06 de junio. Nuestro país enfrentó el dilema de escoger dos estilos de corrupción. Luego de la letanía de un fraude inventado por el partido perdedor y sus aliados, la sociedad peruana desconocía agónicamente quiénes eran los personajes que iban a formar la parte ejecutiva del nuevo gobierno: a veces, uno puede pensar que ambos líderes jugaron en pared para permitir que la sociedad ignorase lo que se estaba tramando. Ambos líderes de los partidos en contienda enfrentan severos problemas con la justicia y esperamos que pronto esta actúe y envíe a prisión a dichos personajes que pusieron al país en difícil encrucijada. El 28 de julio, Pedro Castillo destacó en su discurso presidencial la lucha frontal contra un mal anquilosado en todo el tejido social peruano: la corrupción. Este tema sensible fue obviado durante este periodo electoral, pues casi todos los candidatos en ciernes, tanto en la primera como segunda vuelta, sea de izquierda o derecha, traían buenos pasivos. Permitir que Keiko, quien estuvo en prisión preventiva y con graves asuntos pendientes, haya postulado; así como Cerrón, presidente del partido ganador y con casi 20 casos en trámite, camine orondo por espacios públicos es muestra interesante de cómo los peruanos tenemos una especial relación con la corrupción. Era mejor hacerse de la vista gorda que preocuparse de detalles. “Roba, pero hace obra; roba y me deja robar”. Y el avance de esta ha sido implacable en todos los estamentos sociales. Es interesante ver a diversas personalidades públicas cuestionadas exigiendo transparencia cuando tienen una viga en su ojo, sean políticos o medios de comunicación. Hay silencios mediáticos interesantes como el narcotráfico y las formas ilícitas de producción (minería, por ejemplo)
Aquí toca hablar sobre los
partidos políticos, verdaderas fachadas de mediocridad y delincuencia (entre
ellas, la corrupción) que nos dan un reflejo de lo deteriorado que se halla el
tejido social. El hecho de que PL no tenga cuadros para completar su
organización ejecutiva es la situación que vemos en realidades más pequeñas,
como en nuestra ciudad, por ejemplo (hoy ha salido un reportaje sobre el accionar de la gestión municipal). A pesar de algunos ministros destacados, estamos
viendo lo que usualmente han hecho todas las anteriores gestiones: favores políticos
partidarios. Pesa, además, la escasa o nula formación de cuadros técnicos
debido a la escasa o nula actividad partidaria, lo que arroja resultados
patéticos como los que estamos viendo en las intenciones de algunos "ministeriables". Esto nos lleva a otra cruel realidad incrementada en los últimos
años: el centralismo. La idea romántica de formar cuadros provincianos choca
con el desmantelamiento que han sufrido nuestras regiones en las últimas décadas;
y esto pasará “inexorablemente” con los buenos ministros exportados a Lima que
engrosarán el aparato estatal o privado capitalino. ¿Se podrá luchar contra ese
cáncer? La sociedad civil debe asumir un rol más activo.
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