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Trujillo, La Libertad, Peru
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sábado, 16 de septiembre de 2017

ENTRAÑAS DEL PERÚ VIEJO: HUARAZ, CARAZ, YUNGAY


El viernes 08 de setiembre fue el inicio del reencuentro con una de las zonas más atractivas y entrañables del Perú: el Callejón de Huaylas. Personalmente, quería sacarme el clavo del sinsabor de algunos hechos del viaje anterior, sobre todo por los servicios contratados. Con María ya habíamos acordado hacer una visita a uno de los lugares más cargados de belleza, historia y tragedia. Salimos el jueves 07 por la noche vía MovilTours. El viaje fue tranquilo (no tanto para María) y llegamos a Huaraz a las 6 de la mañana.
Teníamos una reserva en el Hotel Casablanca. Al llegar siempre hay gente que te ronda, pululan para cazar al turista desprevenido. Bueno, nosotros dos fuimos esos turistas desprevenidos que nos tomaron al paso para poder comprar paquetes turísticos. Compramos el primero que nos iba a llevar a Llanganuco, Yungay y Caraz. Ni modo. Nos dirigimos al Hotel Casablanca que queda frente al Mercado Central de la ciudad y pensábamos que eso iba a ser un factor en contra. Pronto nos daríamos cuenta de que no iba a ser así. Lo malo del día fue la jugada que nos hizo el tipo de la empresa de turismo al endosarnos el costo del taxi. Luego se lo cobramos. Nos instalamos en el hotel; en un primer momento estuvimos en el tercero piso; luego nos acomodarían en el primero. Ese día acaeció el sismo de México e hizo que los huaracinos comiencen a hablar sobre la necesidad de organizar simulacros en caso de un fuerte sismo y, sobre todo, de un posible aluvión, como el que los afectó en 1941, matando a más de 1500 personas, quizá más (http://huarazinforma.pe/archives/2346). Nos fuimos a tomar un suculento desayuno. Lo simpático del momento fue enseñarles a esa amable gente a hacer huevos escalfados (ese sería parte de nuestro desayuno los siguientes días). Como no venían a recogernos, nos dirigimos a la empresa 69 Tour en plena avenida Luzuriaga para irnos de paseo. Nos tocó un guía de lo más rayado, era un parlanchín y contaba muchas anécdotas. Bueno, con un lugar así, entre terremotos, avalanchas y escaladores suicidas, tienen mucho qué contar. Salimos más o menos a las 9 y 30 del día hacia el Norte del Callejón. Pasamos varios pequeños poblados, el aeropuerto de Anta y llegamos a Recuay. Hicimos un alto aquí para una breve visita a los servicios. Estuve en esta zona en 1993, en 2000 y en el 2008, este último año de visita con Melissa y Gustavo. La zona ha cambiado mucho, sea por la presencia de las minas, sea por el intensivo turismo que reciben. Recuerdo en mi primer viaje por estos lugares en 1985: las ciudades eran pequeñas y desoladas; ahora son más grandes, con más movimiento y con diversos servicios que anteriormente carecían. Terminada la breve visita, comenzamos la real visita con la ciudad de Yungay. 


Antes, por la ruta, vimos a la distancia la cueva del Guitarrero, uno de los lugares arqueológicos más antiguos del Perú y Sudamérica (10 mil años). Este lugar merece una visita. De Yungay, no recordaba el impresionante paisaje que ofrece a los lejos la posición del cementerio, construcción que sobrevivió al terremoto del 31 de mayo de 1970. Ese sismo borró del mapa a la ciudad, y solo el cementerio y parte del estadio (donde se hallaba un circo chileno que ofrecía una función gancho que permitió salvar a muchos niños de morir) no quedaron cubiertos por la avalancha de hielo, piedra y lodo que destruyó completamente la ciudad. La zona es un gran camposanto lleno de pequeños y grandes mausoleos que honran a los miles de personas que quedaron sepultadas aquel 31 de mayo. Pero el desastre se “huele” por la zona; cerca a Yungay está Ranrahirca, pequeño poblado que ha sido arrasado varias veces por aluviones. Ese 31 de mayo también le cupo ese triste privilegio; pero el más grave fue el 1962, que mató a más de 2 mil personas en este poblado. La belleza va a acompañada de muerte por estos lares. (http://yungaynoticias.blogspot.pe/2013/01/aluvion-de-ranrahirca-10-de-enero-1962.html). La visita a Yungay se inicia con el imponente cementerio, sobreviviente de la catástrofe del 70, aún en uso y que ofrece una espectacular vista del Huascarán, el nevado más alto del Perú. Con razón, Antonio Raimondi llamó a Yungay “hermosura”. El cementerio ha sido restaurando, pues algunos de sus cuarteles se vieron afectados con la caída de sus paredes y nichos. El monumento contaba con 5 anillos, dos de los cuales de la parte inferior fueron destruidos por la avalancha. La primera vez que fui en los 80, el lugar aún permanecía desolado. Lo recorrimos rápidamente, pues solo se podían percibir con claridad las pocas palmeras quedaron en pie después del aluvión, parte de la catedral y una que otra cosa. En esta oportunidad, pude ver la tumba del arquitecto suizo que planteó y edificó su proyecto.  A medida que he ido retornando al lugar, he visto crecer un hermoso jardín de rosas y otras flores, además la edificación de varios mausoleos (algunos conmovedores), la aparición de más restos y, lastimosamente, la muerte paulatina de las palmeras que quedaban. Nuestro grupo se detuvo en algunos lugares, pero estuvimos un buen tiempo frente a los restos de la catedral para que el guía que era uno de los hijos de los sobrevivientes nos reproducía los detalles cómo la iglesia había sido literalmente demolida por las grandes piedras que caían como lluvia sobre la ciudad al haber chocado la avalancha con un pequeño cerro que había protegido a Yungay en el aluvión de 1962. Esta vez fue prácticamente su verdugo. El guía vendía un documental que filmaron unos japoneses que se hallaban de visita en la zona y presenciaron el desastre. Aquí hay más referencias del terremoto que quedará en la memoria de toda esta gente y todos los peruanos que vivimos directa o indirectamente esta tragedia, pues millones estábamos a la expectativa de la inauguración del  Mundial de Fútbol en México (http://rpp.pe/peru/actualidad/terremoto-1970-revisa-las-imagenes-de-la-tragedia-que-azoto-yungay-noticia-802657). Este fue un desastre que movilizó a mucha gente del extranjero, incluso algunos murieron aquí. Por esos días, en los diarios se narraban historias tristes y dolorosas. Pero la respuesta fue rápida, positiva y efectiva (https://www.youtube.com/watch?v=u66MLQU7Whg).



