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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 11 de enero de 2015

JORNADA EDUCATIVA EN HUAYLILLAS

Viernes 10 de octubre. Segundo día de actividades. Nos levantamos nuevamente temprano para tomar nuestro desayuno. María, César y yo íbamos a participar como jurado en los proyectos de productividad y de interculturalidad desarrollados por los diversos colegios en la Región. Por la tarde, íbamos a hacer una capacitación docente en una de las aulas del colegio.

Antes de ir a realizar nuestra labor académica, cumplimos con una invitación hecha por el párroco a ver una exposición de fotos que estaba instalada a un costado de la iglesia central. Además pudimos ver el interesante de trabajo que hacen con los jóvenes para que desarrollen habilidades en artesanía. Vimos una interesante máscara, que nos muestra el marcado mundo agrícola de la zona. Luego de esta breve visita, llegamos al colegio en el cual ya estaban instalados los toldos para que cada colegio exponga sus proyectos. César iba a ver los de productividad (halló un par muy buenos a tal grado que sugirió a sus docentes ponerse en contacto para poder hacer efectivo el proyecto y pueda beneficiar a toda su comunidad), y María y yo veríamos los de interculturalidad. Hubo dos proyectos muy interesantes, los que ocuparon primer y segundo puesto: cómo integrar a personas de “minorías”, caso de discapacitados, una joven estudiante embarazada; estrategias para evitar el acoso de sus compañeros. Cuando veíamos los proyectos nos decíamos que en realidad somos ciegos de solo ver lo que está a nuestro alrededor en las ciudades, pero no vemos lo que sucede en otras realidades más pequeñas. Soberbio ejemplo para luchar contra la soberbia de los autosuficientes.

 Hubo un percance; los vientos soplaron fuerte y un toldo se elevó cayendo estrepitosamente sobre el pie de un docente. Felizmente no hubo fractura ni algún joven o niño comprometido. Terminamos tarde la evaluación, duró más de lo esperado. Y ya teníamos en ciernes la capacitación a docentes. Esta última fue muy interesante. Los profesores necesitan espacios para hablar, intercambiar sus dudas, hacerse oír. Lo que empezó como una cosa fría, terminó con una amable conversación y la construcción de propuestas para trabajar con sus jóvenes. Estos profesores, además, son responsables que, en cierta forma, el proyecto siga adelante incentivando entre sus jóvenes a aquellos que tengan un verdadero perfil de líder. Por la noche, cerrábamos la actividad con una fiesta, baile, música. Al día siguiente, iba a ser la clausura y la entrega de premios. 




EN EL CORAZÓN DE HUAYLILLAS

Jueves 09 de octubre. Primer día de actividades. Nos levantamos temprano y fuimos a tomar un suculento desayuno. En la sierra, y sobre todo en esta zona tan libre de “modernidad” negativa, cuentas con muchos productos frescos, lo que aquí llamamos “orgánicos”. Además el costo de vida es mucho menor que en la ciudad. Pero también cuenta con sus problemas como salubridad y otros detalles que depende cómo los veas. Este primer detalle fue en el de las comunicaciones inalámbricas como Internet. Huaylillas es pequeño. Está asentado a las orillas del pequeño río Cajas, cuyas aguas dan al Marañón. Su población es pequeña, no pasa de los mil seiscientos habitantes; cuenta con dos grandes instalaciones educativas, una para primaria y otra para secundaria. La primera fue utilizada para todas las actividades. Además el reelecto alcalde había mandado a construir un salón de ceremonias, el cual aún estaba inconcluso. Pese a todo, ahí se realizaron varias actividades como la inauguración, talleres, fiesta y clausura. Luego de la ceremonia de apertura, se realizó el simpático desfile. Nosotros no estuvimos en la ceremonia de inauguración, ya que nos dimos una vuelta por la iglesia principal del distrito.
En Trujillo me habían comentado sobre la existencia de una iglesia de la colonia, pero las personas del lugar y el párroco nos indicaron que este no era el edificio del cual habíamos oído hablar. Ese lo veríamos unos días después. La iglesia de la plaza de armas estaba en reconstrucción. Los paisanos residentes en otras ciudades, sobre todo en Lima, habían agrupado fuerzas y fondos para esta gestión. Pero el problema, tal como vimos en Lucma, es que muchas veces no se cuenta con los profesionales apropiados para hacer una buena reconstrucción. Muchas veces prefieren construir con cemento o ladrillo, cuando el edificio originalmente no lo tenía y, lejos de ayudar a rescatar el monumento, terminan por hacer una suerte de edificio Frankenstein. A veces cambian por calaminas, techos que fueron originalmente de tejas. O cambian vigas de madera o colocan columnas con cemento. La iglesia estaba cerrada para el culto. El simpático párroco nos permitió ingresar a ver los interiores. Luego de nuestra cacería fotográfica, nos fuimos a ver el desfile. Jesús Ágreda me contó que la tradición era marchar en forma de comparsa. Estupendo.
Comparar con las marchas escolares que tenemos en la ciudad nos hace ver lo lamentablemente cuadrados que somos con el carácter “oficial” de este tipo de encuentros de estudiantes. Les metes marchas militares, cuando los jóvenes lo que quieren es alegría, no rigidez de un momento que desean compartir con otros a los cuales vas a conocer por primera vez luego del largo viaje realizado. Había centros educativos venidos desde Bolívar (un día mínimo de viaje, a veces a lomo de mula), Pacasmayo, u otros lugares de la costa y sierra liberteñas. Una lástima que este evento haya coincidido con las elecciones, con las evaluaciones de docentes (hubo directores y profesores que no fueron ratificados) e incluso un nefasto accidente de tráfico en la zona de Julcán que hizo desistir a varias instituciones de participar. Pese a todo, el ambiente era de fiesta. Los jóvenes líderes ordenaron a los grupos de escolares para dar el inicio al desfile. Las bandas comenzaron a tocar la comparsa y el sonido atrajo a los vecinos. Era todo un acontecimiento para la comunidad, ya que la población estaba directamente o indirectamente involucrada. Para una pequeña población como esta, la llegada de más de doscientas personas significa muchos cambios y algunos problemas logísticos. Sin embargo, la comunidad se esmeró en dar lo mejor de sí, por sus hijos y por ellos mismos. Vale. Una a una, las delegaciones pasaban y veías a alumnos, profesores y otras personas que los habían acompañados avanzar bajo la simpática música; hasta César y María se animaron a bailar con la misma. Cerraba el paso de las delegaciones, el colegio anfitrión. Bonito inicio de los días que teníamos por delante.
Por la tarde nos fuimos a orillas del río Cajas que bajaba turbulentamente. Ya había empezado las temporadas de lluvias y más de una nos sorprendió. Por la tarde fuimos testigos de algunos talleres. En la caminata por las dos pocas calles de la ciudad, nos encontramos con un fruto abundante de la zona: el capulí.  Una de las angustias que comenzamos a pasar fue el difícil acceso a la comunicación vía internet. Como personas con ansias de estar informados, comenzamos a angustiarnos. De pronto, María descubrió un punto en el cual podías captar la señal. Pero conforme pasamos los días, esa angustia decayó. Cuando veíamos el cielo estrellado y no sentir claxon alguno que te perturbara, nos dimos cuenta de varias cosas que habíamos perdido por estar más preocupados de lo demás que de nosotros mismos.

