El derecho y la justicia, en sus esencias, han sido vapuleados en esta última semana en varios sucesos, tanto a nivel nacional como internacional. Envuelto en medio de un escándalo mayúsculo, la visita del cuestionado Ministro del Interior a Suiza para intentar justificar el posible retiro del Perú de la CIDH ha puesto a nuestro país en una situación delicada ante muchos organismos internacionales y diversos gobiernos; el prurito de seguir adelante con una cuestionable ley de amnistía a militares y policías que cometieron crímenes de lesa humanidad ha envuelto a una serie de partidos políticos que siguen el juego congresal de pagar favores y negociar futuras patrañas. El hecho de generalizar justos reclamos de personal militar con aquellos que cometieron asesinatos a mansalva y con todo el poder en sus manos ha desvirtuado el real sentido de la amnistía para ser aprovechada por aquellos que no la merecen. En nuestro país, en el que se trata de buscar una justicia colectiva e individual, acciones como estas van en detrimento de esta y la sociedad en su desesperación puede tomar acciones extremas (al estilo Fuenteovejuna) como el caso Huayanay en 1973, cuando la justicia es esquiva para aquellos que la necesitan a gritos. Para extender esta carencia, cínicamente el Congreso ha archivado la denuncia constitucional contra Boluarte de sus cargos por la muerte de más de medio centenar de peruanos. Continuando con el debilitamiento de la justicia peruana y la negación de derechos a los ciudadanos, el nada menos presidente de la Junta Nacional de Justicia (JNJ) (bastante irónico), Gino Ríos, fue blindado por sus colegas para que continúe en su puesto. El cuestionado personaje, denunciado por su ex esposa por violencia familiar, debe ser un hombre “probo” para poder elegir, nombrar y destituir a jueces y fiscales encargados de impartir justicia a lo largo y ancho de nuestro territorio. Para muchos de sus colegas que lo blindaron, la probada agresión contra su cónyuge no es razón necesaria para sacarlo del puesto. Bajo la óptica de estos, esos tipos de agresiones son irrelevantes. Peligrosa situación en una sociedad en la que la violencia familiar es bastante frecuente en todos los estratos sociales. En nuestro país en el que el pan con chicharrón es más relevante que la realidad, la JNJ nos da un terrible ejemplo de impunidad. Y el caso de Charlie Kirk, un líder conservador juvenil estadounidense, asesinado de un balazo en el cuello, es un caso complejo en los que el derecho y justicia han llegado a límites extremos. Vemos estas polarizaciones alrededor del mundo y sus consecuencias pueden revertir en uno. Predicar violencia y discriminación incita un individualismo a ultranza en desmedro de los actores sociales. La ligereza de Trump de culpar a personas de cierta ideología incrementa una exacerbación desmedida que puede traer consecuencias nefastas contra los derechos de las personas injustamente culpadas.
1 comentario:
Al leer tu artículo, no puedo evitar sentir una profunda preocupación por cómo se están vulnerando los principios básicos del derecho y la justicia en nuestro país. La manipulación política de la justicia, como la propuesta de amnistía para militares y policías que cometieron crímenes de lesa humanidad, refleja un uso perverso de la ley que solo perpetúa la impunidad. Además, el descarte de denuncias graves y el blindaje de figuras cuestionadas en instituciones clave como la Junta Nacional de Justicia demuestran un alarmante desprecio por la ética y por los derechos de quienes más necesitan justicia. Este actuar solo contribuye a aumentar la desconfianza de la sociedad y pone en riesgo la estabilidad social.
A nivel internacional, casos como el asesinato de Charlie Kirk muestran cómo las polarizaciones extremas y los discursos de odio pueden llevar a situaciones límite donde la justicia queda subordinada a intereses ideológicos y conflictos. Me alarma que en un mundo cada vez más fragmentado, la justicia pierda su esencia de equilibrio y respeto hacia los derechos humanos, mientras se alimentan el individualismo y la violencia. Siento que mientras no recuperemos el verdadero significado del derecho y la justicia, tanto en Perú como en otros lugares, estaremos destinados a vivir en una constante disputa donde los más perjudicados serán siempre los ciudadanos comunes.
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