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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 23 de abril de 2017

SEGUIR EN LA BREGA (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 23 DE ABRIL)

Ya ha pasado más de un mes que Trujillo sufrió duros embates de la naturaleza: una fuerte lluvia y el paso de siete riadas de agua y lodo a través de la ciudad de este a oeste nos abatieron y nos sumieron en el caos. La situación creada mostró todas las flaquezas de nuestra sociedad en cuanto a organización y planificación, así como debilidades humanas como la vanidad, el egoísmo y la cobardía. La mala leche de muchas personas para crear zozobra y especulaciones estuvo a la orden del día. Las redes sociales se plagaban de datos alarmistas e insidiosos que azuzaban a una población asustada y a merced de especuladores. Muchas autoridades tuvieron poca capacidad de reacción ante la magnitud del evento. Todo esto se evidenció hace un poco más de treinta días.
Tras un mes, la ciudad está lentamente volviendo a su cauce; la gente que no sufrió directamente los embates vuelve a realizar sus actividades, a divertirse, a reunirse en fiestas, a asistir a eventos; a olvidar todo. Los medios, en un principio incisivos con los sucesos, comienzan a desterrar la noticia de la primera plana a secciones menos relevantes. Ya son otros eventos, políticos, económicos, policiales o de farándula los que ocupan titulares. Quebrada de San Idelfonso pasó a un segundo plano al ser desplazado por la posible denuncia por difamación contra un juez por parte de un conocido periodista limeño. Ahora los damnificados, incluso, se preocupan si tal fisicoculturista de pantalla televisiva le pone los cuernos a su enamorada; o si tal modelo cambió el lecho de un futbolista por otro. Aunque haya secuelas en las calles de lo vivido, la gente prefiere olvidar.
Con este olvido viene la imposibilidad de presionar socialmente por saber qué pasó con todo el dinero destinado a la Región por el gobierno de Ollanta Humala para la prevención del anunciado Niño de 2016; en averiguar a fondo sobre el comportamiento censurable de diversas autoridades de nuestra ciudad y región; en exigir una real planificación así involucre decisiones impopulares; en preguntar por qué habiendo tenido un plan general propuesto por el BID en 2012 no se ejecutaron las medidas de prevención sugeridas en el mismo. Todas estas posibilidades no están en manos de los políticos, puesto que se deberán de tomar decisiones que les deben de restar votos o quizá impedir ciertas gestiones oscuras ligadas a la corrupción. Es más, hay un interés por que la gente olvide, que la gente se ocupe en otras haciendas y vicisitudes, que la gente no indague más.

Ahora es el turno de la sociedad civil de actuar. Es a través de los colegios profesionales que se debe de presionar para que las autoridades se fajen los pantalones y comiencen a trabajar coherentemente para que en los siguientes años no estemos nuevamente haciendo campañas de donación, aplaudiendo por gente informal salvada del lodo o lamentándonos por vidas y bienes perdidos a causa de la irresponsabilidad de todas las partes.

domingo, 12 de marzo de 2017

PATRIMONIO, ESE DESCONOCIDO (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DE TRUJILLO 12 DE MARZO)

En las últimas semanas he tenido la oportunidad de conversar y compartir ideas sobre el tema patrimonial, bastante interesante y harto desconocido por la población en general; recurso valioso y múltiple con el que cuentan los ciudadanos trujillanos y liberteños, pero que, lastimosamente, por desconocimiento u otros intereses, no ven en este el potencial múltiple que yace delante de nosotros.
El patrimonio, como palabra simple, es el “conjunto de bienes propios de una persona o de una institución, susceptibles de estimación económica”. La última frase, tan sensible al ciudadano en general, no ha sido comprendida en toda su dimensión. La Unesco identificó el “patrimonio cultural” definiéndolo como “la herencia cultural propia del pasado de una comunidad, mantenida hasta la actualidad y transmitida a las generaciones presentes y futuras”. Existe un celo que hace que ese patrimonio cultural tenga un vínculo accidentado con lo económico, sea por tristes experiencias vistas con ciertas manifestaciones artísticas que se convierten en formas de lucro personal más que de bienestar armónico con una sociedad; o por celos al convertir un inmueble o un sitio arqueológico en un lugar intocable, inaccesible y lejano para el común mortal.
Desde que los peruanos, en general, y trujillanos, en especial, han comenzado a descubrir su ingente patrimonio (no el oficial), se han aplicado diversas estrategias con el fin de acercarnos a estos recursos naturales o humanos que esperan nuestro interés, estudio y protección. Sin embargo, faltan elementos vinculantes atractivos entre el patrimonio material e inmaterial de una comunidad y los ciudadanos con este. El sistema educativo en general aún no incorpora asertivamente esta riqueza; otras ramas como los comunicadores, turismo y todos sus afines, así como profesionales de algunas artes y ciencias reunidos en colegios profesionales o universidades no han hallado espacios para reunirse con el fin de tratar este tema interdisciplinariamente y generar propuestas viables. Ejemplos positivos hay, pero la difusión de estos buenos ejemplos no han alcanzado a ojos y oídos de personas que podrían ayudar a lograr esta labor.

El patrimonio natural y monumental peruano está en constante riesgo, sea por la inclemencias naturales (las lluvias recientes son una clara demostración de ello); o por la más grave que es la acción del hombre, sea inconsciente o conscientemente. Este resulta ser más dañino que un sismo o una inundación. Varias casas del centro histórico se caen no por la inclemencia de las lluvias o los temblores, se caen por la acción desesperada de sus dueños por poseer “un inmueble inútil, un lastre”, pues no tienen alternativas claras de un uso positivo del mismo. Es el mismo problema con el Cerro Campana, aún gran desconocido.
Este gran recurso puede permitir a Trujillo y la Región convertirlos en un polo de atracción turístico, cultural y educativo que estamos desperdiciando.