Así cerramos nuestro primer día de actividades.




sábado, 10 de enero de 2015

HACIA HUAYLILLAS

Miércoles 08 de octubre. Feriado. Gracias a la invitación del profesor Jesús Ágreda, docente de lengua y Presidente del Consejo Directivo de la Asociación para el Desarrollo Intercultural, fui a la pequeña ciudad de Huaylillas en la provincia de Pataz de la Región La libertad. La forma de acceso más segura a esta zona no es precisamente por la misma Región, sino por Áncash. Esta tiene una infraestructura vial más conservada y más extensa que la nuestra. Y esta deficiencia también se ve cuando una vez que llegas a la frontera que traza el Marañón, las diferencias saltan a la vista. Éramos tres los viajeros al evento: María Ramos, César Alva y yo, invitados para ser jurados en el Décimo Octavo Encuentro de Líderes Juveniles. El viaje toma aproximadamente 18 a 20 horas y vamos por la carretera a Sihuas. Había estado allí en el 2013, cuando fui a Tayabamba como parte del programa de Beca 18. Ir en verano a la sierra tiene sus riesgos, ya que llueve con intensidad y hay varios derrumbes, como así me pasó en ese entonces. Esta vez pude ver el hermoso paisaje que había atravesado con anterioridad bajo una densa niebla. Para este viaje, íbamos con una movilidad especial que había destinado Jesús a todo el grupo viajero. Nos acompañaba también otro bus más pequeño que llevaba a un grupo de estudiantes y docentes que habían “bajado” a Trujillo desde Otuzco para ir por la vía de Áncash. Tratamos de salir lo más temprano posible. Ya había varios jóvenes líderes que ayudan en este interesante proyecto, que habían pernoctado en casa de Jesús. No salimos a las 6 a.m, pues hubo varios retrasos entre los viajeros que no llegaron a tiempo. Salimos de Trujillo y comenzamos a dormir. Nos despertó el sol que ya salí en el horizonte y nos daba de lleno. Además, la carretera pavimentada se convirtió en una carretera de trocha que corresponde al proyecto Chavimochic. Es un tramo que pensé que iba a ser más breve, pero no lo era tanto. Además terminas medio molido por la condición de la carretera. Logramos retomar el tramo asfaltado que corresponde a esta carretera de penetración que se dirige, sea para el Callejón de Huaylas, sea para Sihuas. La carretera está asfaltada hasta cerca del poblado de Chuquicara y luego ya es una camino bastante bien tenido. Antes de llegar a Yuracmarca, el lugar de los cruces, atraviesas una serie de túneles que identifican a esta carretera. Antes de seguir camino, realizamos un breve pascana para ver un poco este lugar, punto neurálgico de comunicaciones.
La primera vez no pude ver el intenso movimiento que tiene este sitio. De ahí comienza un alucinante ascenso para cruzar el primer tramo de nuestra accidentada orografía andina: la cadena occidental. A medida que el bus iba subiendo, veíamos a través de las ventanas el caudaloso río Santa que se iba empequeñeciendo. En sitios como estos, ves la fuerza de la naturaleza, así como la voluntad del hombre por querer dominarla. El viaje es bastante lento, puesto que la carretera no es muy ancha y vamos bordeando cerros. Hubo momentos en los cuales el silencio era general, no solo por el temor, sino por la belleza del paisaje que estábamos viendo. Incluso en un tramo tuvimos la visita de unos loros, muy frecuentes y populares en la zona, a tal grado que hasta una danza típica tiene (como vimos en Huaylillas). Cruzar los Andes y llegar a las zonas cálidas en una experiencia interesante. Cerca de Sihuas, se halla el punto más alto de la travesía y el frío caló nuestros huesos; desde ahí se inicia el descenso no solo hasta Sihuas, capital de la provincia del mismo nombre, sino a nuestro objetivo final.
Sihuas tiene una población de unos seis mil habitantes dedicada al comercio, agricultura y ganadería. Cerca de esta pequeña ciudad hay un centro minero (oro). Espero que esto no convierta la zona en un lugar potencial de minería informal y todos los problemas que esto conlleva.

