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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 18 de noviembre de 2018

HUAMACHUCO, CIUDAD DE LAS NUBES (VIAJE A LA ZONA VIEJA DE LA LIBERTAD)




31 de octubre. Una breve escapada con un pequeño grupo para visitar nuestra sierra, la sierra liberteña. La pararrayos, nuestra entrañable Isabel Lemoal, y su amiga Dominique, venidas de Francia, María y yo nos fuimos en bus de la empresa TUNESA en el servicio de 11 de la noche a Huamachuco. Se nos dijo que íbamos a llegar temprano, bastante temprano; por esa razón había coordinado con el hotel sobre nuestra llegada a esa ciudad. Llegamos a las 4 de la mañana, con Isabel bastante descompuesta por las innumerables curvas que había en la ruta. Los servicios dejan mucho qué desear, pues las instalaciones del terminal de la empresa son muy básicas, sobre todo los servicios higiénicos.
Ya acomodados en nuestro hotel, nos echamos a dormir hasta las 8 am con el fin de poder descansar algo. María también había pasado mucho frío. Ya despierto y luego de una ducha espartana (los baños eran estrechos, pero había agua caliente), bajamos a tomar desayuno. El desayuno sí era simpático con quinua, quesos, huevos y mucho pan para soportar la caminata. En un principio quería dejar la visita de lugares altos para el viernes 02, pero decidimos ir a nuestros objetivos iniciales: Marcahuamachuco y Wiracochapampa. Hablamos con la gente del hotel y le comentamos nuestro plan de contratar una movilidad diaria para que nos lleve a esos lugares y, al día siguiente, Sausacocha y Yanasara. La señora hizo una llamada proverbial y nos dijo que ya teníamos una camioneta a 100 soles por día. Nos llevaba a donde quisiésemos. Coordinamos para salir a las 9:30 con rumbo a Marcahuamachuco. El tramo no es distante, pero sí es escarpado el ascenso. Había estado en este lugar en 2005 y en 2008. 








Fue una visita interesante, aunque la zona recién era trabajada de manera sistemática y ordenada. Y el encuentro con este lugar fue bastante notable. El ingreso es libre, lo que no pareció correcto, pues un pago sería necesario para mantener este sitio arqueológico en buenas condiciones y ayudar en algo en la continuidad de las investigaciones. El lugar es de por sí mágico y muchos trujillanos, pese a la cercanía, no lo conocen. Ni María ni mis dos amigas francesas conocían la zona, y quedaron maravilladas. Ya en la camioneta, hicimos algunas compras como pastillas para el mareo y otras avituallas, por si acaso. El camino es asfaltado hasta cierto punto, hasta el desvío al complejo arqueológico; el asfalto continúa, supongo, hasta Sanagorán. Desde el desvío comienza la ruta escarpada. El precipicio se va marcando cada vez más y podemos ver a los lejos a la ciudad de Huamachuco y el pelado cerro El toro, en el que se halla oro y hay mucha extracción ilegal. Es terreno vedado. El 2016 que estuve como invitado a una ponencia y me comentaron muchos datos e historias turbias al respecto. Volvemos a nuestro lugar de interés. Marcahuamachuco está a un poco más de 3600 msnm. Y Huamachuco está a 3169. Ergo, tuvimos que subir otros 500 metros más. El camino lo hicimos lentamente, pero el paisaje es impresionante: la combinación entre la arquitectura lítica y su paisaje natural, casi una mímesis, aparte del camino obligado de las nubes por este espacio le daban un aspecto irreal, mágico. Es un espacio de 2 kilómetros y medio para ver, caminar y pensar la grandeza que alguna vez tuvo este lugar, esta cultura lítica, la cual, lastimosamente, no ha tenido herederos en el trabajo de la piedra, aunque me comentaron que sí hay persona que hacen cantería y trabajan las piedras. El pequeño museo municipal (que no logramos visitar) tiene un interesante trabajo de piedras labradas. Aquí un texto interesante para comprender más la grandeza de este sitio ( file:///C:/Users/Gerardo/Downloads/PRIMER_INFORME%20MARCAHUAMACH-Lumbreras02.pdf). Además datos del proyecto que está trabajando el rescate de este lugar (http://marcahuamachuco.gob.pe/index.php/marcahuamachuco-2/ubicacion/) . En realidad, venir a Trujillo y no darse un salto a esta zona es un descuido lamentable (https://www.arqueologiadelperu.com/tag/marcahuamachuco/?print=print-search).
Terminada nuestra caminata, nos fuimos a Wiracochapampa, el esplendor Wari en el Norte peruano. La primera vez que estuve aquí fue en 2008. En esa oportunidad, la zona no distaba de ofrecer un puñado de ruinas bastante deterioradas y un tramo del Camino Inca. Ahora es otra cosa. Igualmente, esta zona es trabajada por la Unidad Ejecutora 007 que trabaja Marcahuamachuco también. E igualmente no se paga la entrada (no creo que la gente se niegue a pagar un boleto de visita). Tiene una extensión de un poco más de 42 hectáreas y es una buena muestra de zona ocupada por personas que aprovecharon inteligentemente el espacio para poder acoger a un buen número de personas. Sabían aprovechar el agua y es zona rica en agricultura. Y las construcciones son impresionantes. Aquí dejo más información al respecto. (http://www.cultura.gob.pe/comunicacion/noticia/los-muros-escondidos-de-wiracochapampa) (https://www.arqueologiadelperu.com/tag/wiracochapampa/?print=print-search). También un artículo de la ocupación de esta zona desde épocas prehispánicas hasta inicios de la república (http://www.unife.edu.pe/publicaciones/revistas/consensus/volumen20/Consensus%2020_2/Cap%201.pdf). 







