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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 13 de agosto de 2017

VIAJANDO A LA HISTORIA DEL NORTE PERUANO



Las Fiestas Patrias es una buena oportunidad para hacer una buena visita a lugares a los cuales hay que escudriñar con calma y en buena compañía. Esta vez, un grupo de amigas mías, todas peninsulares europeas, y yo, nos íbamos, cual viaje de bodas en viaje relámpago a la ciudad de la amistad. Así, partimos el 27 por la noche y llegamos cerca de las 11 de la noche a Chiclayo. Había hecho ya los arreglos para el hotel y el alquiler de un auto para aprovechar un par de días muy activos por los alrededores. El 28, luego del desayuno, llegó la persona del alquiler de autos para darnos el vehículo que nos iba a dejar por un par de días. Felizmente el auto era automático, lo que tanto a María como a mí nos molestó estas situación, puesto que no solemos manejar uno; por eso pedimos el cambio por otro mecánico. Nos informaron que tenían solo camionetas; hicimos un arreglo por una a buen precio y rentamos una 4x4 que nos iba a cambiar toda la situación. La recogimos del aeropuerto. Una vez hecha la gestión, nos fuimos a recoger a todas las demás amigas que se habían quedado en el hotel. Antes de hacer nuestro primer buen periplo, nos fuimos a Plaza Vea a hacer compras para no tener que gastar tiempo en aglomeraciones en cualquier restaurante y manejar nuestros momentos en días tan cargados de visitantes como lo es fiestas patrias.


Enrumbamos hacia el sur; nos dirigimos a Zaña, nuestro primer objetivo. María ya había estado hace dos años, pero ni Orietta ni Carmen conocían el lugar. Sin embargo, la visita que hizo María en el 2015 fue bastante breve; en esta oportunidad sí íbamos a ir a todos aquellos  lugares que no habíamos visitado anteriormente. Éramos dueños de nuestro tiempo.  Yo había estado allí en 1984 cuando nos encontramos, de manera casual, varios amigos por allí: Pochi Monzón, Sisi Acha, Fanny Muñoz, varios, varios. En ese entonces, Zaña estaba abandonada y los lugares no tenían ninguna señalización ni información como ya la tiene ahora (pero falta mucho aún). En ese entonces, recién terminados la universidad y empezando a tener nuestros pininos laborales, no éramos dueños de muchos recursos. El desplazamiento lo hicimos en bus en ese entonces. Hace tantos años.
Llegamos a Zaña bajo un ligero brillo solar y en vez de ir al Claustro de San Agustín, el punto frecuente de visita, nos dirigimos a los restos de la iglesia de La Merced. Esta se encuentra ubicada en los terrenos de un instituto técnico en cuya entrada vemos dos hileras de árboles frutales, todos oriundos del Perú con unos carteles muy sencillos y descuidados. Y hacia la derecha donde se halla el edificio administrativo, vi una placa interesante: un escudo heráldico con el nombre Mayorga y la ciudad, Zaña. Cuando observaba uno de los árboles, fui picado por un insecto y no pasó de un simple dolor por el aguijón y el escozor propio del ácido inoculado. En realidad, dudo que haya sido una abeja. Felizmente no me causó más estragos que el dolor de unos días en la picadura. Me dirigí hacia las ruinas monumentales para apreciar la imponente fachada que tuvo esta iglesia y el lamentable estado de lo que queda, plagada de nidos de avispas. Las columnas y las bases de la iglesia están ya con todo el ladrillo expuesto. Una de las torres está proceso de colapsar. Un leve sismo puede significar su caída total. Esperemos que las autoridades valoren este patrimonio para rescatarlo y ponerlo en verdadero valor. El sitio es interesante y desde estas ruinas (como iba a suceder luego) teníamos la oportunidad de ver los demás restos eclesiásticos del conjunto arquitectónico de Zaña.   