En Sihuas nos detuvimos a almorzar. El mejor para hacerlo: el mercado. El lugar es limpio y los platos son prodigiosos. Antes de hacerlo, me fui a dar una vuelta por algunas calles con María y César, y nos topamos con algunos chicos que estaban viendo el busto de José Carlos Mariátegui. Un hecho insólito, pero Jesús me contó que el distrito tuvo un alcalde de izquierda y, en homenaje a este pensador, mandó a hacer este pequeño busto. Luego, ya con el hambre encima nos fuimos a comer. Estaba un poco indispuesto, pero la conversación con los chicos me hizo pasar el mal momento. Conocer a Olinda, Amanda, Luis Ángel, Dennis y el loco Gustavo Rojas fue muy simpático, son jóvenes que estudian en diversas universidades y diversas profesiones; jóvenes que están muy comprometidos con el proyecto y se dan de lleno como lo pude comprobar todos estos días que compartimos la experiencia. Durante la conversación, Gustavo hizo un movimiento que terminó con la rotura de un vaso de vidrio. Lo terrible fue que un niño de unos tres años caminaba jugando cerca al grupo y vio un pedazo de este vidrio, y lo quiso agarrar.  En ese momento, todos saltamos, ya que el niño no era consciente del peligro que estaba pasando. Aunque lo tomó con sus manitas, felizmente no tuvo ningún corte. Fue increíble. Algunos prácticamente se quedaron sin aliento. La adrenalina de todos se puso al tope. Pedimos una escoba para limpiar hasta la última astilla que hubiera en el piso. La gente fue un poco descuidada, puesto que no hubo interés por parte de los dueños de limpiar los restos.

Subimos al bus nuevamente, ya para enrumbarnos a un lugar que nos iba a encantar: el río Marañón.  El encuentro con este río supone también que pocos kilómetros más hacia el sur, cuando lo cruzamos por un puente estemos en la confluencia de tres fronteras regionales: Áncash, Huánuco y La Libertad. Hicimos un breve alto en el puente para las fotos recordatorias. De ahí, ya estábamos en territorio liberteño. En tramo hasta Huancaspata está regularmente preservado. Huancaspata es la primera población grande con la uno se encuentra en la provincia de Pataz. Este distrito se ganó cierta fama a raíz de que en las elecciones municipales y regionales las ánforas fueron quemadas. El distrito además fue destacado como una posible zona roja en potencia a causa del narcotráfico, debido al abandono de las autoridades políticas en que se halla. Bueno, para contactarse con la capital de su Región, Trujillo, el viaje puede llegar, en tiempos de lluvia, a tomar más de un día.
Las paradas nos fueron “robando” tiempo, por lo que nuestra llegada al primer distrito de la provincia fue ya con la caída del sol. Y de noche, todos los gatos son pardos. Tal es así que cuando salimos de Huancaspata en dirección a Tayabamba, no se podía reconocer la ruta. Señalización no hay y todo era un albur.
El tramo hasta la capital de la provincia es de 67 kilómetros y nos tomó casi tres horas y media. Inaudito. Íbamos con la atención “en punta”, puesto que tomar un camino equivocado nos hubiera alejado de nuestro destino final. Hicimos llamadas permanentes con las personas que nos esperaban en Huaylillas. Llegamos a Tayabamba ya bien entrada la noche. Desde aquí nos faltaban otros 19 kilómetros para llegar a nuestro destino final. Entre datos más, datos menos, hallamos el camino hacia el distrito. La lluvia dificultaba el camino (¡qué mal tenidas están nuestras vías en La Libertad!) y en la marcha vislumbramos los primeros destellos de nuestra meta. De pronto, en una curva estos desaparecían. Nuestro chofer, ya bastante molesto y cansado, decía que la ciudad caminaba o desaparecía. Por fin llegamos al lugar, pasada la media noche. La gente nos estaba esperando; hay una suerte de comprensión del destino que no compartimos mucho en la costa. Los profesores comenzaron a emplazar a los chicos del colegio que iba en el bus que nos acompañaban. Luego de esto, con los jóvenes guías, Jesús y su equipo, y nosotros nos instalamos en casas de vecinos ubicadas a una cuadra de la plaza de armas. Estábamos tan casados que lo único que queríamos era dormir. Habíamos viajado casi todo el día.  Así empezábamos nuestra actividad de cuatro días.








miércoles, 24 de diciembre de 2014

CRÓNICAS PIURANAS IV: HACIA LA HISTORIA

La segunda visita a Piura fue en el mes de julio. En esta oportunidad viajamos María, Orietta y yo, el trío que decidió ir a buscar el sol. Salimos de Trujillo la tarde del viernes 25 para aprovechar las fiestas patrias. Llegamos a instalarnos en el hotel en el cual habíamos estado en nuestra visita en mayo. Pero eran las vísperas de fiestas y la avenida Grau estaba cerrada, ya que se había instalado un inmenso escenario para la serenata a la patria. Dejamos nuestras maletas y nos fuimos a cenar a un “patio de comidas” (así le llaman) para comenzar nuestro viaje gastronómico también. Y nos fuimos a la cama temprano para aprovechar nuestro viaje el sábado 26. Nos íbamos a instalar en Talara, ya que no había más hoteles en otras zonas. Con nuestro auto alquilado, salimos rumbo a Sullana.

Conocedores de la ruta, íbamos viendo más detalles que en nuestro primer viaje habíamos obviado. Nos detuvimos nuevamente en Marcavelica para comprar alguna fruta. Antes de salir de Piura, ya habíamos comprado todos nuestros pertrechos. Salame, fruta, atún, deliciosos quesos. Nos íbamos a una pequeña orgía de sabores. Nos detuvimos en el puente sobre el río Chira, desde el cual tienes un bello paisaje. Lastimosamente, era una zona muy peligrosa y, como dijo Orietta riendo, un alma piadosa se detuvo para advertirnos que nos podían asaltar en cualquier momento y despojarnos de nuestras cámaras fotográficas. En realidad, estábamos muy concentrados con el paisaje. Creo que varios ángeles de la guarda nos acompañaron en este viaje. Tras la pascana en Marcavelica sí seguimos viaje hacia Talara, al hotel en el cual íbamos a pasar nuestra única noche para seguir otra vez un ascenso más holgado hasta Máncora.
El viaje fue tranquilo. Antes de llegar a Talara hay un inmenso campo de postes de energía eólica, el cual está parado. Es un monumento al derroche, ya que estas estructuras se están deteriorando lentamente. Elefante blanco y ganancias inescrupulosas de bolsillos oscuros. La entrada a Talara es bastante especial, si cabe el término. Debido a la pista de aterrizaje del aeropuerto, la carretera de entrada bordea literalmente dicha pista. Premuras fisiológicas nos exigían llegar a nuestro destino lo más pronto posible, pero llegar a una ciudad nueva siempre te demanda mucha paciencia. Talara no es grande, pero el orden de las calles es extraño; imaginar que sus orígenes se remontan a ser un campamento petrolero. Felizmente llegamos a nuestro hotel, hostal Oro Negro, y nos instalamos. Almorzamos algo y preguntamos acerca de lugares de interés para visitar; además nos comentaron que nos podían preparar una langosta por persona. Decidimos hacer una breve siesta y nos preparamos para visitar los alrededores de Talara: Negritos y Punta Pariñas. Este último lo recuerdo de mis clases de geografía del colegio: es el lugar más occidental de América del Sur.

Salimos en dirección a todas las localidades que también tienen su origen en la explotación petrolera. Previamente, durante el almuerzo, el dueño del hotel nos comentaba que Talara iba a sufrir una crisis por la escasez de servicios que iba a afrontar ante la eminente llegada de una gran masa poblacional con cierta calificación y cierto poder adquisitivo, muy frecuente en el mundo del petróleo. Tienen que crear nuevos servicios de buen nivel de todo tipo: educativos, médicos, restaurantes, esparcimiento, etc. Es una inmensa oportunidad de negocio para unos diez años, por lo menos. Talara tendrá que cambiar su fisonomía de pueblo a una pequeña ciudad con servicios de calidad. De ofrecer buenos hoteles y otros servicios vinculados, vendría un turismo nada despreciable a la zona. Quedamos muy interesados en todo lo que habíamos oído. Pero el recurso humano es el que va a tener más problemas. Puede ser la oportunidad para toda esta zona de salir adelante en diversos planos. Ojalá se focalicen en educación y capaciten a las personas, puesto que ese recurso natural es limitado y se deben crear condiciones opcionales para mantener su crecimiento. Con la actitud de ganar todo rápido, no se planifican proyectos que tengan una vida de largo plazo. Cultura de la extracción, como pasa con la minería en la actualidad.
Históricamente, esta zona es muy sensible y los que tenemos nuestros años recordamos el famoso escándalo de la IPC, la extraviada página 13 de ese famoso contrato y el derrocamiento de Belaunde. Esto en el 03 de octubre de1968. Este lugar fue nacionalizado (09 de octubre del mismo año) y como tal se mantuvo hasta entrado el gobierno de Fujimori. Ahora hay planes de privatización, pero esto sigue siendo muy sensible. Es un recurso estratégico de la nación y países que han sido considerados paradigmas del liberalismo económico mantienen algunos estratégicos en condición de estatales. Sin ir muy lejos, Chile no tuvo intención de privatizar sus grandes minas de cobre; es más, son fuentes indirectas para llenar las arcas del Estado. He oído exponer sobre este tema y sobre otros (los puertos y aeropuertos, por ejemplo) a muchas personas, sobre todo a militares que ven con malos ojos el desprendimiento de nuestros bienes naturales y zonas estratégicas (seguridad, por ejemplo) por parte de personas que quieren privatizar todo. Esta reflexión es para enmarcar las sensaciones que yo iba teniendo al recorrer estos lugares. Tanto a Orietta como a María, este contexto les es extraño. Pero muchos nombres, La Brea y Pariñas, Lobitos, la misma Talara, me traían recuerdos de mis años de colegio. Años en los que los curas de La Salle, los profesores, los diarios, mis padres, los vecinos, hablábamos de política, la respirábamos. Debates en revistas, la televisión (aunque era diferida y luego controlada), espacios de discusión. ¿Adónde se fue todo eso?

En la ruta hacia estos poblados, íbamos a tener un compañero paisajístico frecuente en el mar: las plataformas petroleras. Lo mismo por las carreteras, esas famosas torres de extracción de gas, muy frecuentes en la Panamericana. En Negritos vimos con nostalgia un espacio que pronto será demolido. El viejo cine del pueblo; me imagino que en las matinés de años pasados se iba al cine en grupo, con los amigos, a hacer bulla. Como en Cinema Paradiso, veía una antigua construcción que se iba a ir para siempre.

La visita a Pariñas y Negritos fue muy interesante por las observaciones de María. Como arquitecta, nos deteníamos a ver las construcciones hechas en madera, algunas sobre palafitos. Muchas eran estándar, puesto que fueron construidos como campamentos y que se fueron convirtiendo en pueblos. Algunas casas son magníficas y han sido mantenidas por sus propietarios, las ha preservado y restaurado bien, no tienen intervenciones “traumáticas” como suele suceder cuando un inexperto funge el papel de arquitecto o restaurador. Zapatero a su zapato.
Regresamos a Talara a hacer algunas compras (por ejemplo, más quesos, buen vino blanco para las langostas, fruta para nuestra jornada, pan), ya que partíamos temprano el domingo 27 hacia las playas con historia. Vimos algo de la ciudad, fuimos a su plaza de armas. Esa noche cenamos con los dioses. Además el vino blanco que habíamos mandar a helar nos abrió la mente con sus burbujas. Tuvimos una grata conversación que encandiló a otros comensales. Pensábamos que el hotel estaba vacío, pero no era así. Lo que sí me pareció un poca bizarra la situación fue la presencia de una joven pareja que venían a pasar su noche de amor y se hallaron con tres “loros” que reíamos a carcajada batiente. Pobres.


Nos fuimos a buen sueño reparador. Las playas nos esperaban


martes, 23 de diciembre de 2014

CRÓNICAS PIURANAS III: LA CIUDAD ABANDONADA

Y así llegamos a nuestro último día en la primera visita de Piura de este año. EL domingo 04 fue el día para recorrer las calles de Piura vieja con su izamiento de bandera, su marinera al aire, sus chifles y natillas que hay que saber buscarlas. Con María nos fuimos a dejar el auto para terminar con esos trámites. En realidad, alquilar un auto entre varios es mucho más económico y tienes una capacidad de independencia con la que no se cuenta cuando no dispones de movilidad y dependes de los tours organizados. Según Lorena, el lugar ideal para comprar los “recuerdos” gastronómicos era en casa de una señora que reside en Miraflores.
El barrio muestra ya una marcada decadencia, pero vemos aún bellas mansiones que antaño mostraban bellos tragaluces o vitrales. Pese a todo, las calles se veían limpias y los parques ahora estaban un poco mejor tenidos que cuando estuve hace unos años. Piura es una ciudad fuertemente azotada por el fenómeno de El Niño. Pese a todas las medidas que se tomen, la ciudad sufre estragos sobre todo en los sectores sociales más deprimidos. Pero también está en la dejadez e irresponsabilidad de autoridades y población que suelen dejar construir y edifican en zonas extremadamente peligrosas para que se construya. Y no es solo un síntoma piurano, lo es de todo el país. Ya en Trujillo reiteradas veces se ha alertado a la gente por estar construyendo, incluso con material noble, en lechos secos de ríos. En el Niño del 98, muchos de estos lechos se volvieron activos con la siguiente catástrofe social causada. Crónica de una muerte anunciada. Este nuevo Niño parece ser menos intenso, pero en un país tan poco precavido como el nuestro, medidas extremas deben procurarse para evitar lamentos futuros. En los mega Niños del 83 y el 98 se tuvieron que implementar bombas extractoras de agua para poder evacuar todo el líquido acumulado en parques, calles, avenidas y casas. También es triste pasar por uno de los puentes que cayó por el embate del caudal del río Piura: en una de sus entradas está la placa recordatoria de todas aquellas personas que murieron ahogadas  cuando se cayó el puente que transitaban en mototaxi, en taxis o vehículos particulares. Triste memoria. Piura tiene tantas anécdotas con el Niño, una suerte de simbiosis. Pero los piuranos reconstruyen su ciudad; sin embargo, deberían proyectarla para evitar estos riesgos con defensas más sólidas, mejores sistemas de drenaje, alcantarillado limpio en sus calles (es insólita la suciedad que nos rodea: miles de bolsas de plástico que se ve ya varios kilómetros alejados del corazón de cualquier ciudad peruana). Vimos una buena defensa ribereña cerca del puente viejo, las calles están protegidas con buenos muros. Y podemos ver bellas casas con jacarandás que adornan las vías. Pero Piura está perdiendo su patrimonio arquitectónico del siglo XIX. Muchas edificaciones están cayendo en el abandono y el deterioro; sus dueños luego las demolerán y harán los monumentos al consumo: galerías comerciales. Estas están poblando el centro (lo vi en Tacna en la ex bella avenida Bolognesi). Ojalá hubiera un movimiento de personas interesadas en rescatar su historia, su identidad.

Dejamos Piura con destino a Trujillo vía bus por la tarde. En el trayecto vi tanto basural que han terminado por afear los médanos con algarrobo que solían acompañar al viajero. Una pena.

martes, 30 de agosto de 2011

ADIÓS A AREQUIPA

Para cerrar ese 14 de agosto, nos fuimos a comer algo turco (no hallamos el mejor que se hallaba en la calle Villalba y nosotros sólo merodeábamos por la Calle San Francisco y alrededores) y tras ello, nos fuimos a un lugar llamado Zona Cero, un complejo donde hay bar, discoteca, pub y restaurante. Teníamos intenciones de jugar billar para aprender. Hay todo un mito negativo alrededor de este juego, que incluso causa un poco de escozor entre docentes, ya que muchos adolescentes prefieren ir a jugarlo que ir a aulas. Con todo mi prejuicio, Laetitia me enseñó las reglas y comencé a jugar. Luego nos invitaron a jugar unos turistas galeses, uno de ellos muy diestro, que era profesor de matemáticas. Hablábamos en inglés y entre ellos, hablaban el gaélico, que me sonaba a holandés. Ellos estaban muy orgullosos de su nacionalidad, no ingleses: gaélicos. Es la primera oportunidad que tuve para poder hablar con personas que tenían estas perspectivas muy peculiares de su orgullo y su posición frente a los ingleses a quienes los tratan como invasores. Interesante. Una vez concluida esta larga jornada, fuimos a dormir.


Al día siguiente, lunes 15, era fiesta. Toda la ciudad se había volcado a las calles para ver el largo corso para las fiestas. Es larguísimo. El día anterior había estado Juan Vives de Colombia, pero ya la ciudad es tan grande que te enteras de todo mucho después. El día que viajábamos iba a estar Juan Luis Guerra (me hubiera gustado verlo, puesto que a Trujillo no irá, quizá, nunca). Me levanté temprano y me fui a caminar por ahí. Fui a Sta. Teresa para ver el museo, pero estaba cerrado. Lunes, día de descanso. Lo que hice fue caminar por las calles un poco y bajar a San Lázaro. Es la zona vieja de la ciudad, barrio tranquilo y limpio, con las calles arregladas y maceteros con geranios para alegrar al transeúnte. La gente cuida su ciudad con esmero y pulcritud. ¿Por qué los demás no lo hacemos con las nuestras? Laetitia me llamó y ya era casi mediodía. Así que decidimos ir a almorzar a uno de los restaurantes que se halla en la Plaza de Armas. La multitud era increíble y era muy arriesgado ver la cantidad de niños que iban con sus padres exponiéndolos al peligro. Muy censurable. Las pobres criaturas eran llevadas como muñecos y arrastradas peligrosamente por la multitud. Logramos subir a un restaurante, luego de haber intentado en uno que nos quiso cobrar 50 soles sólo por estar sentados ahí sin comer. Realmente abusivos. Fuimos un poco más allá y vimos uno moderado y con buena oferta culinaria. Todo el menú por 35 soles y qué menú. Obviamente al final tuvimos que dejar el rocoto relleno o el pastel de papa o el soltero de queso o el postre. Demasiado. Culminamos con un anisado para la digestión y partimos a seguir caminando por ahí. No nos interesaba el corso, ya que había mucha repetición: el carnaval de Arequipa lo escuchabas a la entrada de la plaza con un grupo, a la mitad con otro grupo y al final con otro más; era un chicle acústico que terminaba por aburrir. Salimos con el objeto de ir a caminar por el puente Bolognesi o Grau, pero nos topamos con un guardia que había perdido todo sentido de autoridad en una de las esquinas y estaba generando un peligroso tumulto; decidimos ir por otra esquina donde los guardias sí actuaban con sensatez. Descendimos hacia los viejas calles que llevan hacia los diversos puentes y nos encontramos con una cuadra cargada de tiendas que vendían guitarras, mandolinas, violines o charangos. En algunas se veían a músicos mostrando sus cualidades, pero es algo que no veo en Trujillo, una ciudad con mucho amor a la música, pero pocas casas musicales. Irónico. Muchos de estos conjuntos habitacionales antiguos han sido remodelados por apoyo municipal e instituciones españolas. Los vecinos cuidan sus “nuevos” espacios y los muestran con orgullo. Algunos vecinos nos invitaron a pasar a ver sus remoladas casas. Seguimos nuestro trayecto. Una buena caminata para conectarnos con el Puente Grau. Vimos bonitos paisajes. Arequipa es una ciudad fotogénica. Llevé a Laetitia a ver San Lázaro y regresamos por el conjunto San Francisco. Entramos a ver una feria y allí encontramos los regalos para llevar a todos nuestros amigos y familia en Trujillo. Muchas cosas bonitas colman sus instalaciones y gente dedicada a un trabajo honrado para todos.

Retornamos al hotel, puesto que ella y yo teníamos bastante trabajo pendiente. Ver correos, preparar una presentación que tenía ese sábado, asuntos de matrículas que iba coordinando con mis profesores en Trujillo, asuntos de la Alianza. Varios asuntos. Para cerrar esa última noche en Arequipa nos fuimos a comer al Zigzag. Una delicia. Una variedad de carnes a la piedra, de cerdo, vaca y alpaca, con una entrada con carnes de avestruz fue toda una orgía para nuestros paladares. Cuando regresábamos a nuestro hotel, en Moral, cercano a Sta. Catalina, el corso no había aún concluido. Eran las 11 y media de la noche y todo había empezado a las 10 de la mañana en punto. El del año pasado duró más allá de las dos de la mañana. Un exceso.


Último día. Martes 16. Laetitia fue a la Alianza a ver una serie de detalles. Íbamos a almorzar al Club Arequipa con el simpático Presidente de la Alianza de Arequipa. Creí haber perdido mi candado de maleta por eso fui a ver uno al Mercado San Camilo. Bajé por varias calles que las recordaba de mi niñez: Mercaderes, Dean Valdivia, Santo Domingo. Ya no existe el cine Real, ahora es un centro comercial. Arequipa ha cambiado bastante. Luego subí por Santo Domingo. Iba con mi cámara con cierto temor, pero se respiraba cierta seguridad. Eso lo percibimos más que en Trujillo, por ejemplo. Sé que hubo y hay asaltos, pero la presencia de numerosos turistas hace a una población más atenta de cuidarlos más que abandonarlos. De ahí me dirigí hacia el convento de Santa Teresa. Ahora sí tuve más suerte. El lugar es muy interesante, hay todo un tesoro en imaginería religiosa que quizá también la tenga el bello convento del Carmen de Trujillo, lugar que espero un día decida abrir sus puertas para mostrarlas a todos. El convento está en proceso de reconstrucción y tiene un museo bastante bien implementado. Una vez culminada mi visita, me dirigí hacia el Museo de Arte Moderno, pero estaba cerrado. Una pena. Pero todo se compensó con el Museo de la Catedral, situación que ha molestado a la población religiosa, puesto que la nave de la catedral es parte de la visita por lo que piden a la gente que una vez concluida la misa, la gente se retire para poder comenzar las visitas guiadas. Una situación conflictiva que acarreó posiciones encontradas como ha pasado con la Catedral de Cuzco. Sólo entras libremente cuando hay misa a las 6 de la mañana. Así está pasando en Arequipa. Pero la visita es muy interesante y tiene algunos tesoros escondidos entre sus muros. Y luego subir hasta los campanarios es un regalo a la vista: la plaza de armas, la ciudad, los volcanes, todo desde el techo de este monumento. Impresionante.
Terminada la visita preparamos las cosas para ir al almuerzo; el Club es bonito, mucho más pequeño que el Central de Trujillo. Hay una limpieza extrema y una atención de primera. Pero los tiempos nos traicionaron. Nuestro avión salía a las 4 y 15 y teníamos que estar a las 3. Pero conseguir taxi y todos esos menesteres son complicados. Llegamos al aeropuerto casi a las 3 y media, todo tuvo que hacerse rápido, no logramos comprar nuestros ansiados chocolates de la Ibérica, tenía intenciones de comprar las famosas guaguas, pero fue empresa frustrada. Con Laetitia teníamos intenciones de asaltar a algunos viajeros con cargadas bolsas de chocolates. Y además nos dijeron que teníamos que pagar impuesto de salida, que no es como en Lima o Trujillo que el impuesto está incluido en el pasaje. Terrible. Una sola ventanilla para casi cien pasajeros. Detalles que deben tenerse en cuenta para no reventar el hígado del viajero, ya que ahora tienes que pasar las medidas de seguridad (felizmente no es como en Europa que te desnudan o te sacas los zapatos). Ya en el avión hice un rápido recuento de este viaje. Un buen paréntesis para seguir adelante.

Laetitia se quedó en Lima, yo seguí viaje a Trujillo.

VIAJE A LA NOSTALGIA: AREQUIPA

























Los retornos a los lugares del pasado son también viajes a esos rincones de tu mente que se quedaron congelados en algún momento de tu vida. Lugares que fueron permanentes recuerdos regresan a ti cuando pisas nuevamente ese recuerdo geográfico. Este es el caso de Arequipa. En ella viví casi 11 años e hice toda mi vida escolar. Llegué de muy corta edad y nos instalamos, mi padre, mi madre y mi hermana Lucero en una primera casa en la calle Santo Domingo, frente a la oficina en la que mi padre trabajaba y había sido enviado desde Piura como gerente.

El día 12 de agosto salimos Laetitia y yo para tener una serie de reuniones con la gente de la Alianza Francesa de Arequipa para devolver una visita hecha a nuestra Alianza este año en los primeros meses. Un viaje rápido en avión con una forzada escala en Lima (tenemos el fuerte centralismo que nos obliga pasar por Lima a y desde cualquier lugar que vaya o venga por avión) nos llevó a Arequipa, ciudad a la que llegamos a eso de las 7 de la noche. Teníamos una invitación ya ese día para estar en su local, una bella casa antigua que es la envidia de todas las Alianzas del país. La ciudad de noche no se percibe mucho (“de noche, todos los gatos son negros”), pero veíamos el denso tráfico y la excelente iluminación que tiene la ciudad me iba a dar con varias sorpresas, tanto para mí (que no la visitaba desde 1998) como para Laetitia. La ciudad es ahora una urbe de más de un millón de habitantes y los servicios que ofrecen son buenos y variados, y la hacen con toda justicia la segunda ciudad del país. Luego del simpático espectáculo hecho por alumnos de la Alianza e invitados, nos fuimos a comer a un restaurante que queda en la misma Alianza que tiene instalaciones muy simpáticas y con una buena y variada oferta gastronómica. Arequipa es una ciudad en que hay de todo, para todos los bolsillos y con una gama culinaria tanto local como foránea. Y durante cuatro días y lo íbamos a comprobar.


Tras una pequeña salida nocturna, nos fuimos a dormir temprano para ir a reunión temprano. Aunque la ciudad estaba de fiesta (desde el 14 hay desfiles), la Alianza estaba abierta. Visitamos todas las instalaciones, su mediateca, su laboratorio de media, sus aulas. Luego de eso, muy gentilmente nos invitaron las entradas a Santa Catalina; antes, habíamos contemplado una marcha de pobladores que se aunaban a la celebración de sus fiestas, gente que se dirigía a la Plaza de Armas. Todos coreaban vivas a Arequipa con un orgullo que pocas personas de otras partes del país toleran, culpándolos de chauvinistas. Pero su ciudad amerita todos los adjetivos posibles de belleza y trabajo; en Arequipa la gente trabaja duro por su desarrollo personal y también por su ciudad, cosa que no vemos en otras partes de nuestro país. La gente sentía orgullo de su ciudad, su cultura y sus derechos por los cuales, ellos sí luchan con denuedo.

Santa Catalina es un inmenso claustro que fascina a todos. La combinación de colores, el manejo de espacios y perspectivas hacen de este monasterio una visita obligada. Una cosa que causó mi sana envidia es la cantidad de turistas que hay en la ciudad. Por todas partes ves cantidades de ellos copando servicios que felizmente no colapsan, ya que la ciudad ya está preparada a ello. Esa es la razón por la cual la ciudad va a recibir la convención minera, la que estaba prevista para Trujillo, pero que por motivos infraestructurales se perdió. El monasterio estaba lleno de turistas tanto nacionales como extranjeros. Pero el problema en todas partes era el guía. Salvo en Chachapoyas donde tuvimos un buen guía, tener un buen guía informado y variado, que no se haya aprendido el parlamento de memoria y que haya investigado más es un logro muy difícil de hallar. Muchas veces una visita puede potenciarse o desplomarse si tienes un buen guía que te motive a investigar, a imaginar, a hacerte una idea sólida del sitio que visitas, o por otro lado caer en el absurdo de explicaciones contradictorias del lugar que estás observando. He oído versiones anacrónicas o totalmente desubicadas en las explicaciones dadas por ejemplo en la Catedral en la que el guía me decía que Francisco Laso, pintor limeño del siglo XIX, era un pintor del barroco peruano. O cuando un lugar, como el caso de Santa Catalina, con una belleza arquitectónica relevante, la información de los que la edificaron sea pobre (no supimos quién fue el arquitecto inicial) y prioricen sólo datos de corte religioso. El manejo de la historia, geografía, arte es en general pobre. Es el producto del descuido de la educación actual que le da más prioridad a computación que a la filosofía o las ciencias sociales. En todas partes “se cuecen habas”. Así pues, con todos estos datos, sacamos con Laetitia nuestras propias conclusiones del monasterio que teníamos delante de nosotros. Visité Santa Catalina, por primera vez, en 1972. Lo visité varias veces, ya que llevaba a amigos o parientes que llegaban de visita a nuestra casa. Las otras oportunidades se dieron en las visitas posteriores cuando ya residía en Lima o Trujillo. Ahora en 2011, veo a este bello espacio, mejor presentado, con nuevos espacios al visitante, con mejor señalética y, sobre todo, con unos colores más vivos que resaltan sus muros, cúpulas, puertas, esquinas, plazas. Nos hubiera gustado verla de noche (ahora hay visitas nocturnas) o verla con todo su esplendor en algún concierto de música barroca como alguna vez organizamos en lugares especiales como la Iglesia de Huamán en Trujillo. Sus formas acogen a quienes caminan entre sus estrechas calles; una vez vi una publicidad promocional del Caretas en los años 70 (creo 71 ó 72) que vistió de monjas a dos modelos arequipeñas y las hicieron posar en diversas partes del monumento. Alucinante.


Saciados de belleza nos fuimos a dar rienda suelta de nuestra hambre física y nos fuimos a la búsqueda de rocoto relleno y chupe de camarones. Un opíparo almuerzo coronó nuestra mañana y antes de ir a la siesta, decidimos ir a la iglesia de La Compañía. Estaba cerrada, pero fuimos a sus claustros en la búsqueda del restaurante de un francés instalado en la ciudad. Arequipa tiene una notable presencia de extranjeros residentes que han instalado todo tipo de servicios y restaurantes que hacen de esta ciudad un verdadero paraíso del cual en Trujillo carecemos. Fuimos al Zigzag de unos suizos, con una carta impresionante; o la de comida turca en diversas versiones para todos los bolsillos. Comida francesa, argentina, chilena, alemana, fuera de los tradicionales chifas. Falta uno japonés. Ahora, en verdad, todo eso es sostenido por la cantidad de turistas que llegan a esta ciudad. El centro antiguo es un bazar de empresas de turismo para todos los gustos. Con Laetitia hicimos la promesa de ir al restaurante francés para una buena degustación de buenos vinos y, sobre todo, quesos. Nunca logramos ir. Queda pendiente.

Decidimos ir a descansar un rato, mientras el centro de la ciudad se iba volviendo un loquerío, puesto que se preparaba la serenata de la ciudad. Teníamos una cena de confraternidad y nos preparamos para ir. Fue un momento de buena conversación, buena comida, calidez de personas que trabajamos por un objetivo común. Los directores de la Alianza de Arequipa son unos buenos anfitriones y lo demostraron ese día. Terminada nuestra velada, nos decidimos ir al hotel a dormir.


























El 14 de agosto, domingo, decidimos ir a la campiña. En Arequipa hay una suerte de fiebre con estos buses paisajistas que han colmado la ciudad. Esto es muy peruano: descubrimos una interesante fuente de ingreso y automáticamente la idea es tomada por todos. En Lima lo ves con la cantidad de ópticas que se instalaron en el centro de Lima; lo mismo pasó con las farmacias que se instalaron por todas parte juntas (en un encuentro de dos avenidas tienes hasta 6 farmacias grandes que se hacen una competencia feroz y no sé cuánto nos beneficie). En Arequipa se da con los estos vehículos panorámicos. En un principio hubo 2; ahora más de 12. Y ahora ya se ve en algunos de ellos deterioros debido a la distorsión de precios que genera las sobreoferta. Ya queda poca ganancia debido a los costos no cubiertos y que a la larga se vuelve un peligro a los usuarios. En el caso nuestro, los frenos de nuestro ómnibus nos hacían dudar de su mantenimiento. A veces la competencia no es tan sana, sino se la regula. Pero se llama reglas del mercado, hasta que un accidente te saca del mismo. Espero que ninguno de nosotros sea el que sufra las consecuencias de esta competencia. El viaje fue simpático en un inicio, pero luego se fue tornando en una pesadilla cuando eres arrastrado por todo el grupo. Yanahuara estuvo bien, así como la campiña; pero luego en camino a Sachaca y el palacio Goyeneche, ya cerrado al público, la cosa se hizo más rutinaria. Ya en la mansión del Fundador, nuestra paciencia eclosionó. Las cientos de personas que se hallaban en el local nos impedían hacer una visita sosegada. Peor aun cuando tenías impertinentes que iban con sus equipos de sonido o preferían la foto sin importarles los demás. Salvajes. Y el colmo fue el hecho que un grupo de familia se puso a discutir entre ellos a gritos sobre una herencia. A vista y paciencia de todos nosotros. La pesadilla culminó con la visita al molino de Sabandía. Fue uno de los puntos negros de nuestro viaje. Pero todo iba a ser recompensado con un buen almuerzo en el restaurante La Viña (Laetitia comió su segundo chupe de camarones) y luego una interesante visita a las instalaciones donde tienen a la momia Juanita. El sitio está bien tenido, hay una ordenada y bastante detallada exposición de objetos hallados con los sacrificios hechos (objetos de culto, cerámica, los valiosos tejidos como hablaba John Murra). Obviamente, la estrella principal es la momia de esta niña que fue sacrificada en las faldas del Ampato. Una de las cosas que más me llama la atención es que toda referencia de Miguel Zárate, quien apoyó al hallazgo de estos restos, haya sido totalmente borrada. Como si no hubiera existido. Recuerdo que cuando salió el espacial de National Geographic, el volumen 189, número 6 de junio 1996, con este descubrimiento se lo nombraba y había fotos con él, como el de la página 67. Pero ahora, está totalmente borrado. Quise indagar más, pero parece que es una historia larga, puesto que su hermano, Carlos, a quien luego visité brevemente, no tuvo tiempo para contarme los detalles. Pese a todo, la visita fue todo un regalo a la imaginación.