Terminada nuestra visita, nos dirigimos a almorzar y nos fuimos a un restaurante muy simpático cuya especialidad es: trucha frita. Un opíparo atracón luego de haber estado en lugares cargados de historia precolombina.
Como era Día de Todos los Santos, día de muertos, fuimos a ver el cementerio de la ciudad para recordar a todos los idos (que ya son muchos este año). El cementerio es pequeño, y cargado de historias de esta vieja ciudad. Una zona antigua y una zona nueva, llena de gente que limpiaba lápidas o nichos de los que ya se fueron. Vi algunas tumbas de gente joven. Y presenciamos un sepelio. Terminada nuestra visita, nos fuimos a descansar a nuestro hotel para acomodar nuestro organismo por el largo día de caminatas a más de tres mil metros. 







Por la noche salimos a ver el centro de la ciudad, su extensa plaza de armas y fuimos a tomar una buena sopa para dormir cuando se desató una fuerte lluvia. Felizmente duró poco, además las casas tienen aleros que te protegen de un aguacero. Habíamos quedado para ir al día siguiente a Yanasara y la laguna de Sausacocha. Fin de nuestra primera jornada.





domingo, 11 de noviembre de 2018

OPORTUNIDADES TRUJILLANAS (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE) BALLET Y OTRAS ARTES DE TRUJILLO.



