Domingo 27 de enero. Cuéllar y
Segovia. Carmen había preparado dos propuestas posibles para aprovechar ese
día. Carmen había tratado de ajustar a sus tiempos, pues ella continuaba con su
trabajo en la dirección de un colegio en su natal Palencia. Era Salamanca o
Segovia; se decidió por esta última y la visita iba a ser todo un viaje hacia
el pasado visigodo, musulmán y cristiano de España, al mundo mozárabe y nazarí en
la transición que fue la península ibérica y del cual, los americanos íbamos a
recibir toda una herencia. Una vez en El Cairo fotografié una calle con
balcones, la pasé a digital y la colgué en redes sociales; muchos amigos
pusieron muchas observaciones, pero recuerdo una que me causó gracia y, a la
vez, reflexión: el comentario decía “Es Cinco Esquinas de Lima”, igual,
idéntico. España trajo mujeres moras en la conquista, quienes conformaron las
nuevas identidades en esta parte del mundo. Si se dice que hasta el cebiche es
una mezcla de sazón árabe con ingredientes americanos. También el mundo de los
postres y que se enriquecería con el mundo negro. En fin.
Luego del desayuno castellano
que preparó Carmen, nos fuimos hacia Cuéllar. Tomamos el camino para
Valladolid. Tomamos la autopista VA-30 y desde Valladolid, la A-601. Estábamos
atravesando el espacio castellano, plano y vacío, agrícola y amplio. Y llegamos
a Cuéllar, una bella ciudad medieval amurallada, con antiguas iglesias de
piedra y que posee un pequeño bello castillo, todo rodeado por un extenso pinar
el cual iba a contemplar desde lo alto de dicho castillo. Este fue mi primer
contacto con la belleza del arte mudéjar, el practicado por los árabes
musulmanes que se habían quedado en territorios conquistados por los cristianos
y que era empleados por los católicos para construir sus castillos, iglesias o
palacios, dándoles el toque del rico arte musulmán. Como llegamos un poco
temprano, nos fuimos a dar una vuelta por la vieja ciudad amurallada. Nos
enrumbamos hacia la Puerta de San Basilio para “ingresar al sector viejo. Esta
pequeña ciudad tiene joyas arquitectónicas invalorables: San Esteban, la cual
estaba cerrada, pero el edificio exterior es imponente y muestra digna de este
tipo de arte; San Martín, en donde veremos una exhibición de la historia de la
ciudad y del arte mudéjar; San Andrés, la cual también estaba cerrada; y una
joyita, la capilla de la Magdalena. Esta última sí pudimos visitarla, luego de
caminar por las calles de la vieja judería y atravesar la bella puerta que no
ha sido demolida. La judería no tuvo tanta relevancia como sí las tuvieron
varias aljamas en España y Portugal; en el caso de los alrededores, fueron las
de Segovia, Palencia, Frómista y Valladolid. En la capilla, una señora amable
nos atendió vivamente, pues en esta parte del año pocos turistas llegan a la
zona. Cuéllar está considerada en una zona muy fría. La capilla es una
construcción gótica discreta, pero su interior está cargado de arte e historia
medieval. No pudimos ver el parque arqueológico de San Esteban, pues el turno
para ingresar al castillo ya era pronto. Aquí más datos de este interesante
ciudad (http://www.eladelantado.com/provincia-de-segovia/cuellar-historia-y-toros-entre-colinas/) (https://www.uv.es/charco/documentos/cuellar.htm). El
castillo de los duques de Alburquerque nos permite ver diversos periodos de esa
España gloriosa. Aquí fue capturado el valido Álvaro de Luna. Y luego vimos la
iglesia de San Martín que se ha convertido en un centro de interpretación del
arte mudéjar. La exhibición audiovisual es didáctica y muy atractiva, y te
explica detalladamente lo que es este arte y lo vinculado que está con la
historia de la ciudad en su conjunto. En esta página se puede encontrar más
información: https://www.cuellar.es/.
Nuestra visita había terminado
y nos enrumbamos hacia Segovia. Esta no es una gran ciudad muy poblada, pero
encierra tesoros invalorables en dos grandes espacios: su Alcázar y su Catedral.
Ambos monumentos son perceptibles a la distancia y luego otro gran monumento:
su Acueducto. Al llegar a la ciudad, buscamos un lugar para dejar la camioneta.
