Datos personales

Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
Mostrando entradas con la etiqueta callejón de huaylas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta callejón de huaylas. Mostrar todas las entradas

martes, 19 de septiembre de 2017

CALLEJÓN DE HUAYLAS: RIQUEZA ARQUEOLÓGICA Y NATURAL



Luego de un viernes agitado, el sábado 09 iba a ser un día más tranquilo. Habíamos decidido no ir a Chavín de Huántar para hacerlo el último día en Huaraz, el domingo 10. Busqué una nueva opción: había pensado ir a Willkawaín y visitar el Museo Arqueológico de la ciudad. La última vez que visité este museo fue en el 2000, hace 17 años. En ese entonces quedé impresionado por todo el material lítico con el que se cuenta. Es un museo injustamente postergado por no ser tan promocionado. De haber sabido que íbamos a salir a las 10 am hacia nuestra visita al sitio arqueológico y natural de Honcopampa, hubiésemos hecho una visita relámpago al lugar. Sí no hubiéramos podido ir a las ruinas de Willkawaín (Wari), pues hay que ir con vehículo (aunque está a 8 km de la ciudad) y amerita una visita detenida de los restos. Casi todo el Callejón de Huaylas tiene vestigios Chavín, Recuay, Wari o Inca. Es un gran parque arqueológico. Eso hubiéramos visto de manera sintética en el Museo Arqueológico. En fin queda pendiente.
Como quedaba pendiente la visita al mercado quedaba al frente de nuestro hotel, nos fuimos a hacer las compras para llevar a Trujillo; así buscamos embutidos y chorizos que estaban a buen precio y había variedad. El día anterior por la noche, en camino a nuestro hotel de retorno a Yungay, hicimos la compra de quesos. Es mejor hacer la compra en el momento: si postergas dichas compras, es altamente probable que al final de cuentas no las hagas. Eso me dijo Olivier en Madrid, cuando veía unos libros de fotografías o cómics, me dijo que los comprase: sabio consejo.
Como íbamos a baños termales de Chancos, pedimos “prestadas” algunas toallas del hotel. El auto (sí, nos fuimos en auto, un error que nos pudo costar caro) vino a recogernos al hotel a las 10 am y nos fuimos a recoger al último pasajero: éramos cuatro viajeros y nuestro chofer que iba a fungir de guía. Tomamos la ruta al Norte como si fuéramos a Yungay. Poco antes de cruzar el río Santa para acceder a Anta, el auto siguió en el margen derecho (mejor sería decir al lado de la Cordillera Blanca) para dirigirnos a nuestro objetivo. Llegamos al poblado de Pariahuanca en pleno ascenso. Según nuestro chofer-guía, íbamos a subir hasta casi 4 mil metros de altura. Íbamos un poco incómodos; sin embargo, la novedad y los nuevos paisajes atenuaban las molestias. Cruzamos muchos pequeños poblados y nos sorprendía la cantidad de jóvenes y niños que regresaban de sus colegios o escuelas. Sábado de recuperación. En la entrada al aún no reconocido parque arqueológico, miembros de la comunidad nos recibieron en la garita de peaje: el señor nos quiso cobrar como extranjeros, pero cuando entre ellos hablaban en quechua, se refirieron de nosotros con la palabra Misti, y les dije que éramos peruanos, solté varias palabras en quechua. De pronto, los demás integrantes del grupo, salvo María, hablaban o entendían quechua: uno su madre era originaria de Huancavelica y le hablaba en quechua; otro, toda su familia venía de Ayacucho; el chofer sí hablaba quechua y yo me defendí con todo el vocabulario que aprendí en Arequipa y en la Universidad Católica en mis clases de quechua. Insólito y sintomático.  Al fin llegamos a nuestro primer objetivo: las ruinas de Honcopampa.





Las ruinas se ubican en una zona de gran emanación acuífera, la napa está muy cerca de la superficie y tiene una vegetación frondosa pero de poca altura. Al preguntarle por el origen del nombre del lugar, aventuró una teoría del nombre y la palabra Junco, pues por la presencia de estas aguas subterráneas, se formaban (ahora ya no tanto) frondosas matas de ichu (pero hubiera sido más lógico Ichupampa). El complejo lítico está en buen estado, podría estar mejor si hubiera un proyecto de restauración. Y hay que apurarse, pues estas ruinas Wari son la delicia de los idiotas que quieren dejar su nombre inscrito en las paredes del lugar. Tienes muchos  nombres sobre las piedras, algunos con pinturas u otros han tallado la piedra para poner sus “recuerdos” de sus acciones estúpidas.