Pese al pantanoso y escandaloso movimiento político de nuestra ciudad y nación, la semana que muere ha sido una verdadera fiesta para las formas artísticas cultas y populares de nuestra ciudad. Tras intensas jornadas, dos festivales internacionales, uno de canto lírico y el otro de ballet, han bajado el telón en dos escenarios que acogieron a un público ávido de ver y oír las manifestaciones nobles del espíritu humano a través del cuerpo y de la voz. Trujillanos y visitantes han podido, embelesados, participar en sendas actividades que han llenado con creces las expectativas de todos. Además, declaraciones de cantantes y bailarines de ballet a diversos medios nos permiten constatar que Trujillo sí está sonando de manera positiva en ciertos círculos internacionales que nos deberían llamar a la reflexión. Ambos eventos, en sus respectivos escenarios, son producto del esfuerzo de un puñado de ciudadanos que han logrado sacar adelante, contra viento y marea, estos dos festivales que colocan a nuestra urbe como un candil de las artes cultas en esta parte del continente.
La ciudad está recuperando lentamente ese prestigio que tuvo de ser el centro de diversas artes que permiten hacer crecer a sus ciudadanos en su calidad de vida y la formación de estos para convertirlos en seres reflexivos, sensibles y más humanos. En lo que va del año, Trujillo ha ido institucionalizando algunos eventos de las artes visuales, sobre todo el notable Encuentro Nacional de Artes Visuales, y las artes cinematográficas (V Festival de Cine Peruano, por ejemplo); este mes vio su ya tradicional Festival de Canto Lírico (ya en su vigésima primera versión) y el reverdecimiento del tradicional Festival Internacional de Ballet, que respeta la sucesión desde sus inicios por lo que estuvimos en la décimo quinta versión. Hay que destacar el hecho de que se ha podido ver el apoyo municipal y gubernamental regional en casi todos estos eventos. El maestro cubano de ballet, Miguel Cabrera, dijo en su momento que el arte debe de ser parte vital de la política pública; así, eventos como estos deben de contar con el apoyo incondicional de la comunidad (tanto público como privado), pues fortalecen la ciudadanía y la educación de esta en su formación holística. Trujillo ha sido testigo de varias propuestas; pero fueron quedando en el olvido, sea por el desinterés general al volverse poco atractivas; sea por el abandono económico que sufrieron muchos eventos (las más de las veces). Quedan en el grato recuerdo, las famosas bienales que llenaban de arte visual las calles del Centro Histórico.
La ciudad debe promover eventos culturales que se incorporen a sus propuestas turísticas e, incluso, laborales. Aún no tenemos datos de personas que nos visitan solo para estos eventos. En el Gran Teatro UPAO conversé con un joven que se afincó en Trujillo para trabajar en dicho teatro por la demanda de personal especializado. Un mundo interesante de posibilidades para nuestra ciudad y Región. Un rubro por conocer.

miércoles, 7 de febrero de 2018

EL NORTE CHICO LIBERTEÑO (VIAJE A PACASMAYO Y ALREDEDORES)




Escapar a lugares cercanos de vez en cuando no es una mala idea, tanto para cambiar de aires, así como para descubrir tesoros que uno nunca deja de hallar en nuestra Región. Con María decidimos hacer una breve pausa desde el viernes 02 de febrero. Alquilamos una camioneta para desplazarnos con mayor comodidad y poder ingresar a zonas a las cuales no accederías tan fácilmente con tu auto. Fuimos temprano ese día para recoger el vehículo en el aeropuerto. De ahí tomamos la frustrante carretera Panamericana, tan cargada de tráfico y que cruza dos zonas que urge enmendar: Chocope y Paiján. Para nadie es desconocido, creo, que la carretera está aún a retazos. Además, las zonas dañadas por el último Niño costero permanecen en un estado lamentable, por lo que un tramo tan corto de 108 kilómetros puede tomar mínimo una hora y media. Pasar por Chocope o Paiján es una experiencia que te pone a prueba los nervios, ya que vas con microbuses que no respetan el tránsito ni qué decir de los mototaxis arriesgados que se cruzan en tu camino sin tener el más mínimo cuidado poniendo en riesgo la vida de los conductores, la de sus pasajeros y las nuestras. Espero que la autopista haga un desvío notable con el fin de no cruzarse con esas pesadillas de tres llantas. No sé por qué, al igual que México, no levantan muros en las zonas de tránsito rápido para evitar esos accidentes causados por la invasión de imprevistos peatones o vehículos menores que aparecen de manera intempestiva.










