Ya ha pasado más de un mes que
Trujillo sufrió duros embates de la naturaleza: una fuerte lluvia y el paso de
siete riadas de agua y lodo a través de la ciudad de este a oeste nos abatieron
y nos sumieron en el caos. La situación creada mostró todas las flaquezas de
nuestra sociedad en cuanto a organización y planificación, así como debilidades
humanas como la vanidad, el egoísmo y la cobardía. La mala leche de muchas
personas para crear zozobra y especulaciones estuvo a la orden del día. Las
redes sociales se plagaban de datos alarmistas e insidiosos que azuzaban a una
población asustada y a merced de especuladores. Muchas autoridades tuvieron
poca capacidad de reacción ante la magnitud del evento. Todo esto se evidenció
hace un poco más de treinta días.
Tras un mes, la ciudad está
lentamente volviendo a su cauce; la gente que no sufrió directamente los
embates vuelve a realizar sus actividades, a divertirse, a reunirse en fiestas,
a asistir a eventos; a olvidar todo. Los medios, en un principio incisivos con
los sucesos, comienzan a desterrar la noticia de la primera plana a secciones
menos relevantes. Ya son otros eventos, políticos, económicos, policiales o de
farándula los que ocupan titulares. Quebrada de San Idelfonso pasó a un segundo
plano al ser desplazado por la posible denuncia por difamación contra un juez
por parte de un conocido periodista limeño. Ahora los damnificados, incluso, se
preocupan si tal fisicoculturista de pantalla televisiva le pone los cuernos a
su enamorada; o si tal modelo cambió el lecho de un futbolista por otro. Aunque
haya secuelas en las calles de lo vivido, la gente prefiere olvidar.
Con este olvido viene la
imposibilidad de presionar socialmente por saber qué pasó con todo el dinero
destinado a la Región por el gobierno de Ollanta Humala para la prevención del
anunciado Niño de 2016; en averiguar a fondo sobre el comportamiento censurable
de diversas autoridades de nuestra ciudad y región; en exigir una real
planificación así involucre decisiones impopulares; en preguntar por qué
habiendo tenido un plan general propuesto por el BID en 2012 no se ejecutaron
las medidas de prevención sugeridas en el mismo. Todas estas posibilidades no están
en manos de los políticos, puesto que se deberán de tomar decisiones que les
deben de restar votos o quizá impedir ciertas gestiones oscuras ligadas a la
corrupción. Es más, hay un interés por que la gente olvide, que la gente se
ocupe en otras haciendas y vicisitudes, que la gente no indague más.
Ahora es el turno de la
sociedad civil de actuar. Es a través de los colegios profesionales que se debe
de presionar para que las autoridades se fajen los pantalones y comiencen a
trabajar coherentemente para que en los siguientes años no estemos nuevamente
haciendo campañas de donación, aplaudiendo por gente informal salvada del lodo
o lamentándonos por vidas y bienes perdidos a causa de la irresponsabilidad de
todas las partes.