La primera vez que estuve en Berlín en el diciembre de 1994 la ciudad acusaba aún los problemas de la reunificación. En la actualidad muchos de esos rezagos quedan en la ciudad, sobre todo algunos conflictos sociales. Pero en el 94, la ciudad aún lucía divisiones. Una de ellas eran sus museos. Durante mi primera visita, tuve la oportunidad de ver la bella cabeza de la reina Nefertiti, que se hallaba en un pequeño edificio en la zona que correspondía al Berlín occidental, mientras lo más relevante de la colección egipcia se encontraba en la Isla, que se ubicaba en la zona oriental. Esta visita justificó mi estancia en esta fascinante ciudad. Había colmado mis expectativas. Pero quise ver más. Esa primera estancia me permitió también parte de dos de los museos de dicha Isla: el Pérgamo y algo del Bode.
Esta nueva visita me llevó, ahora sí, a conocer 3 de estos museos: Altes Museum (que da frente a la catedral), la bella Nationalgalerie y el Bodemuseum. Ir al Pérgamo me iba a demandar mucho tiempo; además con las nuevas instalaciones que han permitido reubicar a Nefertiti lo han hecho muy atractivo y cada día recibe cientos de personas por lo que hay que registrarse un día antes. La locura.
El Altes Museum (Museo Antiguo) tiene una bella colección de piezas de la Grecia clásica, así como bellezas etruscas y romanas. Varias bellezas pueden hallarse en sus salas, posee una buena colección de estatuas griegas y romanas en las que se pueden distinguir los bustos de Pericles (reproducción romana) y la de Adriano, así como la estatua de cuerpo entero de su amado Antínoo. El museo posee una interesante colección de arte etrusco, cultura que fue opacada por los romanos (algo así como los moches o paracas con los inca). Además tiene un colección de estatuillas en terracota, traída por diversos arqueólogos que hicieron su trabajo, a veces no tan santo, en el siglo XIX en la península itálica. Italia también va a ver muchas de sus obras renacentistas en varios museos del mundo, por ejemplo, el Bode. No conozco otros grandes museos como los de Londres o Nueva York, pero este museo tiene una interesante colección de vasos, ánforas y estatuillas de origen griego, como sólo he visto en Louvre y sobre todo en el Museo Nacional de Atenas. Además tiene algunos kouros de buena talla y bastante preservados. Algunas ánforas preservan, gracias a la minuciosa restauración alemana, el brillo de sus colores e imágenes. En la parte central del edificio se construyó una suerte de vestíbulo circular el cual es empleado como una galería para mostrar diversas estatuas, sobre todo de origen romano, que muestran a deidades del panteón grecorromano; puedes distinguir a Demeter, Mercurio, Juno, al imponente Júpiter.
En este museo hice un alto, puesto que me iba a enrumbar a otros dos más, tal como lo había previsto. Comí ligeramente y luego me dirigí a la Galería Nacional.
En el nuevo orden de estos museos, esta galería se llama actualmente Alte Nationalgalerie (Antigua Galería Nacional) y reúne lo más relevante de la pintura y escultura del arte alemán del siglo XIX. Quizá para muchos Alemania era la tierra de los románticos (literatura y música) cediendo en algunas artes a otras culturas vecinas. Francia se lleva los honores en cuanto a la pintura y arquitectura. Pero no es así. Cierto es que las escuelas francesas del XIX apabullan a las otras (Realismo, Romanticismo, Impresionismo), pero Alemania también tuvo grandes maestros. Esta galería los reúne. Estos bellos edificios que fueron construidos durante el siglo XIX fueron hechos para albergar todo el arte posible. Es para agonizar de belleza, no sólo por las obras, sino, además, por el espacio que las acoge. Todo esto se lo debemos a un hombre que quiso hacer de Berlín una bella capital: Federico Guillermo IV. Empezó la obra, pero no le alcanzó la vida para verla finalizada en conjunto. Si volviera a la vida, se sentiría emocionado por ver su idea hecha realidad. Por lo menos su estatua ecuestre vigila la entrada.
