la sierra. Su caída un 03 de octubre tuvo una repercusión limeña y en algunas ciudades; pero la situación crítica nacional por la devaluación, la famosa Página 11, el escandaloso contrabando que involucraba a varias personalidades de su gabinete y la ocupación de la IPC en Talara hizo que la gente viera la situación gubernamental de otra manera. El grupo de militares que había tomado el gobierno no era un grupo de caudillistas tradicionales; se habían formado en CAEM, habían estado en otros centros de estudios, incluso habían visto la política que EEUU tenía con nuestros países a raíz de lo de Cuba. La explosiva realidad peruana (recordemos Hugo Blanco, De la Puente Uceda, Héctor Béjar, entre otros) exigía cambios drásticos en nuestra sociedad. Una de las consecuencias de este periodo fue la desarticulación de la oligarquía terrateniente que se resistía a perder su estatus. De no haberse hecho esto, según análisis del Departamento de Estado de EEUU el país iba irremediablemente a una guerra de guerrillas que podría haber terminado en una virtual guerra civil como la que tuvimos en los 80 hasta los 90. La posibilidad de inclusión empezó durante este periodo, pero fue paulatinamente saboteado. El periodo de la Junta Militar del 68-75 contuvo un volcán social; la desarticulación promovida por Morales Bermúdez y luego Belaunde, y posteriormente el pastiche que fue el primer gobierno de AGP reactivaron ese temible volcán manifestándose en dos violentos grupos extremistas: Sendero Luminoso y MRTA. La propuesta de la Junta dinamizó la sociedad peruana, se gestaron los nuevos grupos emergentes (uno de ellos va a ser el grupo Romero), hubo grupos sociales que se manifestaron, como los afroperuanos: es la época de Nicomedes Santa Cruz y Perú Negro, del Toro Mata. Se quiso desarrollar una industria para consumo nacional y regional andino; hay que recordar que el desarrollo de parques automotores iba a recaer en cada país de dicho mercado (Pacto Andino) y recuerdo que la ciudad elegida para hacer el gran parque automotor del Perú iba a ser Trujillo (incluso había algunas fábricas de motos y de aros). La gente condenó este proyecto por auto reconocernos como incapaces de usar y crear tecnología, y quedarnos como lo que somos ahora, meros productores de materia prima. Además, el odio mostrado posteriormente ha acentuado un odio casi vesánico de la sociedad oficial con el otro Perú, el que quiso ser mostrado, incluido y valorado. Por eso a los eventos masivos como el entierro masivo de Flor Pucarina, la aparición de la Chicha, Chacalón, los Chapis, y el boom de lo que se vive como la moda de lo chicha aún no se han asimilado en nuestra sociedad formal. Se quiera o no, esta ola de la gastronomía es, en cierta forma, nieta de esta forma de pensar. El tabú queda, y muy marcado.
Para cerrar esta reflexión a raíz de la visita de Arias, ha quedado claro que el mito de amistades entre gobiernos es un mero eufemismo para disfrazar el verdadero interés que subyace en las relaciones entre países. Quiero aclarar que las relaciones a alto nivel no están estrechamente ligadas a las relaciones entre los pueblos, pero sí las puede afectar. El reciente lanzamiento en la red de Wikyleak (el goteo informativo) nos ha corroborado la verdadera intención que cada estado tiene con sus pares en el mundo: intereses. Así podemos entender acciones hechas por los gobiernos de Argentina durante el conflicto con Ecuador, la posición de Perú frente al golpe de estado de Honduras, entre otras. Para entender la magnitud está la más desfachatada de todas es la perspectiva que se tiene de Angela Merkel, la primera ministra alemana, quien ha hecho una intensa campaña de estrechos lazos con EEUU y la diplomacia gringa ha hecho algunas observaciones lesivas sobre su persona; aunque se difundía en Alemania que estas declaraciones no iban a afectar las relaciones, sin embargo ya rodó la cabeza del ministro de relaciones exteriores. Lo interesante es ver cómo se mueve nuestra diplomacia, la cual ha tenido un trabajo pesado para poder restañar algunas relaciones tensas con varios países latinoamericanos y entender la posibilidad de reordenar nuestras relaciones con Chile, habida cuenta que los lineamientos geopolíticos de ellos no necesariamente pasan por un choque frontal con nosotros, sino que quiere seguir un curso el cual (tal como lo hizo Toledo y lo proclama AGP) envidiamos y aspiramos a ser un buen patio trasero. Una pregunta: ¿estaremos vendiendo la idea de un nuevo plan Colombia como plataforma nuestro país? ¿O nuestra capacidad tan desequilibrada nos hace un país en pleno proceso de colombianización?