Este año con un grupo de
amigos y familiares, he tenido la oportunidad de ir a diversos lugares del
Norte peruano. Tumbes, Lambayeque y Amazonas fueron las regiones elegidas por
mis amigos para poder buscar descanso y conocer más maravillas naturales y
arqueológicas que tiene nuestro país. Durante los fascinantes y, a la vez,
frustrantes viajes uno puede constatar cuáles son las fortalezas de nuestro
Norte y cuáles son las debilidades y riesgos que aquejan a nuestras ciudades y
entornos por las cuales nos estamos quedando rezagados en el circuito mundial
de un turismo selectivo como el arqueológico, gastronómico, ecológico y
paisajista.
Me quiero focalizar en dos
debilidades: sistema vial en su conjunto y servicios. Lo relacionado a
servicios, hay notables avances que puedes percibir tanto en hoteles como
restaurantes, este último con un buen camino por recorrer aún. Es frustrante
llegar a diversos establecimientos y ver las condiciones higiénicas del mismo.
En ese sentido, el núcleo de Chachapoyas y sus alrededores han dado un salto
cualitativo significativo: cada vez hay más restaurantes con condiciones de
salubridad satisfactorias. Lo mismo se ve en Tumbes al visitar algunos hoteles
y restaurantes. La ola de turistas ecuatorianos en esa zona ha permitido el
incremento de la oferta gastronómica. Y Chiclayo sí tiene una interesante
variedad que resulta atractiva para los viajeros extranjeros. Pero hay que
avanzar más.
En cuanto al sistema vial hay
todavía una gran brecha urgente de solucionar; no solo para el turismo, sino
para el bienestar de todos nosotros. Además, es necesario incluir en este punto
la cultura vial tan venida a menos en el Norte peruano. El estado de las
carreteras y calles de las ciudades norteñas ahuyenta a los conductores que
viajan por placer; además está la avezada forma cómo se conduce por todas las
vías costeñas norteñas. Accidentes pequeños y mortales son frecuentes, no solo
por choques y arriesgadas maniobras que hacen vehículos públicos como privados;
sino por accidentes causados por peatones que no tienen conciencia del espacio en
que se desplazan. Manejar en Perú es un acto que linda con el heroísmo y el
riesgo mortal. La inacabada Autopista del Sol es una gran frustración. La red
vial es insuficiente. En la Región Amazonas hay zonas bellas, valles
sorprendentes y restos arqueológicos interesantes; pero las rutas de acceso son
lamentables. Por otro lado, conducir en nuestras ciudades plagadas de mototaxis
y ticos, duchos en hacer maniobras irresponsables, termina por hacer colapsar
los nervios de cualquier templado conductor. Las reglas de tránsito son letra
muerta y un ejemplo de ello es Trujillo. Una diferencia que experimentamos con
las autopistas y calles ecuatorianas en nuestra visita en mayo. Envidia total.
El turismo es un motor que
involucra muchas empresas, instituciones y ciudadanos. Cuidemos nuestra
gallina de los huevos de oro.
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