Luego de esta visita, nos dirigimos hacia las cataratas cercanas llamada Yuracyacu (Agua blanca). Estas cataratas son el producto directo del deshielo, por eso sus aguas son bastante frías. Llegamos a un recodo donde dejamos el auto; en ese lugar había un buen grupo de personas que había llegado en buses y muchas personas del lugar que habían llegado para ofrecer sus alimentos a los viajeros. Una vez que nos apeamos del auto y nos preparamos para ir hacia nuestro destino final, nuestro guía nos dijo que íbamos a ascender más y que nos tomaría casi una hora para llegar al lugar. Cuando comenzamos la ascensión, María me dijo que no se sentía del todo bien, así que cuando llegamos a una suerte de pascana en el camino, se detuvo y me dijo que nos iba a esperar ahí. En realidad, fue sensata, pues el resto del camino me hizo recordar la odisea que pasamos en Chachapoyas cuando fuimos a conocer las cataratas de Gocta, caminata que casi se convierte en un suplicio. La marcha se apresuró, pues todavía faltaba un buen tramo para llegar al último destino que era los baños termales de Chancos. Al llegar a las cataratas, tenía ante mí una bella caída de agua fría, por cierto muy fría. Estuvimos un buen rato contemplando la caída de estas aguas, sensación bastante agradable a pesar de parecer un rugido. Quizá sea que este sonido es permanente y genera una sensación de calma y no es un sonido agudo y dañino. Después de todo el discurrir de las aguas siempre causa quietud y es lo mismo que sentí en el oleaje perezoso en la playa de Zorritos o la lluvia que caía en Huamachuco, Cajamarca o Arequipa. Claro que también hay rugidos de agua terribles como los que experimentamos este año en Trujillo con una lluvia torrencial un martes 14 de marzo o siete huaycos que cruzaron nuestra ciudad. En fin.





Descendimos para ya irnos a las aguas termales de Chancos. En el retorno, me adelanté para recoger a María que se había quedado esperándonos. Al pasar por el lugar no la vi por lo que pensé que había descendido al auto. Al llegar tampoco la vi. Retorné al mismo lugar y en el camino lancé varios gritos y ella respondió, se había ido a caminar y tomaba sol con una campesina. Antes de irnos, decidimos comer algo, un rico choclo con papa. Trabamos una simpática conversación y entre chistes fui averiguando algunos costos que en realidad muestran por qué la pobreza y el retraso de estas zonas; por ejemplo, un kilo de azúcar les cuesta a ellos tres soles. La conversación fue por lo demás amena. Al terminar subimos al auto.
El último tramo sí fue una pequeña calamidad. Nuestro guía-chofer tomaba esta ruta por primera vez; y será la última. El jovencito no tenía la menor idea del estado calamitoso en se hallaba este tramo que une Honcopampa con Chancos. El tiempo que le tomó para recorrer tan corto espacio fue excesivo y nos hizo perder buenos minutos que hubiéramos aprovechado para retornar temprano a Huaraz y ver el Museo Arqueológico. Hubo momentos en los cuales todos los pasajeros tuvimos que bajar, pues el auto no podía pasar. Parte de la aventura. En esos momentos, María aprovechaba para recoger semillas de eucalipto para emplearlas como un buen remedio para la gripe o golpes cuando se deja las mismas en alcohol de 90 grados. Nos llevamos incluso hasta una inmensa rama. Las semillas nos acompañaron hasta nuestro retorno a Trujillo.




