Trujillo sufrió un nuevo
siniestro realmente dantesco. En enero de este año, tuvimos un incendio en la
urbanización Palermo en una zona densamente comercial en la que la informalidad
y la temeridad actuaron juntas para que diez tiendas se calcinaran por
completo. Ahora fueron pasto de las llamas varios restaurantes, un hotel,
farmacias y ópticas, y la bella casa republicana que los acogía.
En otras latitudes, los
incendios pueden tener un origen natural: sin ir muy lejos, hace dos años, diversas
zonas de bosques en la sierra peruana (como Laquipampa en Lambayeque) se vieron
afectadas por fuegos forestales debido al intenso calor y una leve sequía que permitieron
que los fuegos se extendiesen sin control rápidamente. Estos fenómenos
catastróficos se tornan fácilmente en mortales como sucede con los devastadores
incendios en California (prácticamente cada año) o el acaecido en Portugal el
año pasado cuando ráfagas de viento caliente y llamas (tormenta ígnea) “envolvieron”
una carretera (Nacional-236) calcinando muchos vehículos con sus ocupantes. La
cifra de muertos ascendió a 69. En los países que sufren estos fenómenos
climáticos tienen una alta cultura de la prevención, pues un incendio forestal
se vuelve generalmente incontrolable. Sin embargo, se ha visto que muchos de estos
incendios son provocados por agricultores (como sucedió en los alrededores de
Machu Picchu); por traficantes de tierras (Pomac u otros bosques secos);
lastimosamente, por pirómanos; o por turistas descuidados que hacen fogatas que
se tornan en la destrucción de bellas zonas como acaeció en Torres del Paine
del lado chileno. El factor humano se vuelve decisivo.
Y es el factor humano el que
ha causado los siniestros que los trujillanos hemos tenido en lo que va del
año. Instalaciones deficientes, construcciones inadecuadas, uso incorrecto de
material inflamable, robo de elementos de seguridad (cables u otros
utensilios); e, incluso, basura acumulada. Todos estos factores pueden
propiciar un incendio. Basta ver las tomas que emitía un dron durante el
incendio en las que se podía ver los techos aledaños, algunos con todo tipo de basura
de naturaleza inflamable (cartones, madera, plástico). El incendio desatado en
Palermo se originó en un espacio que no tenía medida alguna de seguridad. A
raíz de este incidente, se procedió a aplicar medidas drásticas con ciertos
locales y edificaciones de alto riesgo. Pero por nuestra actitud populachera y por
la contemplación impropia que nos tenemos como sociedad, reaccionamos
inadecuadamente ante las acciones correctivas necesarias. Pensamos que son
draconianas; luego, durante y después del desastre solo nos queda la
lamentación de los porqués de nuestra mala suerte. Una mala suerte propiciada
por nuestra falsa ignorancia o nuestra dejadez intencional. Un incendio que nos
está desnudando como sociedad. Una sociedad que prepara más incendios por
venir.