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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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martes, 11 de febrero de 2025

VALPO Y SUS ASCENSORES (CRÓNICA DE VIAJE 6)

 

Jueves 02 de enero, 2025. Nos fuimos a Valpo. Había comprado los boletos vía virtual en la empresa Flixbus que salía de la Terminal de bus San Borja y llegar al terminal Rodoviario en Valparaíso. Íbamos a salir a las 8:30 am. en un viaje que dura dos horas a través de una excelente autopista (ruta 68) (https://maps.app.goo.gl/jBwL7APLJ5oAzFjZ9). El terminal de bus de Santiago es bastante ordenado, pese al flujo de buses y pasajeros. Ahí tomamos un ligero desayuno para ganar tiempo. La estación está vinculada al Metro, cosa impensable en Lima con los locales de las empresas de transporte de pasajeros en diversos lugares y mal interconectados. Pensábamos que el bus iba a ir lleno, pero fue casi vacío y salió puntual; el viaje fue por demás cómodo a través de una carretera amplia, la cual va a mejorar mucho más (https://www.youtube.com/watch?v=pQRM76aQhM8), sin rompemuelles ni salidas peligrosas o pobladores que la crucen temerariamente como es la autopista Trujillo – Chimbote o Trujillo – Chiclayo, por ejemplo. Llegamos puntualmente a nuestro objetivo. Patricio nos había dado una serie de datos importantes que tomar en cuenta sobre la movilidad. Nuestro hospedaje quedaba en Viña del Mar en la Av. Viana 433, muy cerca de la Quinta Vergara, donde se realiza el famoso Festival de Viña del mar (https://maps.app.goo.gl/KGaHkzuAThKxAWqLA). En realidad, Valparaíso, Viña del Mar, Reñaca y Concon están prácticamente unidos. Esto hace una zona urbana extensa (https://wardvanlines.com/vina-concon-valparaiso/). Una vez instalados en nuestra habitación en el piso 10, decidimos salir a nuestro primer objetivo: La Sebastiana para entrar en el mundo de Pablo Neruda. Había visto la posibilidad de ir a la famosa Isla Negra, pero el tour nos iba a tomar todo un día prácticamente y, generalmente, este sale desde el mismo Santiago. Entonces decidimos priorizar, pues había muchas cosas por ver en este fantástico lugar. Al salir, decidimos ir a cambiar dinero y nos hallamos con una gran sorpresa: no había billetes de pesos chilenos; después, nos enteramos que por la afluencia de turistas argentinos que llegaron a Chile por los precios más baratos de casi todas las cosas que en Argentina, sobre todo calzado, ropa y artefactos eléctricos. Además, una oleada de turistas había cruzado los Andes (argentinos y brasileños) y había llegado a esta zona, prefiriendo Viña del Mar y Valparaíso para ver el espectáculo de fuegos artificiales la noche para recibir Año Nuevo 2025 (https://www.mdzol.com/sociedad/2024/12/26/asi-reflejan-en-chile-la-llegada-masiva-de-argentinos-las-playas-para-recibir-el-2025-1176978.html#google_vignette). César y yo logramos cambiar algo en la Av. Valparaíso, paralela a la nuestra, y tomamos un colectivo que, al final, lo usamos como nuestro taxi en dirección a la Sebastiana, una de las casas del gran poeta chileno (https://maps.app.goo.gl/ceWRb9j6YqUFhBms9). Luego de quince minutos de viaje, comenzamos a ascender por las enredadas calles de Valpo. Genial. Había algunas calles que eran bastante empinadas; daban un poco de miedo y debes tener unos frenos y llantas en un buen estado. La casa está en las colinas: https://fundacionneruda.org/museos-casa-museo-la-sebastiana/. Compramos las entradas para ingresar y tuvimos que esperar bastante tiempo. La casa es estrecha y subir por los escalones era un poco complicado para mí pues estaba usando un bastón. Además, te prohíben tomar fotos en el interior. Como el aforo era muy limitado, las personas responsables iban permitiendo los ingresos a los grupos pequeños.