Los baños termales de Chancos podrían ser una verdadera bendición para el descanso y el relajo. Pero la organización y administración del mismo es un verdadero caos, peor fin de semana. Compramos el servicio para entrar a las cuevas que funcionan como sauna; pero no teníamos una real información. Luego nos enteramos por uno de los acompañantes del viaje que podías esperar hasta una hora para ingresar. Una estafa. Decidimos ir a los baños en sí: otro caos. Tuvimos que actuar de manera bravucona para poder tomar una sala de baño. Y así lo hicimos. Pero una vez ya adentro y con el agua caliente que salía de las cañerías, nuestro humor cambió. Tras 20 minutos de reposo y zambullidas, salimos un poco atontados por el baño, el calor corporal y la sed que nos mataba. Al salir de las instalaciones, nos dirigimos a un puesto ambulante a tomar un reparador jugo de naranja con miel. Increíble. Un baño de vigor y de placer que tu cuerpo necesitaba en esos momentos.
Y así retornamos a Huaraz, vía Marcará (la carretera que habíamos empleado para ir a Yungay el día anterior) ya por una vía totalmente asfaltada. La conversación fue amena. Pensábamos ir al Museo pero tiempo restante era nimio. Así que le pedimos que nos dejase en nuestro hotel para tomar una buena ducha y luego salir a buscar libros de la zona. En realidad, esta es una falencia en la ciudad. No hay librerías, no podemos hallar libros de viajes de la zona para que te puedas informar más y tener fuentes más documentadas. Fuimos a ver al restaurante del día anterior, Chilli Heavens, y la dueña nos contó que había traído un buen lote de libros sobre Callejón de Huaylas y que estos habían prácticamente “volado”. No sería una mala idea traer otro bloque más de libros; pese a internet, aún hay viajeros como nosotros que tenemos necesidad de leer más; por ejemplo, conocer las montañas con sus fotos para que no nos estén diciendo una retahíla de cosas que las vamos a olvidar como pasó con todos los nombres que nuestro primer guía nos dijo.
Por la noche fuimos a cenar con María del Carmen Altuna que había ido a dictar un curso. Cerramos así un segundo día divertido con sus altibajos.


sábado, 16 de septiembre de 2017

ENTRAÑAS DEL PERÚ VIEJO: HUARAZ, CARAZ, YUNGAY


El viernes 08 de setiembre fue el inicio del reencuentro con una de las zonas más atractivas y entrañables del Perú: el Callejón de Huaylas. Personalmente, quería sacarme el clavo del sinsabor de algunos hechos del viaje anterior, sobre todo por los servicios contratados. Con María ya habíamos acordado hacer una visita a uno de los lugares más cargados de belleza, historia y tragedia. Salimos el jueves 07 por la noche vía MovilTours. El viaje fue tranquilo (no tanto para María) y llegamos a Huaraz a las 6 de la mañana.
Teníamos una reserva en el Hotel Casablanca. Al llegar siempre hay gente que te ronda, pululan para cazar al turista desprevenido. Bueno, nosotros dos fuimos esos turistas desprevenidos que nos tomaron al paso para poder comprar paquetes turísticos. Compramos el primero que nos iba a llevar a Llanganuco, Yungay y Caraz. Ni modo. Nos dirigimos al Hotel Casablanca que queda frente al Mercado Central de la ciudad y pensábamos que eso iba a ser un factor en contra. Pronto nos daríamos cuenta de que no iba a ser así. Lo malo del día fue la jugada que nos hizo el tipo de la empresa de turismo al endosarnos el costo del taxi. Luego se lo cobramos. Nos instalamos en el hotel; en un primer momento estuvimos en el tercero piso; luego nos acomodarían en el primero. Ese día acaeció el sismo de México e hizo que los huaracinos comiencen a hablar sobre la necesidad de organizar simulacros en caso de un fuerte sismo y, sobre todo, de un posible aluvión, como el que los afectó en 1941, matando a más de 1500 personas, quizá más (http://huarazinforma.pe/archives/2346). Nos fuimos a tomar un suculento desayuno. Lo simpático del momento fue enseñarles a esa amable gente a hacer huevos escalfados (ese sería parte de nuestro desayuno los siguientes días). Como no venían a recogernos, nos dirigimos a la empresa 69 Tour en plena avenida Luzuriaga para irnos de paseo. Nos tocó un guía de lo más rayado, era un parlanchín y contaba muchas anécdotas. Bueno, con un lugar así, entre terremotos, avalanchas y escaladores suicidas, tienen mucho qué contar. Salimos más o menos a las 9 y 30 del día hacia el Norte del Callejón. Pasamos varios pequeños poblados, el aeropuerto de Anta y llegamos a Recuay. Hicimos un alto aquí para una breve visita a los servicios. Estuve en esta zona en 1993, en 2000 y en el 2008, este último año de visita con Melissa y Gustavo. La zona ha cambiado mucho, sea por la presencia de las minas, sea por el intensivo turismo que reciben. Recuerdo en mi primer viaje por estos lugares en 1985: las ciudades eran pequeñas y desoladas; ahora son más grandes, con más movimiento y con diversos servicios que anteriormente carecían. Terminada la breve visita, comenzamos la real visita con la ciudad de Yungay. 