Una vez terminada la visita a Yungay, tomamos el  bus para enrumbarnos hacia la laguna de Llanganuco en el Parque Nacional del Huascarán. La carretera no está pavimentada, así que el ascenso fue un poco lento. Pero daba la oportunidad para ver el imponente paisaje de saber que estás subiendo las faldas de montañas nevadas como el Huascarán o el Huandoy. Llegamos a la laguna, ahora sí con una vista maravillosa. Cuando estuve en el 2008, la niebla y la lluvia no dejaban ver bien el paisaje. Pero cuando vine en 1985, la zona estaba sola, sin un alma; fuimos cuatro amigos de la Universidad y recuerdo que me decían que me iba a quedar embobado con el color de las aguas. Y no dejaron de tener razón. María y yo estuvimos deambulando y viendo los quenuales, los zorzales, las aguas frías y bellas, una llama que estaba en el lugar. Todo era perfecto. Y antes de ir a almorzar, nos comimos papa con cáscara (delicia desperdiciada por el prejuicio de pelarla) y cachanga como las que hay en Huanchaco. 




Luego de casi una hora de permanencia iniciamos el descenso para ir a Caraz, “Dulzura”. Nos detuvimos en el camino para almorzar. La zona es prodigiosa en maíz y papa. Tratamos con unos chicharrones. El frío y el trajín nos dieron hambre, pese a la altura. Nuestro almuerzo estuvo rociado de una cerveza; lástima que no tuvimos alguna local, ya que Huaraz tiene buena producción de cerveza artesanal.
De ahí nos enrumbamos a Caraz; llegamos al promediar las 5 de la tarde. Nos llevaron directo a una tienda que vende dulces. No teníamos mucho ánimo ya; nos llevaron a la Plaza de Armas. Aquí estuve en 1985, la plaza estaba desolada; ahora es bastante diferente. Con el fin de levantar nuestro cansancio nos fuimos por un café. Caraz es un lugar simpático. 


Tomamos nuestro bus para regresar a Huaraz a una hora prudencial pues aún faltaba una pascana: Tarica, un pueblo de artesanos. Debido al malestar de una niña, nuestra pausa fue breve. Sin embargo, tanto la abuela como el padre estaban desesperados por hallar un huevo de gallina para frotárselo a la niña para el “mal del susto”. No seguí este evento, no sé si le frotó el huevo; pero María me comentó que la niña tuvo una repentina mejoría. Este tema sería abordado el último día con una alemana y también el último día compré un bello nacimiento huaracino hecho por los artesanos de Tarica.
Regresamos a nuestro hotel, nos pegamos un buen duchazo y salimos a cenar. Huaraz es una ciudad totalmente reconstruida. Queda poco de todo gran patrimonio colonial y republicano que había en toda la zona. El sismo de 1970 tiró abajo muchas iglesias y bellas casas. Lo que no cayó ese día, fue después demolido. Aquí un documental que muestra lo bello que era ciudad (https://www.youtube.com/watch?v=iNLVXFqDpnY). Pero, Huaraz se ha convertido en la meca del andinismo y esto ha permitido algunos servicios gastronómicos de calidad. En mi anterior visita con Melissa y Gustavo fuimos a cenar al Chilli Heaven en víspera de año nuevo. Fuimos con María y no nos arrepentimos. Fue tan buena la cena que decidimos repetir nuestra estancia al día siguiente.

Fin de nuestro primer día.