Desplazarse por el interior también es un poco complicado por lo estrecho de los escalones. Al salir, nos fuimos a la librería a buscar algo. Había un libro de fotografías un poco caro. Pasamos un mal rato al momento de usar los servicios higiénicos; si no eras un visitante con tu boleto, no podías usarlo. Un poco desagradable la situación. Salimos a caminar un poco y vimos algunas tiendas y puestos de recuerdos en los cuales compramos polos, imanes y algunos objetos con piedra lapislázuli. Llegamos hasta un parque llamado de los poetas, pues había algunas estatuas de ellos como Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Ya estábamos con hambre. Rodrigo Tardito, un amigo que actualmente reside en España me había sugerido un restaurante, el Capri (https://restaurantess.cl/restoran-capri-valparaiso/#google_vignette). Llegamos a tiempo, pues encontramos sitio para los cuatro. Si demorábamos un poco, hubiéramos tenido que esperar de pie unos quince minutos. Mariscos y pescados fueron nuestros platos preferidos, con buenos trozos generosos (https://guiaviajera.cl/restoran-capri-en-valparaiso/). Al terminar, salimos hacia la Plaza Sotomayor que tiene una vista espectacular, pues contiene una serie de edificaciones monumentales (https://www.monumentos.gob.cl/monumentos/zonas-tipicas/plaza-sotomayor-valparaiso-incluye-edificios-encierran), y de ahí nos fuimos al ascensor El Peral.



Empezábamos la aventura que da identidad a esta ciudad: sus 16 ascensores. En nuestra visita de dos días, subiríamos o bajaríamos por varios. Este ascensor (https://valparaiso.com/tourist-attraction/ascensor-el-peral-2/) nos llevaría a una belleza ubicada en el Paseo Yugoslavo: el Museo Baburizza, también conocido como Bellas Artes (https://museobaburizza.cl/). El ingreso fue bastante sencillo para nosotros; no había mucha gente y el acceso para las personas mayores y adulto mayor es bueno, pues cuenta con todas las facilidades necesarias (ascensor, por ejemplo) para ver cada uno de los pisos en los que encuentras una muy buena colección de arte chileno del siglo XIX e inicios del XX. En este lugar hicimos una pequeña pascana para comer algún postre y una bebida, y seguir nuestro camino. Tomamos el mismo Paseo Yugoslavo para dirigirnos a la calle Urriola y nos fuimos por un pasaje estrecho, Apolo, lleno de murales, escalones y cafés. Estos pasajes son los que dan mucha identidad a esta ciudad. 






Aquí más información: https://pasaportesindestino.net/las-mas-lindas-escaleras-de-valparaiso/. Los escalones eran un poco complicados para mi pierna, pero no podía perderme esta experiencia. Llegamos a la calle Urriola, viendo cómo subían y bajaban los autos y camionetas: ojo a los frenos. Bajamos hacia la Av. Prat y llegamos al Reloj Turri. Este es un monumento icónico de la ciudad, por su forma y la historia que trae encima (https://chiletrip.net/valparaiso/turri-clock-tower/, https://www.youtube.com/watch?v=NOFYotrAVDw).




Nos fuimos hacia el Ascensor Concepción (https://www.monumentos.gob.cl/monumentos/monumentos-historicos/ascensor-concepcion, https://www.youtube.com/watch?v=vfhhfxAV1Tw) para llegar al Paseo Gervasi (https://valparaiso.com/tourist-attraction/paseo-gervasoni/). 





Fuimos caminando a través de calles llenas de pinturas murales en dirección de la Iglesia Luterana que estaba cerrada (https://www.iluterana.cl/). Nos dirigimos hacia la Catedral Anglicana San Pablo (Saint Paul) que también estaba cerrada (https://saintpaulchile.cl/). Caminamos por el Paseo Dimalow para bajar por el Ascensor Reina Victoria (https://www.monumentos.gob.cl/monumentos/monumentos-historicos/ascensor-reina-victoria). 