Antes, por la ruta, vimos a la distancia la cueva del Guitarrero, uno de los lugares arqueológicos más antiguos del Perú y Sudamérica (10 mil años). Este lugar merece una visita. De Yungay, no recordaba el impresionante paisaje que ofrece a los lejos la posición del cementerio, construcción que sobrevivió al terremoto del 31 de mayo de 1970. Ese sismo borró del mapa a la ciudad, y solo el cementerio y parte del estadio (donde se hallaba un circo chileno que ofrecía una función gancho que permitió salvar a muchos niños de morir) no quedaron cubiertos por la avalancha de hielo, piedra y lodo que destruyó completamente la ciudad. La zona es un gran camposanto lleno de pequeños y grandes mausoleos que honran a los miles de personas que quedaron sepultadas aquel 31 de mayo. Pero el desastre se “huele” por la zona; cerca a Yungay está Ranrahirca, pequeño poblado que ha sido arrasado varias veces por aluviones. Ese 31 de mayo también le cupo ese triste privilegio; pero el más grave fue el 1962, que mató a más de 2 mil personas en este poblado. La belleza va a acompañada de muerte por estos lares. (http://yungaynoticias.blogspot.pe/2013/01/aluvion-de-ranrahirca-10-de-enero-1962.html). La visita a Yungay se inicia con el imponente cementerio, sobreviviente de la catástrofe del 70, aún en uso y que ofrece una espectacular vista del Huascarán, el nevado más alto del Perú. Con razón, Antonio Raimondi llamó a Yungay “hermosura”. El cementerio ha sido restaurando, pues algunos de sus cuarteles se vieron afectados con la caída de sus paredes y nichos. El monumento contaba con 5 anillos, dos de los cuales de la parte inferior fueron destruidos por la avalancha. La primera vez que fui en los 80, el lugar aún permanecía desolado. Lo recorrimos rápidamente, pues solo se podían percibir con claridad las pocas palmeras quedaron en pie después del aluvión, parte de la catedral y una que otra cosa. En esta oportunidad, pude ver la tumba del arquitecto suizo que planteó y edificó su proyecto.  A medida que he ido retornando al lugar, he visto crecer un hermoso jardín de rosas y otras flores, además la edificación de varios mausoleos (algunos conmovedores), la aparición de más restos y, lastimosamente, la muerte paulatina de las palmeras que quedaban. Nuestro grupo se detuvo en algunos lugares, pero estuvimos un buen tiempo frente a los restos de la catedral para que el guía que era uno de los hijos de los sobrevivientes nos reproducía los detalles cómo la iglesia había sido literalmente demolida por las grandes piedras que caían como lluvia sobre la ciudad al haber chocado la avalancha con un pequeño cerro que había protegido a Yungay en el aluvión de 1962. Esta vez fue prácticamente su verdugo. El guía vendía un documental que filmaron unos japoneses que se hallaban de visita en la zona y presenciaron el desastre. Aquí hay más referencias del terremoto que quedará en la memoria de toda esta gente y todos los peruanos que vivimos directa o indirectamente esta tragedia, pues millones estábamos a la expectativa de la inauguración del  Mundial de Fútbol en México (http://rpp.pe/peru/actualidad/terremoto-1970-revisa-las-imagenes-de-la-tragedia-que-azoto-yungay-noticia-802657). Este fue un desastre que movilizó a mucha gente del extranjero, incluso algunos murieron aquí. Por esos días, en los diarios se narraban historias tristes y dolorosas. Pero la respuesta fue rápida, positiva y efectiva (https://www.youtube.com/watch?v=u66MLQU7Whg).



Una vez terminada la visita a Yungay, tomamos el  bus para enrumbarnos hacia la laguna de Llanganuco en el Parque Nacional del Huascarán. La carretera no está pavimentada, así que el ascenso fue un poco lento. Pero daba la oportunidad para ver el imponente paisaje de saber que estás subiendo las faldas de montañas nevadas como el Huascarán o el Huandoy. Llegamos a la laguna, ahora sí con una vista maravillosa. Cuando estuve en el 2008, la niebla y la lluvia no dejaban ver bien el paisaje. Pero cuando vine en 1985, la zona estaba sola, sin un alma; fuimos cuatro amigos de la Universidad y recuerdo que me decían que me iba a quedar embobado con el color de las aguas. Y no dejaron de tener razón. María y yo estuvimos deambulando y viendo los quenuales, los zorzales, las aguas frías y bellas, una llama que estaba en el lugar. Todo era perfecto. Y antes de ir a almorzar, nos comimos papa con cáscara (delicia desperdiciada por el prejuicio de pelarla) y cachanga como las que hay en Huanchaco. 




