Quizá uno de los más grandes logros del pensamiento humano en los
últimos 200 años es el avance arrollador de la mujer en diversos campos del
quehacer humano. El rol femenino en muchas actividades humanas fue siempre el
de un segundo orden, con patrones claramente establecidos por siglos, a lo cual
contribuyeron factores culturales reforzados por la marcada división del
trabajo; así como roles delimitados al ámbito familiar, reforzados por un
determinismo científico o religioso. El desarrollo del capitalismo en el siglo
XIX fue una gran oportunidad para que, de manera consciente o no, la mujer
comience a asumir un rol más protagónico en la sociedad; todo esto ayudó a
replantear paradigmas como es el caso de género, palabra pobremente limitada a
lo sexual siendo todo un constructo mental y social, que ha recibido ataques
arteros por parte de diversas personas (no solo hombres), sea por falta de
conocimiento o por temor a la franca competencia que se han ido convirtiendo
las mujeres en los últimos años. La aparición de
la máquina permitió que lentamente la mujer entre en el mercado laboral durante
la Segunda Revolución Industrial; accedieron al trabajo asalariado. Pero su
posición era secundaria y percibían un tercio del sueldo de un varón: eran más
baratas. Incluso para varios pensadores socialistas de esas épocas era raro plantear
una liberación social y mental de la mujer. Muchas lucharon en solitario y
acabaron asesinadas (Rosa Luxemburgo) o muchas veces en prisión (las hermanas
Pankhurst).
Siglos pasados, la mujer participó en política,
economía, ciencia u otras actividades; muchas veces debiendo de asumir un falso
rol masculino. María Rostworowski estudió a varias mujeres caudillos que
tomaron el liderazgo político militar en el mundo quechua durante la
desarticulación de la sociedad inca; el desplome del liderazgo masculino es
acometido por el femenino; así entenderíamos a un personaje injustamente
olvidado como Micaela Bastida. Muchas mujeres se transformaron en hombres para
poder tener acceso a campos del saber o de otros intereses reservados a ellos:
he ahí las historias de la Monja Alférez (Dominga Gutiérrez Cossio) o Aurora
Dupin, convertida en George Sand; o Sidonie Gabrielle Colette, quien vestía de
hombre. Algunas vivieron bajo la sombra de grupos intelectuales dominados por
varones como la pintora impresionista Bertha Morissot. Pese a todo, el universo
crece: Indira Gandhi, Golda Meir, Madame de Pompadour, Isadora Duncan, Janis
Joplin, Dolores Ibárruri, Billie Holliday y miles de mujeres anónimas como Las
locas de la Plaza de Mayo o las campesinas de Ayacucho, quienes gracias a su
gestión se creó un museo de la memoria. Las mujeres han luchado y luchan por lograr
el espacio que merecen: desde Hipatia de Alejandría y Safo hasta Sor Juana Inés
de la Cruz, Marie Curie y Marguerite Yourcenar; desde Flora Tristán y Selma
Lagerlöf hasta Simone de Beauvoir, Margaret Mead o Susan Sontag.
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