Llegamos a la Plaza Aníbal Pinto y desde la cual tomamos un taxi para ir a nuestro hospedaje. Fuimos a tomar una buena ducha y de ahí salimos a cenar. Cuando salimos nos dimos con la sorpresa de que casi todos los restaurantes estaban cerrados salvo los peruanos y uno chino al cual fuimos a comer bastante tranquilos. Retornamos para ver algo de televisión y a descansar. Al día siguiente íbamos a caminar más. Fin de nuestro primer día en Valpo.




jueves, 23 de enero de 2025

TALCAHUANO Y EL HUÁSCAR, SENTIMIENTOS ENCONTRADOS (CRÓNICA DE VIAJE 3)


 

Domingo 29. Habíamos salido puntualmente a Concepción a las 11:30 PM. La distancia recorrida desde Santiago fue de un poco más de 490 km. Llegamos al limpio y ordenado terminal de buses de Concepción a las 5 am, bastante temprano, tras un viaje sin ningún contratiempo ni cosas bruscas como baches, rompemuelles o cualquier irregularidad, esas que abundan en nuestra autopista del Sol. Rompemuelles. Lo que sí es interesante es que nuestro bus tenía todavía un camino más por recorrer, pues iba a otras ciudades cercanas a Concepción, en dirección al sur como Coronel o Lota. El día anterior, César tuvo una respuesta desconcertante del propietario del Airbnb con el cual se hizo inicialmente el contacto. Se decidió cambiar de hospedaje y Carmen buscó un hotel simpático: Hotel con C (https://cconcepcion.bedsandhotels.com/). Les había dicho que íbamos a llegar muy temprano y nos permitieron instalarnos en el lugar. Muy amables. La señora nos recibió y acordamos que nos preparara un desayuno para empezar el día. Me tomé una buena ducha para empezar nuestra jornada: visita al Huáscar en Talcahuano. Había hecho la reserva para nosotros cuatro de manera virtual. Avisé a todos que teníamos que salir rápido para estar a las 9 am. en el lugar. Ya estábamos tarde, pues el trayecto tomaba 25 minutos por lo menos. Siendo domingo, no había mucho tráfico y el taxi podía circular sin problemas. El conductor era muy simpático y nos comentaba algo que veríamos en Talcahuano: el tsunami tras el terremoto del 2010. El tráfico era escaso, pero todos respetaban las normas, así haya un solo auto ni uno más frente a la luz roja de un semáforo. Fenomenal. La mañana estaba un poco fría y nubosa. Llegamos a nuestro destino ya pasado la hora indicada. Sin embargo, la persona responsable nos dejó ingresar. La zona pertenece a la Naval chilena: la Comandancia de la Segunda Zona Naval, por lo tanto, es una zona de seguridad sensible por lo que el personal marino nos pedía no tomar fotos de ciertas áreas. El espacio físico es muy bonito, un bosque que llega hasta el mar y, desde el Huáscar, se veía el edificio militar y una colina verde de frondosos árboles. 




La historia del Huáscar es conocida por todos los peruanos, creo. Aquí hay información desde la perspectiva chilena: https://www.armada.cl/tradicion-e-historia/unidades-historicas/h/monitor-huascar. Aquí está la página del museo:  https://huascar.cl/. El barco es un espacio que rinde homenaje a Arturo Prat y se pueden ver las cartas enviadas tanto por Grau como por la viuda de Prat tras la muerte de este en el combate de Iquique: https://www.grau.pe/historia-de-la-guerra-con-chile/como-murio-arturo-prat/. Es una visita de sentimientos encontrados. El estado del buque es óptimo, con buen mantenimiento tras la restauración de la nave después del combate de Antofagasta: se ven indicaciones en los lugares que el barco sufrió daños, esquirlas o agujeros de balas de cañón u otras municiones. Hay una buena señalética y cuenta con algunas pantallas en las que se ven temas relacionados al barco en sí. Sería interesante que la Marina peruana trabajara con una mejor museografía la casa en la que vivió Grau en Piura. Por ejemplo, coordinar con los vecinos para enlucir todas las paredes que dan al patio interior de la casa desde el cual se ve un edificio (¡edificio!) con sus paredes laterales sin ningún enlucido. Mala costumbre entre nosotros. Una vez culminada nuestra larga y detallada visita, fuimos en la embarcación para que nos deje en el muelle e ir hacia la zona pesquera de Talcahuano. Ya se había despejado la mañana y hacía un buen sol. Es interesante conocer el impacto que causó el terremoto del 2010 a esta zona. Concepción y su costa sufrieron mucho y las huellas de posterior tsunami se ven en los restos que quedan de las que fueron tiendas de vehículos y otros. El mismo barco sufrió un embate, pero salió airoso del oleaje. Son heridas aún abiertas en la población: https://emergenciaydesastres.mineduc.cl/el-terremoto-de-chile-de-2010/, https://www.youtube.com/watch?v=8te07E0Vzw0