Pese a esos momentos, decidimos ir con la calma y paciencia necesarias. Antes de llegar a San Pedro de Lloc, decidí ingresar a Poémape para enseñar esta playa que ha tenido una interesante evolución. Hacía una buena cantidad de tiempo que no visitaba este balneario preferido por sampedranos y pacasmayinos. La visite hace muchos años en los 80, con un ingreso lleno de arena, dunas y basura. Ahora ya hay una pista relativamente bien asfaltada; lo que sí ha incrementado es la basura, que está por todas partes en el cruce con la Panamericana; pareciera que ese es el vertedero oficial o el relleno (¿?) sanitario. Ahora se ve más vegetación y se puede distinguir el parque eólico Cupisnique que se ha instalado en la meseta que da hacia este balneario y desde el cual se distinguen las torres con hélices claramente. No sé si este balneario recibe electricidad del complejo estando tan a la mano. La ruta atraviesa dunas, pero también campos de cultivo y granjas avícolas. La última vez que estuve en el 2003 no recuerdo haber visto todas estas instalaciones. Hay un tramo dañado de la pista, pero es salvable; además íbamos en una gran camioneta que nos permitía desplazarnos sin tantos problemas. Ahora el pueblo tiene algunas zonas asfaltadas y se ve con más orden. Nos fuimos hacia la playa en sí para deja el vehículo y poder tomar algunas fotos. Poémape tiene un gran sector rocosos, sobre el cual se ubica la parte “central” (por así decir) del balneario; se ve gente caminando por las peñas en las que se forman algunas pozas de agua que se van calentando poco a poco. Sin embargo, se ve un poco de suciedad e, incluso, hallé un trozo de vidrio (una botella rota), el cual recogí y eché en el tacho de basura. Un poco alarmante la situación, pues muchas personas caminan descalzas por el lugar. En nuestra caminata vimos a un pescador limpiando las escamas de una chita; el problema es que dejaba la basura en el mismo mar; no alcanzamos a ver si evisceraba al animal y botaba los restos en la misma playa. Imagino que sí. Pese a todo, la vista del lugar es bonita, tiene una pronunciación que forma una amplia ensenada. Antes de dirigirnos a su pequeña capilla y luego de ahí, hacia Pacasmayo. Antes de hacerlo, husmeamos por los restaurantes de la zona y fuimos a otra pequeña playa del mismo balneario. Nos dirigimos a su pequeña capilla, sencilla, con algunos elementos festivos aún colgados. Fue una visita relámpago, pues teníamos que ir a Pacasmayo para dejar nuestras cosas y seguir con nuestro periplo.
Tomamos nuevamente nuestra ruta para dirigirnos a Pacasmayo. Habíamos separado habitación en el Hotel La Estación que da sobre el malecón. Al llegar, bajamos nuestras cosas para instalarnos momentáneamente en la habitación, pues queríamos salir a almorzar. El hambre apretaba. Así pues, luego de algunas cosas pendientes, volvimos a la carretera Panamericana con destino a Ciudad de Dios a buscar los famosos camarones. Cuando íbamos la gente de la UPN a Cajamarca, ese lugar era el espacio que tomábamos para hacer un alto y almorzar o picar unos camaroncitos del lugar (río Jequetepeque, nombre que le parece muy gracioso a María). Fuimos al mismo restaurante de siempre (ahora un poco descuidado) y pedimos un sudado de chita (fabuloso) y camarones. Una verdadera orgía gastronómica.








Hacíamos fuerza, pues nos faltaba ir a Chérrepe y Guadalupe. Una vez concluida el opíparo almuerzo, nos pusimos en marcha nuevamente. Chérrepe está en el límite regional entre La Libertad y Lambayeque, es una pugna antigua. Pagamos un segundo peaje y pocos metros después estaba el desvío para este balneario. Pedimos ayuda a un señor, quien nos dijo que había otras entradas para la zona (por ejemplo, una más segura y más rápida por Guadalupe); en fin. Entramos y nos hallamos con un camino arenoso; felizmente la camioneta era de doble tracción por lo que el camino, pese a ser pesado, no era peligroso; pero un auto por estos lares, hubiera terminado atascado más de una vez. Lo malo que la señalización es pobre; un solo cartel indica el camino para nuestro destino. Pero es un albur. Gracias a la información que nos proporcionaron dos chiquillos campesinos logramos hallar la ruta. Les dimos un empujón y al momento de bajar nos indicaron el resto del camino. Pasamos por arrozales y luego una zona de pequeñas colinas con tierra y piedra de diferentes colores y, de pronto, el mar y el balneario. Hay dos pequeños carteles que no te dan mucha información. Quizá por esta disputa departamental, la zona no ha tenido trabajos notables para poder “incorporar” el lugar a la civilización. No existen calles, ni señalética alguna; hay casas de todo tipo, lujosas y grandes, pequeñas y en estado calamitoso. Se ve gente reparando las instalaciones, pero no hay orden alguno, las rutas están trazadas por el espacio creado entre casas o algo así de bloques o manzanas. La playa de piedras muestra suciedad; estuve hablando con una persona, un pescador que ha vivido toda su vida ahí, el Sr. Ysla, quien nos contó los desencuentros que tiene Chérrepe con la autoridad. Un dato sorprendente es que la zona tiene solo 10 personas residentes. Hay alcaldes que se turnan el poder (uno liberteño, otro lambayecano si entendí su explicación) que han sido un poco irregulares en conseguir logros para este lugar. Puede ser un bonito lugar de descanso, pero amerita tener la playa limpia mejorar las rutas de acceso y darle un orden en ese desorden; el Sr. Ysla explicaba que habían llegado invasores a instalarse en las playas para venta de comida y licor con los consiguientes problemas: violencia y basura. En realidad, se da esta situación al no existir un plan urbano del mismo; cada uno hace lo que mejor le parece. De seguir así, y como es la costumbre en nuestra idiosincrasia, va a tugurizarse pronto. Ya debe de haber algún lío de terrenos por ahí. Imaginar que Chérrepe fue un puerto muy importante en el periodo prehispánico y en la colonia. Fue zona moche y fue sometida por los Inca. Túpac Yupanqui la visitó. En la colonia era la comunicación marítima natural de la suntuosa ciudad de Saña. Era su punto comercial, incluido el de los esclavos. Sacando datos del libro El Perú a toda Costa de Ricardo Espinosa Reyes (1997), dice lo siguiente: “En 1564, al fundarse la villa de Santiago de Miraflores de Saña se le asignó Chérrepe como puerto. Esta villa, que se encuentra hacia el interior, fue fundada en 1563 por el virrey Diego López de Zúñiga, conde de Nieva. Saqueada el 4 de marzo de 1686 por el pirata Edward Davies, en 1720 fue arrasada por las aguas del río Saña, motivando su abandono definitivo”. Parece que la maldición de Saña (o Zaña) también lo fue para Chérrepe. Aquí tienen más datos del blog de Iván La Riva (http://ivanlariva.blogspot.pe/2009/05/cherrepe-historica-playa-nortena.html)










