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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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sábado, 17 de abril de 2010

LA ISLA DE LOS MUSEOS: BERLÍN

11 de febrero. Penúltimo día en Berlín. Había estado en la zona sur de Alemania y había arribado a Berlín el día anterior desde Halle. Un frío duro, calador. Simone tenía que ir a trabajar y, por mi parte, había decidido ir nuevamente al centro de la ciudad para ver la catedral y los museos que se hallan bastante cerca. La ventaja de Berlín es que es una ciudad de espacios manejables, accesibles, gracias a la red vial que tiene. Bajé en Alexanderplatz, cerca de la inmensa torre de televisión y me fui caminando hacia la catedral. Luego de visitar el panteón de los Hohenzollern, enrumbé hacia la Isla de los Museos, la cual se encuentra a unos 500 metros de la salida de la Catedral. Todo a la mano.
La primera vez que estuve en Berlín en el diciembre de 1994 la ciudad acusaba aún los problemas de la reunificación. En la actualidad muchos de esos rezagos quedan en la ciudad, sobre todo algunos conflictos sociales. Pero en el 94, la ciudad aún lucía divisiones. Una de ellas eran sus museos. Durante mi primera visita, tuve la oportunidad de ver la bella cabeza de la reina Nefertiti, que se hallaba en un pequeño edificio en la zona que correspondía al Berlín occidental, mientras lo más relevante de la colección egipcia se encontraba en la Isla, que se ubicaba en la zona oriental. Esta visita justificó mi estancia en esta fascinante ciudad. Había colmado mis expectativas. Pero quise ver más. Esa primera estancia me permitió también parte de dos de los museos de dicha Isla: el Pérgamo y algo del Bode.
Esta nueva visita me llevó, ahora sí, a conocer 3 de estos museos: Altes Museum (que da frente a la catedral), la bella Nationalgalerie y el Bodemuseum. Ir al  Pérgamo me iba a demandar mucho tiempo; además con las nuevas instalaciones que han permitido reubicar a Nefertiti lo han hecho muy atractivo y cada día recibe cientos de personas por lo que hay que registrarse un día antes. La locura.
El Altes Museum (Museo Antiguo) tiene una bella colección de piezas de la Grecia clásica, así como bellezas etruscas y romanas. Varias bellezas pueden hallarse en sus salas, posee una buena colección de estatuas griegas y romanas en las que se pueden distinguir los bustos de Pericles (reproducción romana) y la de Adriano, así como la estatua de cuerpo entero de su amado Antínoo. El museo posee una interesante colección de arte etrusco, cultura que fue opacada por los romanos (algo así como los moches o paracas con los inca). Además tiene un colección de estatuillas en terracota, traída por diversos arqueólogos que hicieron su trabajo, a veces no tan santo, en el siglo XIX en la península itálica. Italia también va a ver muchas de sus obras renacentistas en varios museos del mundo, por ejemplo, el Bode. No conozco otros grandes museos como los de Londres o Nueva York, pero este museo tiene una interesante colección de vasos, ánforas y estatuillas de origen griego, como sólo he visto en Louvre y sobre todo en el Museo Nacional de Atenas. Además tiene algunos kouros de buena talla y bastante preservados. Algunas ánforas preservan, gracias a la minuciosa restauración alemana, el brillo de sus colores e imágenes. En la parte central del edificio se construyó una suerte de vestíbulo circular el cual es empleado como una galería para mostrar diversas estatuas, sobre todo de origen romano, que muestran a deidades del panteón grecorromano; puedes distinguir a Demeter, Mercurio, Juno, al imponente Júpiter.
En este museo hice un alto, puesto que me iba a enrumbar a otros dos más, tal como lo había previsto. Comí ligeramente y luego me dirigí a la Galería Nacional.
En el nuevo orden de estos museos, esta galería se llama actualmente Alte Nationalgalerie (Antigua Galería Nacional) y reúne lo más relevante de la pintura y escultura del arte alemán del siglo XIX. Quizá para muchos Alemania era la tierra de los románticos (literatura y música) cediendo en algunas artes a otras culturas vecinas. Francia se lleva los honores en cuanto a la pintura y arquitectura. Pero no es así. Cierto es que las escuelas francesas del XIX apabullan a las otras (Realismo, Romanticismo, Impresionismo), pero Alemania también tuvo grandes maestros. Esta galería los reúne. Estos bellos edificios que fueron construidos durante el siglo XIX fueron hechos para albergar todo el arte posible. Es para agonizar de belleza, no sólo por las obras, sino, además, por el espacio que las acoge. Todo esto se lo debemos a un hombre que quiso hacer de Berlín una bella capital: Federico Guillermo IV. Empezó la obra, pero no le alcanzó la vida para verla finalizada en conjunto. Si volviera a la vida, se sentiría emocionado por ver su idea hecha realidad. Por lo menos su estatua ecuestre vigila la entrada.
El museo tiene colecciones de otras partes de Europa. Por ejemplo: tiene algunas obras de Delacroix y una impresionante pintura de Edouard Manet, En el Jardín de Invierno. Bella, simplemente bella.  Esta pintura está en una sala que reúne otras pinturas de él, de Degas, de Renoir, de Monet, de Cézanne y algunas esculturas de Rodin y de Maillol. En realidad, los maestros franceses dominaron todo el panorama europeo, pese a que en un principio varios críticos de arte los vapuleaban, hasta que un tonto de ellos les puso por sobrenombre "impresionistas" al ver un cuadro de Manet que denominó como "Impresiones", Cosas de la historia.


























