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domingo, 2 de abril de 2017

EL PELIGRO DE PROTESTAR (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DOMINGO 02 DE ABRIL)

La protesta es tan antigua como la humanidad, es una manifestación de nuestra disconformidad o incomodidad frente a determinada situación. Según la RAE, es “expresar, generalmente con vehemencia, su queja o disconformidad”. Además, es “expresar la oposición a alguien o a algo”. A lo largo de la historia, la humanidad ha tenido diversos momentos de protestas sociales que han permitido avances en la condición humana. Recordemos: cada primer día de mayo, muchas personas conmemoran un triste sofocamiento contra grupos de obreros en Chicago por las condiciones laborales; tras varios días de violentos desenlaces que causó la muerte de varios obreros y policías, los trabajadores obtuvieron paulatinamente las 8 horas laborales (derecho que se está perdiendo en nuestros países por las formas peculiares del libre mercado). El movimiento femenino recuerda cada ocho de marzo la masacre de casi un centenar de mujeres obreras en huelga por pedir mejores condiciones de trabajo. Ambos hechos luctuosos nos permitieron acceder a logros que, en cierta forma, ahora gozamos.
La parte protestada no ve con buenos ojos estas acciones. Trata de minimizar las razones de la protesta, así como desacreditar a las personas que la incitan. Nuestro país vivió durante el fujimorato una campaña de demolición contra todos aquellos que iban cuestionando la corrupción y la pérdida de derechos (trabajo, comunicación, educación) que se fomentaba abiertamente durante la década de uno de los regímenes más corrupto del planeta. Frases peyorativas, falsos testimonios, historias sembradas, fueron algunos de los sucios recursos que se emplearon contra abogados, sindicalistas, estudiantes, periodistas que buscaban desnudar la escandalosa corrupción de la época. Y así cayó la dictadura. Sin embargo, fuertes secuelas de aquella época quedan en el imaginario social. Una persona que protesta es un agitador, un desadaptado, un rojo. Esos son los calificativos incluso otorgados por los medios. Lo tratan de deslegitimar ante la sociedad. El hecho de protestar por un derecho perdido hace que incluso una persona mediática califique esta acción de “acto terrorista”. Aún la palabra “sindicato” suena mal, incluso, a los oídos de las mismas personas que ven cómo cada día van perdiendo sus derechos laborales y sus condiciones de vida.
La sociedad, no obstante, ha ido desarrollando un compromiso sistemático para velar por sus intereses. Ayuda a ello que los medios virtuales permiten una rápida difusión de hechos censurables que conmueven a la opinión pública. Desorganización, explotación, falsas promesas, descoordinación, corrupción, uso ilegal de recursos públicos, hechos que ahora son más expuestos que antes, son manifestaciones que provocan la legítima reacción de varios ciudadanos al ver la malversación e incapacidad de personajes públicos que fueron elegidos para velar por nuestro bienestar. A golpes estamos aprendiendo. Esperemos que no sea en vano.