Compré unas pequeñas réplicas imantadas del Huáscar. Nuestra primera intención era tomar un bote para poder navegar por la bahía; nos fuimos al mercado de pescado a la espera de más pasajeros, pero nos comentaron de lo bonito que era un lugar llamado Caleta Tumbes (como nuestro departamento) en una península que también lleva ese nombre. Cambiamos de planes y tomamos un colectivo a este lugar. En el camino, el señor que nos llevaba nos comentaba el problema que hay entre la Marina de Guerra chilena y la población civil. Los primeros han avanzado en la expropiación y encierro de muchas zonas que antes eran de libre circulación, ahora prohibidas o rígidas. Los comentarios fueron muy amargos sobre esta situación, pues los han afectado, tanto a su persona como a varios de sus amigos. En todas partes se cuecen habas. El trayecto es de casi una hora a través de una carretera totalmente pavimentada y en un muy buen estado. Al llegar, la vista al mar rodeado de colinas cubiertas de árboles nos da una imagen totalmente diferente del océano que vemos en nuestro país, con dunas, mucha arena y cierta desolación. No son manglares como los del Tumbes peruano, son árboles de alerce y otros que llegan a reverdecer en las colinas del litoral: otro paisaje. Me hace recordar al que veía en Haifa, Israel o Cabo Sounion, Grecia. Es también una situación riesgosa en tiempos de mucho calor y sequía. Chile tuvo unos incendios pavorosos el año pasado, provocados por manos irresponsables que causaron grandes daños en la zona de Viña del Mar. Dolió mucho saber que estos fueron provocados malintencionadamente por algunos bomberos. Desgraciados (https://www.youtube.com/watch?v=u_UCQcQdosQ). Esas sequías se han incrementado y se entiende lo que está pasando en California en la actualidad, a causa de las temperaturas extremas que se están teniendo por el cambio climático alrededor del mundo (https://www.youtube.com/watch?v=nR-EZYW0ARo). Volvamos a nuestra caleta: el lugar es muy bonito, muy cuidado, las casas cuidadas con esmero, todas bien pintadas. Está llena de restaurantes y panaderías, ordenado y limpio (https://www.talcahuanociudadpuerto.cl/caleta-tumbes/). 



Hay un muelle en el que había varias personas pescando. Frente a este lugar, hay una gran isla: Quiriquina. Se ofrecen paseos en bote para llegar al lugar que tiene varios atractivos. En nuestro andar, nos topamos con una panadería que ofrecía un delicioso pan recién salido del horno. Fuimos a paso lento hacia el muelle para ver a la gente disfrutando de un soleado día. Nos fuimos a almorzar antes de que el lugar se comience a llenar de visitantes como nosotros: esta caleta, fuera de pescadores, ofrece una gran variedad de restaurantes de comida local. Ubicamos uno, el Tía Ely (https://turismo.talcahuano.cl/restaurantes/tia-ely/); fuimos al segundo piso para ver el mar con tranquilidad. Pedimos Machas a la parmesana para conocer la preparación del mismo (https://www.youtube.com/watch?v=gqs2q1cPdj8). Tuvimos una expectativa sobre la presentación, pues en Trujillo comemos las conchas a la parmesana en una de las bivalvas cubierta de queso derretido. La presentación era diferente, pues parecía una suerte de fondue de queso con estas lengüitas que me hacen recordar mucho a Arequipa. Además, nuestros consabidos platos personales de buen pescado (salmón, merluza, congrio o reineta - https://www.subpesca.cl/portal/616/w3-article-841.html#descripcion, primera vez que comía este pez -); todo rociado de buen vino blanco. Chile no tiene pierde en cuanto a sus vinos. La caleta se iba llenando de autos, camionetas, buses con nuevos comensales, así que decidimos salir del lugar. Preguntamos a las personas, tan amables, que nos atendieron para ir a Caleta Lenga y nos dieron opciones (https://maps.app.goo.gl/5xyiiqYmVFuvV1429). Quedamos con una amable señora que estaba manejando un auto colectivo: pactamos un precio para que nos deje en el lugar que iba a estar lleno por ser domingo. Nos iba contando de los lugares atractivos y nos sugirió regresar a Concepción en movilidad pública (como lo haríamos luego). Un poco antes de llegar a Talcahuano, nos “paseó” por una bajada desde la cual se veía toda la bahía y como un pequeño bote, el Huáscar. Bonito lugar. Seguimos entre bosques y en una buena carretera a nuestro destino. 


