La gestión edil saliente está
cerrando su periodo entre el ridículo y la incompetencia. Es el pequeño
universo que encierra la política peruana en general: movidas subrepticias, palabras
fatuas y silencios cómplices y fatales para la sociedad en su conjunto. Además,
Daniel Marcelo, como despedida, hizo algunos cambios que han lanzado a la calle
a varios trabajadores de diversas áreas con el consiguiente descontento social
ad portas del nuevo año. APP colocó a estos dos políticos que han terminado en
un abierto enfrentamiento para beneplácito de pocos y pesadilla de muchos. Pero
nunca hay puntada sin hilo, y esta oscura situación puede ser una gran rémora
para la nueva gestión que recibe el gobierno municipal hoy 1 de enero.
La ciudad arrastra algunos problemas
puntuales desde décadas: tratamiento de desechos, colapso del sistema vial y
seguridad ciudadana. Hay que agregar sistema sanitario y educación que
colapsaron durante la pandemia. La última caótica gestión no ha hecho sino
agravarlos. Y todos tienen que ser vistos de manera holística para no atacar
los problemas de manera parcial o unilateral: por eso, hay que trabajar con la
vecindad, el mundo académico, cultural, educativo y empresarial; y rodearse de
un equipo de comunicación asertivo y verdaderamente multidisciplinario. Muchos
de los problemas que la ciudad tiene son de corte cultural-educativo por lo que
se hace necesario abrir canales de comunicación con la ciudadanía en el manejo
de desechos sólidos y reciclaje, y el trabajo colaborativo en seguridad
ciudadana. Asesoría y coordinación con otras ciudades que han desarrollado
planes globales para el tratamiento de la violencia y ornato serán pertinentes
y las medidas adoptadas deben ser coercitivas como política ciudadana,
difundidas a todos los niveles (importante trabajo articulado con actores
culturales y educativos). Hay ciudades que han tenido muchos logros macro:
Medellín, Cuenca, Guayaquil y algunos planes desarrollados por Arequipa o Piura,
sin ir muy lejos. Un ejemplo: Trujillo todavía carece de un plan en conjunto de
mantenimiento de calles: sistema eléctrico, telefónico, agua y desagüe y
reparación de calles deberían coordinar permanentemente y de manera expeditiva
para intervenir en reparación de calles y avenidas de nuestra deteriorada ciudad.
Esta nueva gestión podría pasar a la historia de planificar un sistema de drenaje y un completo tratamiento de residuos sólidos y líquidos para una ciudad que ve incrementar lluvias que afectan el endeble asfalto, y que arroja 400 toneladas diarias de basura, muchas de las cuales pueden ser recicladas efectivamente. Pero hay un fantasma que recorre toda gestión municipal: la corrupción. El ejemplo del corrupto clan Becerril en Chiclayo deshizo todo un plan de manejo global de residuos con la Cooperación Suiza. La corrupción a todo nivel puede, eso sí, acelerar la corrosión edil en desmedro de la ciudad. ¿Podrán contra ese cáncer?
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