Luego de casi una hora de permanencia iniciamos el descenso para ir a Caraz, “Dulzura”. Nos detuvimos en el camino para almorzar. La zona es prodigiosa en maíz y papa. Tratamos con unos chicharrones. El frío y el trajín nos dieron hambre, pese a la altura. Nuestro almuerzo estuvo rociado de una cerveza; lástima que no tuvimos alguna local, ya que Huaraz tiene buena producción de cerveza artesanal.
De ahí nos enrumbamos a Caraz; llegamos al promediar las 5 de la tarde. Nos llevaron directo a una tienda que vende dulces. No teníamos mucho ánimo ya; nos llevaron a la Plaza de Armas. Aquí estuve en 1985, la plaza estaba desolada; ahora es bastante diferente. Con el fin de levantar nuestro cansancio nos fuimos por un café. Caraz es un lugar simpático. 


Tomamos nuestro bus para regresar a Huaraz a una hora prudencial pues aún faltaba una pascana: Tarica, un pueblo de artesanos. Debido al malestar de una niña, nuestra pausa fue breve. Sin embargo, tanto la abuela como el padre estaban desesperados por hallar un huevo de gallina para frotárselo a la niña para el “mal del susto”. No seguí este evento, no sé si le frotó el huevo; pero María me comentó que la niña tuvo una repentina mejoría. Este tema sería abordado el último día con una alemana y también el último día compré un bello nacimiento huaracino hecho por los artesanos de Tarica.
Regresamos a nuestro hotel, nos pegamos un buen duchazo y salimos a cenar. Huaraz es una ciudad totalmente reconstruida. Queda poco de todo gran patrimonio colonial y republicano que había en toda la zona. El sismo de 1970 tiró abajo muchas iglesias y bellas casas. Lo que no cayó ese día, fue después demolido. Aquí un documental que muestra lo bello que era ciudad (https://www.youtube.com/watch?v=iNLVXFqDpnY). Pero, Huaraz se ha convertido en la meca del andinismo y esto ha permitido algunos servicios gastronómicos de calidad. En mi anterior visita con Melissa y Gustavo fuimos a cenar al Chilli Heaven en víspera de año nuevo. Fuimos con María y no nos arrepentimos. Fue tan buena la cena que decidimos repetir nuestra estancia al día siguiente.

Fin de nuestro primer día.



miércoles, 18 de febrero de 2009

PASTORRURI, UN TRISTE FIN Y GRAVES EFECTOS COLATERALES




LO IMPOSIBLE HECHO REALIDAD

Lo que alguna vez se comentó y pasaba por nuestros oídos como Ciencia Ficción, se está haciendo realidad inexorablemente. La primera vez que fui al Callejón de Huaylas en 1985, veía para mí uno de los lugares más bellos del país. Al toparme por primera vez con Huaraz, nuestro nudo de comunicación, fue encontrarme con una ciudad a medio construir: habían pasado 15 años desde aquel nefasto 31 de mayo del 70 y la ciudad aún mostraba grandes solares en pleno centro de la misma, solares que habían albergado casas que se habían caído o derruido por el violento terremoto. Huaraz había sido una ciudad bella con sus techos con tejas rojas y con sus estrechas calles (las que se convirtieron en una trampa mortal para cientos de huaracinos que murieron ese día)

Una de las visitas que más me sorprendió fue la de Llanganuco. En esa época, la laguna era límpida y el día que fui con 3 amigos más éramos los únicos que habíamos ido a visitarla. El encuentro con este celeste espejo de agua a los pies del nevado Huacarán, fue una de las emociones que aún guardo con mucho cariño y respeto por la monumentalidad del lugar. Tengo una foto ampliada de una de las laderas del Huascarán (impresionante), y la mostré a un amigo de la zona; él me explicó que la zona fotografiada mostraba el camino que el glaciar había trazado al desprenderse y caer sobre las aguas del lago para después deslizarse como un "huayco" (alud) inmenso que destruyó a Yungay y Ranrahirca minutos después. Esa zona (tal como la tengo en la foto) aún permanecía bastante yerma con escasa vegetación, 15 años después.


