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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 15 de septiembre de 2019

COHERENCIA, COMPRENSIÓN LECTORA, CODINOMES (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO DOMINGO 15 SETIEMBRE)


En clases de lengua durante la preparación de varios estudiantes míos con el fin de hacer un buen discurso sobre un tema libre de su preferencia, les pedía que fuesen muy cuidadosos en la selección de sus argumentos, en la construcción textual escrita (términos adecuados, orden argumental, estructura) y en la expresión oral que tenía por finalidad no solo exponer sus ideas, sino acompañarlas con todos los recursos paralingüísticos que apoyasen su tema, que enriqueciesen su capacidad de persuasión. Durante la preparación abordamos todos estos puntos con ejemplos que mostrasen las buenas, así como las malas prácticas en la construcción de uno. Generalmente se recurre a ejemplos tanto de mala estructuración de ideas como de un vocabulario de infeliz uso que terminaban por derrumbar un tema interesante para cualquier público; pero también tenemos algunos ejemplos simpáticos de creaciones textuales muy bien estructuradas sintácticamente, pero son incomprensibles. Tal es el caso del famoso glíglico, una suerte de lengua inventada por Julio Cortázar con la que escribe todo el capítulo 68 de su famosa novela Rayuela. Al leerlo, hay una identidad sintáctica, capacidad lograda por una persona que maneja la lengua con brillantez. Otro personaje capaz de construir textos vacuos reforzados por una verborrea proverbial era Cantinflas. Ambos personajes fueron utilizados con un propósito de contraejemplo de un buen texto para un discurso. Estos genios artísticos estiraron la capacidad lingüística para demostrarnos, por oposición, usos y abusos de nuestro idioma. Sin embargo, Karina Beteta, vicepresidente del Congreso, dio un discurso al mejor estilo cantinflesco, obviamente no con la intención de parodiar aberraciones discursivas. Lo peor de todo es que este discurso fue pronunciado durante la inauguración de un curso de formación para escolares, que en su conjunto reciben críticas veladas por su baja compresión lectora y razonamiento verbal. Espero que a estos alumnos no se les evalúe semejante ridiculez. Irónica e desopilante situación.
En la búsqueda de un vocabulario adecuado para el discurso de mis alumnos, discutíamos el uso de diversos términos de manera apropiada para un contexto u otro; comentábamos sobre el éxito de un término u otro, caso los apodos, tan frecuentes en la sociedad peruana, a tal grado que reemplaza al verdadero significante que se le otorga a uno en la sociedad (ergo, nombre de pila) hasta reemplazarlo en su totalidad. Eso sucede, por ejemplo, con el famoso Pichulita Cuéllar, cuyo nombre nunca lo conoceremos durante la breve novela de Mario Vargas Llosa, Los cachorros. Lo interesante es la evolución de un determinado apodo en ciertos contextos, como está pasando en el mundo político peruano. Los Codinomes, nuevo término surgido por las circunstancias, es la nueva caja de sorpresas que tenemos.
Estamos recibiendo, pues, motivadoras clases de lengua gratuitas.

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