Acabada la telenovela de Paolo Guerrero, UCV y el clan Acuña; es necesario volver a los asuntos que son importantes y urgentes para la ciudad, como lo son la seguridad ciudadana y la erosión costera. Pero también hay que abordar temas que, aunque para muchos no son tan relevantes, sí coadyuvan a que la violencia e inseguridad se hayan tornado elementos cotidianos que comienzan a ser aceptados sin tanto remordimiento por las autoridades o asombro por la población. El deterioro de la planificación urbana de nuestra ciudad es una historia vieja, ahora agravada con el caos arquitectónico que ha convertido a muchas residenciales o el centro histórico es lugares desagradables y lesivos contra la calidad de vida en general. Es sabido que mucha gente construye de acuerdo con sus propios intereses, trasgrediendo muchas veces los espacios de los vecinos o de la comunidad en general; la construcción en nuestras urbes es una muestra de lo caótico que es la vida cotidiana sumándose a ello el tráfico de terrenos y el cuestionado otorgamiento de licencias de construcción en zonas restringidas. Hay que resaltar que muchos de estos factores son generadores de violencia, pues hay bandas organizadas tras ello. Pero hay otros que incrementan el deterioro de la estabilidad social de determinado vecindario. En el experimento psicológico de las Ventanas Rotas, hecho por el psicólogo social estadounidense Philip Zimbardo se explica cómo ciertas condiciones permiten la germinación de la violencia en diferentes entornos sociales (https://psicologiaymente.com/social/teoria-de-ventanas-rotas). Este experimento, aplicado en diferentes espacios urbanos socioeconómicos, dio resultados interesantes de cómo una condición especial podía generar reacciones insospechadas en núcleos sociales disímiles. Con dos autos abandonados, se comenzó el experimento; con el hecho de haber roto un vidrio de uno de los autos abandonados en un barrio acomodado, una sutil violencia comenzó a generarse y, de pronto, la calidad de vida de esos ciudadanos se deterioró. Esta experiencia tiene repercusiones psicológicas, sociológicas, culturales y económicas. El resultado de este experimento de las ventanas rotas puede extrapolarse con otros elementos que puedan generar el deterioro de un vecindario. Y esta decadencia se manifiesta en diversos grados de violencia que afectan a los residentes. ¿Es Trujillo una realidad socioeconómica que va en camino a ello? Basta ver diversas urbanizaciones para observar cómo han ido afectando, por ejemplo, el patrimonio de las familias que residen en los mismos. Sólo con revisar la variación de costos de los terrenos y casas a lo largo de los años comprobaremos cómo esta silenciosa situación causa estragos en el tejido social y económico de nuestra ciudad. Muchos arguyen que eso es el progreso y que es inevitable. Entonces cabe preguntarse cómo estamos entiendo el progreso nosotros, así como nuestras autoridades.
3 comentarios:
La pantalla de Guerrero, hace que la población olvide por un momento,nuestra terrible situación de violencia parti cularmente me siento huérfana de protección, ante las autoridades nosotros no les importamos si vivimos o morimos, que paso con el servir como autoridad a nuestro pueblo y no servirse del pueblo y peor aún ser parte de la delincuencia , es muy triste pero una realidad la cual no podemos frenarla....
Cuantos años más de decadencia e ignoracia debe mostrar un clan como el mecionado para ser expulsado del gobierno?
Un pueblo incapaz de lograrlo merece las autoridades que tiene.
Si hablamos de política y de lo caótica que está la ciudad y ojo no solo la ciudad, el Perú en su totalidad ... Nunca cambiará nuestro país, si no cambiamos ese chip de la idiosincrasia de beneficios a cambio de algo, que lástima da mi Perú por culpa de tanta corrupción
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