El museo tiene colecciones de otras partes de Europa. Por ejemplo: tiene algunas obras de Delacroix y una impresionante pintura de Edouard Manet, En el Jardín de Invierno. Bella, simplemente bella. Esta pintura está en una sala que reúne otras pinturas de él, de Degas, de Renoir, de Monet, de Cézanne y algunas esculturas de Rodin y de Maillol. En realidad, los maestros franceses dominaron todo el panorama europeo, pese a que en un principio varios críticos de arte los vapuleaban, hasta que un tonto de ellos les puso por sobrenombre "impresionistas" al ver un cuadro de Manet que denominó como "Impresiones", Cosas de la historia.
Pero el espacio otorgado a la escultura en este museo como el Bode, o varios europeos como el Louvre o la Glyptotek de Copenhague, como el Nacional de Atenas o el Narodny de Praga, te causan envidia puesto que los museos de América no muestran mucha escultura precolombina, salvo el de Arqueología de México. Europa tiene una vasta tradición arquitectónica, tanto religiosa, como militar o política-civil. Así pues, este museo también posee una interesante colección de arte escultórico del siglo XIX, el cual fue rescatado de iglesias o palacios que fueron sumidos en ruinas en los muchos conflictos bélicos que enfrentó el pueblo alemán. El más impresionante de los escultores alemanes es Johann Schadow. Sus obras son sólidas, pulcras y totalmente románticas. Fue un hombre de su época. Lo mejor, el conjunto funerario para el joven conde Alejandro von der Mark. Otro genial es Daniel Rauch y su bella escultura funeraria de la reina Luisa de Prusia. Es un placer caminar ante la piedra viva.
Pero la pintura también tuvo sus maestros alemanes. El maestro romántico Caspar Friedrich está muy bien representado. Pero lo mejor está en los realistas: para los arquitectos es todo un placer ver las obras de Eduard Gaetner y sobre todo el genial Adoph Menzel, del cual hay una inmensa colección de cuadros, ensayos, bosquejos; como pintor histórico tiene una interesante obra llamada El Concierto de Flauta de Federico El Grande en Sanssouci, un emblema del museo. Menzel retrató a la burguesía alemana como la industrialización de su país. Y se llega a la escuela naturalista con un gran maestro: Max Liebermann. Como un fotógrafo, retrató la clase proletaria del campo y la ciudad, en su sencillez y también en los problemas de injusticia.
Ya se iba haciendo un poco tarde, me dirigí al tercer museo que iba a visitar: Bode. Este museo está un poco aislado en relación a los otros y su entrada da hacia el río Spree. Estuve ahí en mi primera visita, pero como había priorizado el Pérgamo y el de Arte Oriental, el tiempo que me restaba era poco. Esta vez sí lo pude disfrutar. La ventaja es que ahora el museo tiene todas las esculturas que iban dispersas por Berlín en este museo que lleva el nombre de su primer director: Wilhem von Bode. Aquí te sumerges en la belleza de la escultura, los volúmenes del arte, su tridimensionalidad que te cubre y te acerca. Tiene, este museo, una vasta colección de estatuas religiosas de iglesias que se han perdido en el tiempo y en las guerras de la Alemania medieval. Varios santos y Cristos crucificados han sido rescatados; hay un conjunto impresionante del cual quedan pedazos como la virgen María, el mismo Cristo y otros elementos, procedente de Sajonia del siglo XIII. También posee una interesante colección de arte gótico francés, pero es Italia la que más se luce en este museo. Tiene una buena yesería de Donatello y trabajos buenos de Luca della Robbia. También posee una pequeña colección de Holanda, Portugal y una interesante, aunque pequeña, muestra de barroco español.
Completas tu visita con una bella muestra de arte bizantino, mosaicos, pinturas y esculturas traídas desde Italia, sobre todo Rávena.