Como la anterior caleta, esta también está llena de restaurantes; pero, además, de muchos vendedores ambulantes que te ofrecen de todo: artesanía, joyas, juguetes, artículos místicos, comidas. Justo el único puesto ruidoso del lugar era un restaurante peruano que puso la música a todo meter: algunos chilenos bailaban con los sonidos de la música chicha, pero otros iban un poco fastidiados. Esto es algo que íbamos a resaltar los días siguientes: las ciudades no son ruidosas, no hay parlantes que te revienten el tímpano ni ambulantes que vayan perifoneando sus productos; pero, por otro lado, no se ve mucho el ambiente navideño que reventamos en nuestras ciudades: son pocos los adornos navideños en las calles, pocos árboles o luces prendidas por la noche. Muchos venezolanos o colombianos, por ejemplo, extrañan las rumbas de sus países; ellos optan de reunirse en plazas o lugares estratégicos, como pasaba con los miles de peruanos que llegaron en los 90 del siglo pasado. De manera personal, espero que esta sana costumbre de no agredir a los demás con tu ruido prevalezca sobre los grupos migrantes. Volvamos a Lenga; buscamos un lugar simpático donde tomar un buen café y comer un postre como golpe de calorías para nuestra ruta. Lenga resultó ser un lugar bastante simpático (https://www.turismovirtual.cl/delbiobio/caletalenga/caletalenga.php). Casi todos compraron recuerdos (bombilla para mate, por ejemplo); en mi caso, compré unos inciensos descomunales que pude traerlos sin tanto problema en la maleta. Para retornar a Concepción, sí tomamos un bus desde una rotonda. En el momento del comprar el boleto, le pedimos al conductor que nos deje lo más cerca posible de la Plaza de Armas o nuestro hotel. Le indicamos nuestra necesidad y partimos los 4 con los demás pasajeros (https://maps.app.goo.gl/d5nmzVBNoeq6jj7q8). Como era domingo y, respetuosos de sus espacios, la ciudad estaba descansando. Al llegar al centro después de casi media hora de viaje, vimos que todo estaba cerrado. Seguimos nuestro camino y, de pronto, el chofer se dio cuenta de que se había pasado de nuestro paradero. Detuvo a un colega suyo a quien le indicó dónde deberíamos bajar. Como iba con bastón, todos los pasajeros iban alertas de mi condición. Eso me pareció extraordinario. Nos dejó a una cuadra de nuestro hotel; ya con más paciencia pudimos ver lo que iba a caracterizar las calles de muchas ciudades chilenas: murales por todas partes. Cerca de nuestro hotel, ya veía dos, por lo menos. Al llegar, nos instalamos momentáneamente y decidimos salir a cenar; pese a haber aún sol, eran ya más de las 8 PM. La persona responsable nos indicó de ir a La Cocina que quedaba a unas cuadras de nuestro hospedaje: buena elección. Las calles estaban tranquilas, pero el movimiento estaba en este restaurante, lleno, movido, buen ambiente ( https://lacocinarestobar.cl/). No quería cenar mucho, pero sí tomar un chilcano de pisco, algo que no estaba en la carta: pedí un corto de pisco, hielo, una Canadá Dry, limón. Fui preparando mi chilcano ante la vista de los mozos. Una vez concluida nuestra cena nos fuimos al hotel. Al día siguiente retornábamos a Santiago y caminaríamos Concepción. Fin de nuestro tercer día.