1. Cuando era muy joven, en
Arequipa, un día hablaba con el padre de un amigo que había salido de Alemania
entre guerras: el señor, bastante mayor, me comentaba que siempre le daba
cólera ver la serie televisiva norteamericana Combate con Vic Morrow, pues mostraba
a los alemanes como los malos y estos tenían que perder. Sin chistar e
incuestionable. 2. Al retorno de mi experiencia becaria en Dinamarca, tuve que
volar a Lima vía Madrid los primeros días de febrero de 1995. Perú estaba en
conflicto con Ecuador; el piloto y personal de la tripulación nos informaron
que el viaje iba a demorar un poco más, puesto que no podíamos sobrevolar
territorio ecuatoriano por tener nuestro vuelo como destino final a Lima:
inmediatamente mostraron el mapa de ambas naciones en las grandes pantallas
utilizadas para proyectar filmes durante el vuelo. El comentario de varios pasajeros no peruanos
era automático: David contra Goliat. Uno soltó una censura contra nosotros
aduciendo que éramos abusivos y ambiciosos. 3. A raíz de dicho conflicto, invité
a un amigo periodista que había estado con el presidente de entonces, Alberto
Fujimori, en la Cueva de los Tayos para que contara su experiencia a mis
alumnos en clases en la universidad que enseñaba; los comentarios del
periodista confirmaron el irresponsable actuar del entonces presidente,
afirmación totalmente opuesta a la que muchos medios difundían. 4. En
televisión por cable proyectaron el documental 11M que narra el atentado
terrorista de Al Qaeda contra varios trenes en Madrid; inmediatamente el
gobierno de entonces de José María Aznar persistió en la teoría que este ataque
había sido organizado por el grupo terrorista vasco ETA, teoría que fue
esgrimida permanentemente por todos los integrantes de su gobierno hasta que
las evidencias refutaron todo.
En mi artículo dominical de la
semana pasada escribía sobre el texto El sueño de la razón de
Juan Villoro, en el cual pedía con urgencia desarrollar el pensamiento crítico,
ese que Edgar Morin promovía de manera insistente. Ante un mundo virtual
avasallante construido por una rapidez informativa, el ciudadano no tiene tiempo
para reflexionar y construye una verdad sustentada en la parte emotiva del
lector o del televidente. Estamos construyendo una “verdad” en base a emociones
que contornean y terminan distorsionando nuestra percepción. El ciudadano no se
da el tiempo de pensar y cuestionar lo que los medios nos dan enlatado, obligándonos
a pensar de manera unilateral en un mundo multilateral; los envoltorios son tan
convincentes que los aceptamos sin chistar. El terrible conflicto bélico en
Ucrania es el espacio donde se van contorneando monstruos y lavando rostros de
otros para ser los “buenos de la película”. Peor; así como los nazis
prohibieron a los polacos oír a Chopin, ¿se llegará a prohibir ver filmes de
Tarkovski, leer a Tolstoi o Pushkin, u oír a Prokofiev o Tchaikovski? Absurda
guerra dolorosa.