En 1992 volví a ir a estos parajes con un poco más de tiempo, pero con más gente (casi 80). Esta vez la visita incluía Pastorruri, sitio que no había sido explotado como recurso turístico hacia los 80. Pastorruri era un lugar simpático, pero el sitio se hallaba saturado de visitantes; algunos de ellos bajaban con trozos de hielo del glaciar para "llevárselos de recuerdo". Las personas ascendían sin ningún control y varios, por la altura, alquilaban una acémila para tratar de subir un poco más (como falda de una suerte de colina de hielo no era notable un "pico")

En 1999, volví esta vez con un grupo más pequeño y ascendimos un poco más, logré entrar a una suerte de caverna en la que veías estalagtitas y estalagmitas, y aún el suelo mostraba signos de congelamiento. Pero ya recordaba que la nieve "había subido" lo suficiente como que para el terminal de buses y camionetas improvisado (con basura, bulla, vivanderas, caballos, burros, gasolineras informales) se encontrara bastante más alejado de las primeras muestras de nieve.

El año pasado fui a Huaraz. Pastorruri ya está cerrado (espero que definitivamente para evitar que lo poco que queda sea depredado por el turismo rapiña que existe en el Callejón de Huaylas). Lo que por mucho tiempo era el "producto de bandera" (eufemismo que emplean para sobreexplotar algo) del turismo, terminó por ser destruido e irremediablemente perdido. Como este glaciar, otras zonas nevadas del famoso Callejón de Huaylas, la famosa Cordillera Blanca, se está irremediablemente perdiendo.

No hace mucho discutía con algunas personas sobre el tema del calentamiento global y la destrucción irreversible de muchos de nuestros recursos. Es obvio, por ejemplo una especie cuyo último ejemplar (sea animal o vegetal) sea destruido, esta especie desapareció del planeta. Pero esta gente (al igual que el obispo famoso, Richard Williamson, niega el holocausto) me comenta muy suelta de huesos que todo lo del calentamiento global es producto de mentes aviesas, ONGs ambientalistas de izquierda o gente que quiere negar el progreso (como ellos lo entienden, por supuesto). Muchos arguyen que los datos son falseados, que son cosas cíclicas u otras hipótesis peregrinas que están más ligadas a lo apocalíptico que a un estudio científico. Bueno, uno con sensatez y quien haya visitado este ex bello paraje de la sierra peruana tendrá, lamentable, una demostración válida del deterioro que causa el deshielo de nuestros glaciares, adosado con el pillaje que el ser humano hace de cualquier lugar que visita y depreda.

Nuestro país, como cualquier país del Tercer Mundo (mejor dicho, pobre) está siendo víctima de un pillaje sostenido de todos sus recursos para satisfacer apetitos inmediatos y con poca planificación por la errada concepción de desarrollo y la idea de acceder a la modernidad a como dé lugar.

Para un ejemplo notable es lo que se viene con el contexto de nuestro ex glaciar.

Todos los peruanos sabemos, creo, que el río Santa se alimenta (sus aguas) de los deshielos de estos glaciares alguna vez llamados perpetuos (así lo conocí cuando estaba en el colegio). Todos los costeños norteños soñaron tener agua para sus desiertos y en un momento se hizo realidad. Se construyó un megaproyecto (Chavimochic) con la idea de la perpetuidad acuífera. Los estudios jamás hicieron consultas de rigor científico que hablara de todos los cambios y probabilidades que todo proyecto de tal envergadura, creo, debe tener; por ejemplo, un escenario en el cual el principal recurso escaseara.

Como parte de nuestra cultura general, en la cual todos tenemos miles de derechos y escasos deberes y responsabilidades, los agricultores de la zona sur del río Santa reclamaron (y por años) otro proyecto hídrico: CHINECAS. El río Chinecas en realidad es un gran canal de origen mochica que por su envergadura se convirtió en un cauce natural. Miles de agricultores y sobre todo, empresarios que ven una suerte de gallina de huevos de oro, han puesto la mira en las aguas del Santa para este proyecto.