Así, terminada nuestra breve visita al lugar y gracias a las amables indicaciones del Sr. Ysla, nos fuimos a través de un camino más breve y en mejor estado a Guadalupe para ver la iglesia y claustro de los agustinos. Chepén y Guadalupe son las capitales del arroz en el Perú. Guadalupe debe ese nombre a uno de los milagros que hizo esta virgen (no la de México, sino la de España) quien salvó a Francisco Pérez de Lezcano, su casual fundador, de una muerte por haber difundido libelos contra las autoridades de la conquista. Trajo una réplica de la virgen española y la instaló en una venta. Posteriormente Pérez de Lezcano donará la imagen y parte de sus propiedades y riquezas a los agustinos. Ellos primero edificaron un primer santuario en una zona llamada Anlape; luego se mudarían al actual Guadalupe tras un fuerte terremoto. La iglesia ha sido restaurada en parte, no así su claustro que se deteriora cada vez más. La iglesia estaba abierta y pudimos visitarla con comodidad a pesar de que había una breve ceremonia. Según leí, la construcción estuvo muy influenciada por sus pares de Saña, ciudad más boyante y rica. Los exteriores están retocados. Lo interesante es su torre, la que es de madera. No creo que eso se haya contemplado en la reconstrucción. Los altares están bien preservados (en la medida de lo posible en una zona que sufrió hurtos como la bella pinacoteca que tenían). Se ven partes de lo que fueron los muros pintados y bellos azulejos a modo de zócalos de la iglesia. Una vez concluida nuestra visita a la iglesia intentamos el claustro, logramos ver algo desde la Secretaría. La Municipalidad tiene un pequeño museo, pero ya estaba cerrado. El guardián nos indicó que había otro museo no muy lejos de ahí, la de 3 artesanos que murieron heroicamente durante la guerra con Chile: los hermanos Albújar y Manuel Guarniz. (https://www.deperu.com/cultural/museos/casa-museo-albujar-y-guarniz-4326) Fuimos al museo, pero ya estaba por cerrar. Así que nos fuimos a tomar una gaseosa, pues estábamos con mucha sed, pero no hambre. La zona es conocida por sus famosos sánguches de pavo. Terminada nuestra visita a Guadalupe, nos dirigimos a Pacasmayo. Allí nos fuimos de compras (fruta y atún) para nuestro paseo del día siguiente. Por la noche fuimos a cenar a una pizzería, la Piettra, en Pacasmayo. Una última caminata y luego a la cama: un largo y agotador, pero buen día.