Como ya era hora de almorzar, nos fuimos a un lugar famoso: Restaurante Mesón
de Cándido. Felizmente sí había un sitio para nosotros y pudimos comer un buen
lechoncito. Pero no solo la comida era deliciosa, sino que pudimos ver el
espectáculo para demostrar la calidad del lechón recién preparado; el dueño de
casa lo cortaba como un plato y una vez concluida su acción, las piezas eran
servidas a los comensales. Todo un show. Carmen había hecho una buena elección.
Una vez concluida, nuestro almuerzo y con la barriga llena y el corazón
contento, nos pusimos a caminar. Nuestro objetivo: el alcázar. Tomamos la calle
Juan Bravo, en la cual hay numerosas casas y palacios destacados como la de los
picos. En el camino nos encontramos con la bella iglesia de San Martín, un imponente
monumento de arquitectura románica que se construyó sobre unas termas de origen
romano, el corazón de la ciudad en aquellos tiempos. También la iglesia de San
Andrés, otro bello monumento que mezcla lo románico con lo gótico. Llegamos a
la plaza mayor, pasamos al lado de la catedral y seguimos en dirección al Alcázar.
El Alcázar es un monumento
regio cuyos orígenes datan del siglo XII. Se construyó momentos que estos
reinos (aún no existía España como tal) pasaban zozobras no solo con los
musulmanes, sino con sus vecinos también. El principal rey que lo enriqueció en
construcciones fue el mismo Felipe II, aquel que había mandado a construir El
Escorial. Antes de ingresar al complejo arquitectónico, hay una plaza simpática
en la que se encuentra una casa denominada De la Química y un monumento a los
héroes Daoíz y Velarde que lucharon contra los invasores franceses un 02 de
mayo de 1808. El edificio tiene dos grandes patios, el de Armas y el del Reloj,
y una serie de salas y cámaras a cuál más decorada y esplendorosa. Me gustaron
la Sala del Trono, la de la Galera y la de las Piñas; pero la mejor es la de
los Reyes, en la que hay una serie de bustos de reyes de las dinastías
Trastámara y Habsburgo. Este monumento tuvo un gran incendio en 1862, que lo
dañó por completo. Es interesante ver el foso que tiene en la entrada. Desde lo
alto puedes ver la ciudad y su gran catedral, que era nuestro siguiente
objetivo. Aquí dejo su página oficial: https://www.alcazardesegovia.com/.
Salimos con rumbo a la
catedral, la Catedral de Santa María y San Frutos. Las calles de Segovia son
sinuosas y estrechas, la herencia medieval. Subimos por la calle Daoíz hasta
nuestro objetivo, vimos nuevamente la iglesia de San Andrés, pero no entramos.
Nos quedaba poco tiempo. Además, la catedral fue otro regalo a la vista. La
historia de esta iglesia como institución es bastante movida. Este edificio es
el tercero para una catedral que sufrió dos destrucciones previas en otros
lugares, la segunda al costado del actual Alcázar. Se la ubica como una
construcción gótica tardía, cuando ya este movimiento artístico iba siendo “reemplazado”
por el Renacimiento. Está ubicada en la parte más alta de la ciudad antigua,
esa es la razón por la que es bastante visible a la distancia, fuera de su
considerable volumen, ya que mide 33 metros de alto, 50 de ancho y 105 de
longitud. En realidad, es difícil indicar qué es lo más bello en su interior: el
entierro de Cristo de Juan de Juni en la capilla de la Piedad; el Cristo
yacente de Gregorio Fernández (impresionante); el claustro. Aquí más detalles: http://www.jdiezarnal.com/catedraldesegovia.html
y un video para disfrutar del lugar como visita guiada visualmente: https://www.youtube.com/watch?v=7yer103A5fo,
donde la llaman la Dama de las catedrales. No pude subir a la torre, pues ya
era casi hora de cerrar. Con Carmen habíamos caminado bastante y nos dimos nuestra
pausa para tomar un rico café y comer un postre para el tramo de retorno. Nos
fuimos a un café, Las Tres Bbb. Luego de esta pausa, comenzamos el retorno hacia
la camioneta y luego a casa. Cruzamos las calles medio festivas de la ciudad. Y
llegamos al Acueducto, al cual subí para tener una vista nocturna del mismo y
del barrio. Perfecta iluminación.
Nos fuimos a la camioneta para
partir a Palencia. Ya era un poco tarde. Habíamos hecho una jornada fantástica,
gracias a Carmen. Los siguientes días nos íbamos a hundir más en el románico
palentino.
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