Y así nacen los interesantes futuros problemas que ya están a la vuelta de la esquina. Pastorruri y sus demás "compañeros" glaciares están exhaustos. Cuando joven pasaba por el puente sobre el Santa y uno veía el caudal permanente de ese río; ahora hay periodos en que ya no fluye mucha agua. Los factores anteriores lo están haciendo desaparecer: pocos glaciares, Chavimochic y dentro de poco, Chinecas.
Si los glaciares se extinguen (les queda a lo más 15 años), ¿qué va a pasar con esos proyectos? La razón que se le dio es para un cultivo intensivo que genera una buena renta por abundante agua, mano de obra barata, buen clima, tierra buena; sobre todo, agua. Si ésta se hace casi inaccesible, ¿qué va a suceder? Alguien me dijo que ya tenían aguas alternativas para el proyecto, pero este proyecto también nos da agua potable; entonces, ¿quién tendrá prioridad? ¿un espárrago o yo? Actualmente somos una población que casi bordea el millón de habitantes por día. Una vez oí a un alumno del colegio, muy suelto de huesos y convencido de lo que decía, que la prioridad era el capital (esto es, la agricultura de exportación): tal imbécil recibió un abucheo general de sus demás compañeros. Pero espero que ese rechazo a la idea haya quedado grabado en la conciencia de los demás alumnos para que cuando vayan a tomar decisiones, no las tomen como ahora lo hacen muchos idiotas. Basta ver qué pasa en todos los países de este lado del hemisferio y la actitud complaciente y hasta cómplice de muchos de nosotros frente a problema como el de las minas, transgénicos, patentes biológicas ancestrales, etc..

Esta narración me ha enseñado (y la comparto con quien quiera leerla) lo íntimamente ligados que estamos con nuestro planeta: lo que haga a mi entorno, volverá a mí como un boomerang, inexorablemente. Cuando dejé Pastorruri la última vez aquel 1999, me iba con la certeza que ya no lo vería más. Por mi mente corre ese temor que muchos de los bellos lugares que he estado en mi país o en otros lugares del planeta serán también parte del rincón triste de mis recuerdos. Ojalá no sea así.

lunes, 8 de diciembre de 2008

VIAJE SUFRIDO A HUARAZ



Huaraz es una ciudad extraña. Hacía exactamente 9 años que no había ido por esta parte del país y gracias a la insistencia de Melissa (¡cómo la extraño!) decidimos ir al Callejón de Huaylas. Como decidimos el viaje un poco precipitados, tuvimos que dirigirnos a una agencia de viajes. Eran los días feriados de año nuevo; íbamos a despedir el 2007 y recibir el 2008 en las alturas. Salimos el 29 de diciembre en un bus relativamente cómodo. Nos esperaba casi 8 horas de un viaje que podría ser más corto si las autoridades se decidieran hacer la carretera por Casma (muchos amigos me han dicho que ese sí es un viaje de paisajes extraordinarios). Llegamos a Huaraz a las 7 de la mañana e inmediatamente nos fuimos al hotel; un suculento desayuno después del merecido baño nos preparó para comenzar el día. No bien habíamos culminado nos dieron los nuevos datos, ya que nos habían dicho que por razones de fuerza mayor nuestro paquete había sufrido cambios. A remar.

Subidos en una combi con otros pasajeros, nos fuimos a un bosque de rocas (Hatun Machay) que quedaba camino a la laguna de Conococha. Primero se hizo la gestión del almuerzo, teníamos que asegurarlo ya que se planeaba regresar tarde, exhaustos y hambrientos. Conococha es una laguna extraña, rodeada de un vegetación poco frondosa (por la altura) y presentaba algunas zonas de su espejo de agua con congelamiento. Cuando salimos, el frío y la lluvia corrió a algunos de nosotros a nuestra movilidad. Ahora sí, nos íbamos a nuestro objetivo principal. Pero ya en el camino nuestro guía nos iba advirtiendo que él había frecuentado escasamente este lugar, aún así abrigaba la esperanza de que la íbamos a pasar bien.
Encontramos la ruta y comenzamos a ascender lentamente por la sinuosa trocha. A medida que íbamos avanzando, una densa niebla comenzaba a caer sobre la zona. Muchos no nos dimos cuenta de que prácticamente con ese fenómeno climático, nuestro paseo había acabado. Seguimos ascendiendo un poco más para ver algo del impresionante paisaje. Sólo niebla blanca y algunas siluetas difusas de grandes piedras. Avanzamos casi media hora más y nuestro guía se declaró literalmente perdido. Ni modo. Algunos bajamos por apremios primarios. La niebla permitía a muchos de nosotros ocuparnos con comodidad; las chicas tenían un poco más de problema (Freud en estas situaciones tiene razón). Luego, cuando ya veíamos el paseo abortado, decidimos aprovechar algo; algunos soltaron la peregrina idea de caminar por ahí; Melissa, ducha en la materia, nos llamó a la reflexión: perderse en esa niebla era fácil y podía complicar a todo el grupo en su retorno. Así pues, decidimos nuestro regreso a Huaraz.

