Ilustración de Amorim para La Sonrisa Inca Cusco 2018
Asemejándose
a la execrable y deteriorada política central, plagada de turbios y corruptos
congresistas mochasueldos o con actitudes de gamonales, y personajes del poder ejecutivo
ambiciosos de poder, encabezados por una lamentable presidenta; la ciudad de Trujillo
va dando tumbos en espiral hacia un foso que se hace cada vez más profundo. El
estilo de gobernanza de Arturo Fernández ha ido encontrando en el camino muchos
detractores y poca buena voluntad de enfrentar los problemas de nuestra ciudad.
La primera semana de julio, nuestra máxima autoridad edil estará cumpliendo
medio año de gestión y lo que tiene en creces es el número de funcionarios
renunciantes de diversos puestos del organismo municipal. Al borde de llegar al
medio centenar de renuncias, esto está tornando caótica la gestión en general
al descabezar procesos que se están ejecutando en momentos tan urgentes como el
del enfrentar el venidero fenómeno de El Niño anunciado para inicios del año
entrante. Las pocas lluvias que nos afectaron en marzo fueron un verdadero
campanazo que debería servir para tener claro los objetivos y la ruta de
trabajo para atenuar las consecuencias de este. No olvidar que el desastre lo
hacemos nosotros por nuestra incompetencia o por las acciones dolosas hechas, productos
de la corrupción (que es mucha).
El estilo confrontacional de Fernández atrajo a muchos votantes que se sienten atraídos con posturas provocativas y altisonantes, cercanas al circo y a la gestualidad grandilocuente que cautiva a muchos. Estilos peligrosos ligados a la demagogia y que se impone cada vez en diversas partes del mundo; somos parte de este fenómeno que implica un desgaste de las clases políticas tradicionales que permiten el ascenso de personajes marginales y hasta cierto punto pintoresco, y llegan al poder. Desde Fujimori, hemos visto la desaparición de partidos como el APRA, PPC y otros y han surgido “partidos políticos” de clanes familiares u otras motivaciones usando en “pantalla” candidatos que fluctúan de acuerdo con las emociones de un electorado hastiado y muchas veces irresponsable con su voto; incluso Pedro Castillo encaja en este circuito que ha permitido que tengamos personajes insólitos en sillones municipales y regionales de muchas partes de nuestro país. Aunque en el caso regional seguimos en las mismas letanías, el sillón edil no escapa de ello. Fernández ha recibido una papa caliente, una municipalidad plagada de corrupción e ineficiencia en sectores que son una pesadilla como transporte público, seguridad, planificación urbana (¿existe?) y otros. Su actitud de desnudar la ineficiencia de sus trabajadores es, también, a la larga un reconocimiento de su incapacidad de poder haber seleccionado un personal más idóneo para su gestión. Está escupiendo al cielo. Y la posibilidad de poder contar con nuevos cuadros que reemplacen a los renunciantes se van reduciendo al ir ganando enemigos y detractores entre varios profesionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario