La segunda visita a Piura fue en el mes de
julio. En esta oportunidad viajamos María, Orietta y yo, el trío que decidió ir
a buscar el sol. Salimos de Trujillo la tarde del viernes 25 para aprovechar las fiestas
patrias. Llegamos a instalarnos en el hotel en el cual habíamos estado en
nuestra visita en mayo. Pero eran las vísperas de fiestas y la avenida Grau
estaba cerrada, ya que se había instalado un inmenso escenario para la serenata
a la patria. Dejamos nuestras maletas y nos fuimos a cenar a un “patio de
comidas” (así le llaman) para comenzar nuestro viaje gastronómico también. Y
nos fuimos a la cama temprano para aprovechar nuestro viaje el sábado 26. Nos
íbamos a instalar en Talara, ya que no había más hoteles en otras zonas. Con
nuestro auto alquilado, salimos rumbo a Sullana.
Conocedores de la ruta, íbamos viendo más
detalles que en nuestro primer viaje habíamos obviado. Nos detuvimos nuevamente
en Marcavelica para comprar alguna fruta. Antes de salir de Piura, ya habíamos
comprado todos nuestros pertrechos. Salame, fruta, atún, deliciosos quesos. Nos
íbamos a una pequeña orgía de sabores. Nos detuvimos en el puente sobre el río
Chira, desde el cual tienes un bello paisaje. Lastimosamente, era una zona muy
peligrosa y, como dijo Orietta riendo, un alma piadosa se detuvo para
advertirnos que nos podían asaltar en cualquier momento y despojarnos de
nuestras cámaras fotográficas. En realidad, estábamos muy concentrados con el
paisaje. Creo que varios ángeles de la guarda nos acompañaron en este viaje.
Tras la pascana en Marcavelica sí seguimos viaje hacia Talara, al hotel en el
cual íbamos a pasar nuestra única noche para seguir otra vez un ascenso más
holgado hasta Máncora.
El viaje fue tranquilo. Antes de llegar a
Talara hay un inmenso campo de postes de energía eólica, el cual está parado.
Es un monumento al derroche, ya que estas estructuras se están deteriorando
lentamente. Elefante blanco y ganancias inescrupulosas de bolsillos oscuros. La
entrada a Talara es bastante especial, si cabe el término. Debido a la pista de
aterrizaje del aeropuerto, la carretera de entrada bordea literalmente dicha
pista. Premuras fisiológicas nos exigían llegar a nuestro destino lo más pronto
posible, pero llegar a una ciudad nueva siempre te demanda mucha paciencia.
Talara no es grande, pero el orden de las calles es extraño; imaginar que sus
orígenes se remontan a ser un campamento petrolero. Felizmente llegamos a
nuestro hotel, hostal Oro Negro, y nos instalamos. Almorzamos algo y preguntamos acerca de lugares
de interés para visitar; además nos comentaron que nos podían preparar una
langosta por persona. Decidimos hacer una breve siesta y nos preparamos para
visitar los alrededores de Talara: Negritos y Punta Pariñas. Este último lo
recuerdo de mis clases de geografía del colegio: es el lugar más occidental de
América del Sur.
Salimos en dirección a todas las
localidades que también tienen su origen en la explotación petrolera. Previamente,
durante el almuerzo, el dueño del hotel nos comentaba que Talara iba a sufrir
una crisis por la escasez de servicios que iba a afrontar ante la eminente
llegada de una gran masa poblacional con cierta calificación y cierto poder
adquisitivo, muy frecuente en el mundo del petróleo. Tienen que crear nuevos
servicios de buen nivel de todo tipo: educativos, médicos, restaurantes,
esparcimiento, etc. Es una inmensa oportunidad de negocio para unos diez años,
por lo menos. Talara tendrá que cambiar su fisonomía de pueblo a una pequeña
ciudad con servicios de calidad. De ofrecer buenos hoteles y otros servicios vinculados,
vendría un turismo nada despreciable a la zona. Quedamos muy interesados en
todo lo que habíamos oído. Pero el recurso humano es el que va a tener más
problemas. Puede ser la oportunidad para toda esta zona de salir adelante en
diversos planos. Ojalá se focalicen en educación y capaciten a las personas,
puesto que ese recurso natural es limitado y se deben crear condiciones
opcionales para mantener su crecimiento. Con la actitud de ganar todo rápido,
no se planifican proyectos que tengan una vida de largo plazo. Cultura de la
extracción, como pasa con la minería en la actualidad.