Almorzamos en el lugar pactado. Bastante decepcionados, regresamos a Huaraz, pero pedimos ir a Monterrey en vez. Un poco de aguas termales para relajarnos. Pero lo que vimos sí fue ahondar más nuestra colectiva frustración. Melissa, Gustavo y yo mirábamos lo que alguna vez fue un lindo hotel con cálidas instalaciones. No. De los baños queda poco, sus servicios dañados o casi colapsados; en algunas las herrumbres y los óxidos hacen de ese espacio un lugar peligroso. Los baños no tienen ni punto de comparación con los Baños del Inca de Cajamarca. Decadencia total. Así que resignados regresamos a nuestro hotel para comer algo. Con vino y simpática comida terminamos el primer día.

CHAVÍN DE HUANTAR

Luego de un nefasto primer día, salimos a Chavín. Recordaba la ruta como algo muy accidentado, sin pavimentar. La primera vez que fui fue en 1985. Chavín no tenía servicios básicos decentes; ahora es otra cosa. La carretera está en varios buenos tramos bien tenida. El ascenso es sorprendente y tienes paisajes extraordinarios que merecen que vayas observando todo para no perder detalles. Llegamos a la laguna de Querococha e hicimos un buen alto en el viaje. Alucinante, luz solar límpida en un aire frío (estamos a más de 3 mil metros de altura) irradiaba todas las cosas, animales, personas, el lago. Seguimos nuestro camino. nos detuvimos a comer en un buen restaurante en el camino, poco antes de ingresar a Chavín. Comimos bien y barato: trucha, chicharrones, frutas del lugar.

Culminada nuestra opípara comida, nos fuimos a Chavín: llena de negocios, hoteles, restaurantes, se ha vuelto una suerte de Meca del turismo nacional y del internacional que visita nuestro país. El lugar estaba lleno y eso hacía un poco difícil la visita de las instalaciones. Como teníamos varias guías (libros) buenas, decidimos ir por nuestro lado, ya que en el grupo iba un grupete de niños majaderos que interrumpían las explicaciones. Chavín sí es un lugar magnífico y ha sido muy grato para mí hacer este reencuentro con este mágico espacio. Hay ahora nuevas secciones abiertas, profundos túneles que han sido descubiertos, luego de haber estado miles de años en el olvido e incluso sepultados. Hay zonas que tienen buena iluminación eléctrica, pero siempre hay vándalos que quieren convertir algo de esta histórica zona en su recuerdito del viaje. Idiotas.

A lo lejos oíamos los truenos, se acercaba una buena lluvia; fuimos apretando el paso. Nos apuramos para ver el pequeño pero interesante museo de sitio; hay piezas hermosas que necesitan urgente una restauración; en verdad, están ahí perdidas en la nada y en otros lugares serían piezas valiosas de sus colecciones museográficas. Es notable el trabajo en piedra (lo vi en los Huamachuco, pero éste es un pueblo que se desarrolló casi 2 mil años después).

Nos fuimos a nuestro bus y, de repente, la lluvia comenzó a caer en toda su furia, pronto las calles de la ciudad se anegaron.

En el retorno hablábamos con el guía sobre otros interesantes viajes de la zona. Pero lo más interesante y bello estaba por venir. Antes de entrar al túnel, el guía nos dijo que si para la parte de donde nosotros regresábamos estaba bajo la lluvia, al otro lado del túnel nos íbamos a encontrar con nieve. Creo que pocos lo escucharon. Pasamos el túnel y un manto blanco cubría las laderas de las montañas como parte de la carretera. Simplemente bello. Melissa estuvo feliz y nostálgica. Creo que la naturaleza nos enseña que la belleza está ahí y que debemos regresar a ella. Con este viaje cerramos el 2007. Cuando llegamos a Huaraz, nos preparamos para nuestra última cena del año y comimos rico entre abrazos y buenos deseos. Chavín de Huántar nos enseñó que sí podemos cumplir con nuestros mejores deseos.