El 20
de marzo, en el marco de las actividades de la Francofonía, se realizaba en la
Alianza Francesa de Trujillo un interesante conversatorio entre algunas personas
que habíamos estado o vivido en Francia. Uno de los puntos positivos en el cual
todos coincidimos era la cultura del intercambio de ideas que permitía a sus
ciudadanos la construcción de espacios de discusión con el fin de construir una
mejor sociedad. Además, la conversación se volvió interesante, puesto que, en
la actualidad, Francia es remecida por una serie de acontecimientos que son
mostrados en algunos medios más por su espectacularidad que por sus razones o
explicaciones. Francia ha sido uno de los países en el que más movimientos y
revoluciones civiles surgieron desde sus propios ciudadanos casi de manera
espontánea. Así tenemos las Revoluciones de 1828 y la Revolución de la Comuna
de 1871; pero, sobre todo, el famoso Mayo
del 68 y los sucesos de los Gilets
Jaunes (Chalecos Amarillos). Estos últimos movimientos obligaron al
gobierno de turno y la sociedad civil a sentarse a discutir para hallar
soluciones a las numerosas insatisfacciones que aquejaban a la sociedad de
entonces. Esta situación les permite hallar puntos en común y tratar de
beneficiar a todas las partes involucradas en la medida de lo posible con
argumentos razonables y sostenibles.
En la
sociedad peruana queda aún pendiente la cultura de la discusión. Esta surge
inicialmente de un reclamo. Pero por siglos, el reclamo fue visto como un acto
incorrecto; algunas personas y medios identificaron el reclamo como una acción
lesiva contra una persona, una institución, la sociedad, hasta el extremo de
llamarlo “acto terrorista”. Esta tipificación ha hecho que la sociedad peruana
aún vea esta actividad solo reservada para los más revoltosos e, incluso,
desadaptados. Además, la educación y algunas instituciones dedicadas a la
formación ciudadana en general alimentaron esta idea, fuera del hecho de que la
argumentación de todo tipo era una herramienta poco tratada en un sistema
educativo basado en la memoria repetitiva, sin cuestionamiento alguno. Ha
debilitado la construcción del reclamo correcto y argumentado. Así, muchos
reclamos se vuelven una acción ilógica y caprichosa, carente de asideros
coherentes, viables y justos.
La
discusión surge del válido reclamo de alguna situación anómala o injusta que
perturba a una persona, un grupo de ciudadanos o la sociedad en sí misma. Es
una cultura positiva que ha sido asimilada, incluso, en algunos procesos del
mundo empresarial que les permite mejorar su producto o la calidad de sus
servicios.
Sin
embargo, hay espacios en nuestra sociedad que esta herramienta de beneficio
común sigue ausente por ambas partes. Los últimos sucesos evidencian esta
carencia; además, está la visión parcializada de los medios sobre los motivos
de estos que generan una visión sesgada de los acontecimientos en desmedro de
la ciudadanía.