¡Vaya elecciones norteamericanas! Imbuidas en la pandemia, la fuerte crisis económica, los miedos a cualquier cosa o acción que evoque a un hipotético socialismo y la marcada influencia tendenciosa de una cultura que vive de las encuestas; la semana que pasó ha sacado varios y diversos demonios norteamericanos que están mostrando profundas y preocupantes brechas no solo en lo económico, sino en lo social y cultural, brechas que repercuten en la vida política de ese país. Al terminar de redactar este artículo la balanza se inclinó a favor de Joe Biden, quien será el inquilino de la Casa Blanca, en su calidad del cuadragésimo sexto presidente de esa nación. Sin embargo, hay nubarrones en el panorama.
La figura polémica de Donald
Trump desata fuertes pasiones. Hemos visto por diversos medios las reacciones
de muchos adeptos y correligionarios con actitudes desafiantes y autoritarias
que han generado profundas grietas en el tejido social norteamericano; también
hemos visto las reacciones de diversas comunidades, personalidades y
movimientos contrarios a este presidente por las numerosas declaraciones,
actitudes y desplantes que lo han caracterizado desde su campaña electoral
hasta su periodo presidencial que culminará el próximo enero. Previas a las
elecciones que lo enfrentaron a Hillary Clinton, sus declaraciones racistas,
sexistas, xenófobas y bravuconas eran aplaudidas por aquellos que miraban en él
las posibilidades de volver a hacer a “América grande otra vez”. En su política
exterior tendió a aislar a los Estados Unidos ante una posición que no dejaba
de tener cierta razón desde el punto de vista de un inversionista; sin embargo, en las relaciones internacionales, aunque tengan mucho de ese trasfondo, las cosas
no se mueven necesariamente así. Además, la errática visión pragmática frente
al caso de coronavirus ha tenido consecuencias nada positivas, como le pasó a
la suerte de adlátere que es Jair Bolsonaro. Sus políticas económicas por
encima de las de salud llevaron a sus países a una expansión de la epidemia a
niveles insospechados y, con el agravante de una segunda ola devastadora que
está generando mucha zozobra. La pandemia hizo que millones de estadounidenses
hayan emitido su voto por correo, acción que ha sido cuestionada por Trump al
decir que hay claras evidencias de fraude y que, a la larga, esos votos han
decidido la suerte del ahora virtual presidente norteamericano. Trump y sus
seguidores han actuado erráticamente y dejan mucho por desear: desde la
autoproclamación de su reelección, desconocimiento del voto electoral y el no
reconocimiento de estas elecciones. Esta actitud nos hace recordar las últimas
elecciones en las que Keiko Fujimori nunca reconoció el triunfo de su
contrincante y dio la consigna de boicotear al Poder Ejecutivo desde cualquier
frente con el avieso Congreso que terminó por ser clausurado. ¿Biden y América
Latina? Muchos apuntan que nada cambiará. Veremos.