Históricamente, esta zona es muy sensible
y los que tenemos nuestros años recordamos el famoso escándalo de la IPC, la extraviada
página 13 de ese famoso contrato y el derrocamiento de Belaunde. Esto en el 03
de octubre de1968. Este lugar fue nacionalizado (09 de octubre del mismo año) y
como tal se mantuvo hasta entrado el gobierno de Fujimori. Ahora hay planes de
privatización, pero esto sigue siendo muy sensible. Es un recurso estratégico
de la nación y países que han sido considerados paradigmas del liberalismo
económico mantienen algunos estratégicos en condición de estatales. Sin ir muy
lejos, Chile no tuvo intención de privatizar sus grandes minas de cobre; es
más, son fuentes indirectas para llenar las arcas del Estado. He oído exponer
sobre este tema y sobre otros (los puertos y aeropuertos, por ejemplo) a muchas
personas, sobre todo a militares que ven con malos ojos el desprendimiento de nuestros
bienes naturales y zonas estratégicas (seguridad, por ejemplo) por parte de
personas que quieren privatizar todo. Esta reflexión es para enmarcar las
sensaciones que yo iba teniendo al recorrer estos lugares. Tanto a Orietta como
a María, este contexto les es extraño. Pero muchos nombres, La Brea y Pariñas,
Lobitos, la misma Talara, me traían recuerdos de mis años de colegio. Años en
los que los curas de La Salle, los profesores, los diarios, mis padres, los
vecinos, hablábamos de política, la respirábamos. Debates en revistas, la
televisión (aunque era diferida y luego controlada), espacios de discusión.
¿Adónde se fue todo eso?
En la ruta hacia estos poblados, íbamos a
tener un compañero paisajístico frecuente en el mar: las plataformas
petroleras. Lo mismo por las carreteras, esas famosas torres de extracción de
gas, muy frecuentes en la Panamericana. En Negritos vimos con nostalgia un
espacio que pronto será demolido. El viejo cine del pueblo; me imagino que en las
matinés de años pasados se iba al cine en grupo, con los amigos, a hacer bulla.
Como en Cinema Paradiso, veía una antigua construcción que se iba a ir para
siempre.
La visita a Pariñas y Negritos fue muy
interesante por las observaciones de María. Como arquitecta, nos deteníamos a
ver las construcciones hechas en madera, algunas sobre palafitos. Muchas eran
estándar, puesto que fueron construidos como campamentos y que se fueron
convirtiendo en pueblos. Algunas casas son magníficas y han sido mantenidas por
sus propietarios, las ha preservado y restaurado bien, no tienen intervenciones
“traumáticas” como suele suceder cuando un inexperto funge el papel de
arquitecto o restaurador. Zapatero a su zapato.
Regresamos a Talara a hacer algunas
compras (por ejemplo, más quesos, buen vino blanco para las langostas, fruta
para nuestra jornada, pan), ya que partíamos temprano el domingo 27 hacia las
playas con historia. Vimos algo de la ciudad, fuimos a su plaza de armas. Esa noche cenamos con los dioses. Además el vino blanco
que habíamos mandar a helar nos abrió la mente con sus burbujas. Tuvimos una
grata conversación que encandiló a otros comensales. Pensábamos que el hotel
estaba vacío, pero no era así. Lo que sí me pareció un poca bizarra la
situación fue la presencia de una joven pareja que venían a pasar su noche de
amor y se hallaron con tres “loros” que reíamos a carcajada batiente. Pobres.
Nos fuimos a buen sueño reparador. Las
playas nos esperaban
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