Hace muchos años, había visto en un libro de historia la figura del dios Shiva en su famosa danza de la creación y de la destrucción. Era una bella estatuilla que se encontraba en un museo parisino: el Museo Guimet. En cuanto me instalé en el hotel Ibis en París ya en el hall principal del hotel había un dispenser con muchos folletos de la oferta cultural y de espectáculos que te ofrece la ciudad. En un lejano rincón encontré un folleto de este museo. Cumple 120 años (en realidad, 121) y reza en el mismo folleto que el Guimet es el museo más grande de Europa de arte asiático. El último viernes de enero era mi último día de visita en París. Inicialmente había comentado a Olivier sobre esta belleza y se entusiasmó por ir a conocerlo. Nos encontramos por el Notre Dame para almorzar con dos amigas suyas y luego nos fuimos a esta aventura lejana, por el Asia de los Himalaya.
Este museo fue concebido por un empresario industrial llamado Émile Guimet. Parece ser que esta persona era muy aficionada a las religiones orientales, a las religiones asiáticas. En realidad, no nos debe causar ningún asombro, puesto que cualquiera de las religiones practicadas en la actualidad y de culto masivo, todas tiene sus orígenes en Asia. Budismo, Cristianismo (Jesús fue judío), Judaísmo, Islamismo, Brahmanismo, Shintoísmo. Cualesquiera de las religiones modernas en nuestros continentes, sea Europa, América, África u Oceanía, somos cultores de variaciones de las mismas. Entonces, valgan verdades, hemos ido al origen de los cultos modernos.
El Guimet tiene cuatro pisos, tematizados por regiones religiosas del gran continente. En el primer piso (planta 0) se encuentra todo el esplendor del mundo brahmánico. Es impresionante la delicadeza de esta gran cultura tan difundida y tan poco comprendida. Cuando veía algunas de las figuras de los dioses de este alucinante panteón, recordé el gusto y pasión que tuvo George Harrison por ello. Creo que hizo hasta un Khumb Mela. Las bellas estatuas labradas de las diversas formas de Shiva, Visnu; las diversas formas faciales del Gautama Buda y su rostro de la paz perfecta, el nirvana, me evocó a Siddharta y ese gran poeta narrador Hesse. La perfección de la quietud, algo que ya no se ve en tu entorno. Era un baño de quietud. El silencio rodea a estas figuras.
La segunda planta (primer piso) nos acerca a la antigua cultura china, tan vieja como la humanidad. Hay bellas estatuillas, algunas más allá de los dos mil años. Qué peso de la historia. En realidad, China ocupa los dos pisos restantes pues hay tanto para ver y meditar. Caminas entre jarrones de diversas dinastías, delicados trabajos de jade, las primeras monedas de cobre. Hay espacios también para otras dos bellas culturas: Corea y el reino Silla; y el siempre maravilloso Japón y sus hermosos biombos, sus sofisticados trabajos de Ukiyo-e y las bellas armaduras de los señores feudales. Hace años, en Amsterdam, pude ver también una interesante colección de arte asiático. Pero el Rijksmuseum se centra en preservar el rico patrimonio holandés, sobre todo a sus maestros pintores, y el espacio asignado a lo asiático (tiene una interesante muestra de Indonesia, puesto que fue su colonia) es bastante pequeño. El Guimet es un museo delicado.
La visita fue todo un espacio de calma como los dioses que veían nuestro discurrir.