Pero el espacio otorgado a la escultura en este museo como el Bode, o varios europeos como el Louvre o la Glyptotek de Copenhague, como el Nacional de Atenas o el Narodny de Praga, te causan envidia puesto que los museos de América no muestran mucha escultura precolombina, salvo el de Arqueología de México. Europa tiene una vasta tradición arquitectónica, tanto religiosa, como militar o política-civil. Así pues, este museo también posee una interesante colección de arte escultórico del siglo XIX, el cual fue rescatado de iglesias o palacios que fueron sumidos en ruinas en los muchos conflictos bélicos que enfrentó el pueblo alemán. El más impresionante de los escultores alemanes es Johann Schadow. Sus obras son sólidas, pulcras y totalmente románticas. Fue un hombre de su época. Lo mejor, el conjunto funerario para el joven conde Alejandro von der Mark. Otro genial es Daniel Rauch y su bella escultura funeraria de la reina Luisa de Prusia. Es un placer caminar ante la piedra viva.
Pero la pintura también tuvo sus maestros alemanes. El maestro romántico Caspar Friedrich está muy bien representado. Pero lo mejor está en los realistas: para los arquitectos es todo un placer ver las obras de Eduard Gaetner y sobre todo el genial Adoph Menzel, del cual hay una inmensa colección de cuadros, ensayos, bosquejos; como pintor histórico tiene una interesante obra llamada El Concierto de Flauta de Federico El Grande en Sanssouci, un emblema del museo. Menzel retrató a la burguesía alemana como la industrialización de su país. Y se llega a la escuela naturalista con un gran maestro: Max Liebermann. Como un fotógrafo, retrató la clase proletaria del campo y la ciudad, en su sencillez y también en los problemas de injusticia.
Ya se iba haciendo un poco tarde, me dirigí al tercer museo que iba a visitar: Bode. Este museo está un poco aislado en relación a los otros y su entrada da hacia el río Spree. Estuve ahí en mi primera visita, pero como había priorizado el Pérgamo y el de Arte Oriental, el tiempo que me restaba era poco. Esta vez sí lo pude disfrutar. La ventaja es que ahora el museo tiene todas las esculturas que iban dispersas por Berlín en este museo que lleva el nombre de su primer director: Wilhem von Bode. Aquí te sumerges en la belleza de la escultura, los volúmenes del arte, su tridimensionalidad que te cubre y te acerca. Tiene, este museo, una vasta colección de estatuas religiosas de iglesias que se han perdido en el tiempo y en las guerras de la Alemania medieval. Varios santos y Cristos crucificados han sido rescatados; hay un conjunto impresionante del cual quedan pedazos como la virgen María, el mismo Cristo y otros elementos, procedente de Sajonia del siglo XIII. También posee una interesante colección de arte gótico francés, pero es Italia la que más se luce en este museo. Tiene una buena yesería de Donatello y trabajos buenos de Luca della Robbia. También posee una pequeña colección de Holanda, Portugal y una interesante, aunque pequeña, muestra de barroco español.
Completas tu visita con una bella muestra de arte bizantino, mosaicos, pinturas y esculturas traídas desde Italia, sobre todo Rávena. 
Una próxima vez debo reencontrarme con Nefertiti. Iré a verla.