Retornamos a la camioneta y ahora nos dirigimos hacia la iglesia matriz. Esta está severamente dañada. Está plagada de carteles en homenaje a Santo Toribio de Mogrovejo. Este santo tuvo una misión norteña que lo hizo enfermar en Pacasmayo y morir en Zaña en 1606. En homenaje a este santo, que fue inquisidor (aunque las biografías son benévolas con su accionar), se ha hecho una urna funeraria donde se hallaba la tumba inicial del mismo. La iglesia tiene algunas de sus paredes ruinosas cubiertas con protectores para evitar la lluvia. No sé cuánto más será efectivo eso. Las construcciones de la matriz, la de San Agustín y la de San Francisco son muy parecidas, en sus columnas, hornacinas, la edificación en sí. Luego seguimos un corto camino de trocha y llegamos al pequeño puente colgante de la localidad. Cuando lo visité en 1984, este se ubicaba sobre el lecho de un río seco. Ahora lo veo abundante y rodeado de verde. Consecuencias del reciente Niño costero. Hubo varias personas que lo cruzaban para entretenerse, así como varios bañistas que usaban sus aguas para refrescarse. Ya hacía un poco de calor. Nuestra visita a las ruinas del antiguo Zaña tuvo como últimas rondas a la iglesia de San Francisco, donde uno puede apreciar su bello arco. Tenía la idea errada que este correspondía a la iglesia matriz; este error lo enmendé en esta última visita. Al llegar, descendimos del auto y Orietta tuvo una molestia en su pie; una espina había atravesado su sandalia. Cuando la ayudamos, vimos la dimensión de esta espina que se había adherido al zapato, luego vimos que muchas más estaban clavadas en nuestras zapatillas. Tuvimos que marchar con mucho más cuidado. En el lugar hubo dos turistas que descansaban bajo la sombra. La chica tenía un poco la piel quemada. 











Una vez culminada nuestra visita, nos dirigimos a las ruinas más preservadas: claustro de San Agustín. El espacio está cada vez más recuperado y ha sido poco afectado con el Niño costero. Hacía dos años que María y yo habíamos ido con Isabel y Lorena. En ese entonces un guía nos llevó por las instalaciones. El mismo guía se ofreció y recordó a María luego de una serie de preguntas sobre Europa y sus penínsulas. Fue simpático este reencuentro. Las ocurrencias iban y venían con Orietta a la cabeza.












Después de la visita, nos dirigimos a buscar dulces. Sin querer, ya nos habíamos extendido más de una hora después del mediodía. El tiempo era nuestro. La peregrinación por los postres se dio posteriormente a la visita al museo de la Negritud y Esclavitud. Con Carmen íbamos viendo con detalles todo lo que fue este terrible comercio que fue muy promovido por comerciantes portugueses e ingleses. En realidad, hubo mucho menos población esclava negra en países coloniales españoles que Brasil, Haití (Gran Española) y territorio del sur de los Estados Unidos en el XVIII y XIX. Tras la visita del museo, nos dirigimos a la plaza de armas ante las recomendaciones del Sr. Luis Rocca Torres. El dato de la señora que los hacía fue infructuoso, así que nos dirigimos a una dulcería que se encuentra frente a las ruinas de San Agustín: cocadas, barras de membrillo, fresas y dátiles azucarados; un festín.







Nuestro siguiente destino: Huaca Rajada. Salimos por la ruta asfaltada a Cayaltí. Llegamos a esta ex Hacienda que siempre está en conflicto. Tomamos un camino de trocha hacia nuestro destino. Sipán o Huaca Rajada no estaba lejos, pero no había muchas señales en el camino. Llegamos a nuestro objetivo, más o menos a las 2 pm. Ni Carmen, ni Orietta conocían el museo; según Orietta, había estado en este lugar cuando recién había muerto el Señor de Sipán. El museo es, a pesar de haber perdido algunos recursos técnicos en su inauguración la década pasada, una visita interesante. Tiene una buena museografía y bellas piezas de los diversos entierros de la huaca. En realidad, esa huaca es una gran necrópolis de nobles moche. Luego de la visita, almorzamos con la rica ensalada que había preparado María, quien ya no entró al museo ni a la huaca. 








Luego del almuerzo rociado de cerveza nos fuimos a visitar la fuente de la riqueza del lugar. Ya estaba cayendo la tarde y Ventarrón iba a quedar para otra visita. Partimos cerca de las 5:30 con destino a Pomalca. El camino está todo asfaltado. En el museo de la Esclavitud vi una foto de una capilla en ruinas pero con algunos restos interesantes: Saltur. Cuando salimos de Sipán, cruzamos Saltur, así que entramos a buscar la famosa capilla. Vimos una nueva capilla, no sé si esta sea, pero la curiosidad sí me hará volver al lugar. Llegamos a Chiclayo cerca de las 6:30; luego saldríamos a cenar. Buen primer día.