miércoles, 31 de marzo de 2010

¿HAUPSTADT DEL WELT? BERLIN

























Berlín. Mi acercamiento a la cultura alemana, como la francesa, ha sido un proceso más ligado al asombro y a la admiración. Ambos han sido pueblos creativos, laboriosos y destacados en los campos que me apasionan: el arte y el intelecto.
Por mi afición a la música y al canto me aproximó a uno de los más grandes genios que haya dado la música: Johan Sebastian Bach. Luego vendrían los monstruos de Beethoven y Händel, algo de Haydn y Brahms. De habla alemana fue Mozart, y al estar en Viena y Praga en 1990, rendí un silencioso respeto a este genio. Pero Alemania me acercó a Juanito, como lo solíamos llamar en la época universitaria, cuando cantaba en el coro de la PUCP. Esos bellos años.
Al acercarme a su idioma, me fui maravillando en la increíble estructura que es el alemán. Lástima que la historia no le ha dado una buena percepción ante todos, debido a los terribles atropellos acaecidos en la segunda guerra mundial. Pero la belleza de un idioma y la cultura de un pueblo no puede ser satanizado por el momento que les tocó vivir. Ya se hablará en otro momento al respecto.

Al leer a Kant, las teorías de Adorno, de Reich, al leer a Thomas Mann, ver el teatro de Brecht, haber visto sus impresionantes películas del expresionismo (Murnau, genio), a Leibnizt y su teoría de las mónadas; es tan apabullante como cuando la Dietrich canta Ich bin von Kopf bis Fuss auf Liebe eingestellt (estoy hecha sólo para el amor) en el Ángel Azul.
Luego de mi permanencia de dos semanas fui una semana a Berlín; había coordinado la visita a esta ciudad gracias a Simone (tan linda y loca, como siempre) y el Sr. Rückert para visitar algunas universidades en torno a la ciudad de Halle, la ciudad de Händel. Iba a llegar un sábado a Tempel y de ahí me iba a casa de Simone. Tan ordenados los alemanes, ella lo tenía todo previsto; una amiga suya me recogió y llevó a su casa, me tenía preparada una gran comilona como recibimiento. Genial, comimos opíparamente degustando una de las maravillas alemanas: su pan.
Por la noche salimos a visitar algunos simpáticos bares y comer algo. Berlín es una ciudad silenciosa. Simone vive en un complejo de edificios con muchos residentes, incluso muchos niños (hay una suerte de babyboom en su edificio), pero la calma es inaudita: una paz de ciudad como nunca. El frío excesivo hace beber mucho a la gente, es un mal de la zona. Pero, a diferencia de nuestra ciudad, no ves botellas rotas por el piso o regadas por la calle; estas las dejan en los cenefas de las ventanas y no las lanzan al piso como muchos desadaptados que conozco por mi barrio.
Al día siguiente, domingo, celebración postrera del cumpleaños de Simone. Fuimos a comer un buffet muy simpático a un bar de amigos de Simone: comida espléndida, quesos, carnes, embutidos, suaves ensaladas y los geniales panes. Ya había estado antes en Berlín en 1995. Pero no recordaba esas maravillas. Memoria gastronómica débil.
























Una vez culminada la comida, nos fuimos a comprar mi boleto de tren para el día siguiente: me iba a Halle. En Berlín han construido la más grande estación ferroviaria, eso me impresionó de Alemania; la primera vez que estuve merodeando por el país quedé muy sorprendido por la estación de tren de Köln y lo cerca que estaba de su catedral, por supuesto que fui a verla.
La estación es inmensa y centraliza todas las anteriores. Recuerdo haber llegado la primera vez a Lichtenberg. Muchas de esta estaciones se hicieron famosas como Zoo Bahnhof (¿recuerdan Christina F?) Luego de manejarme en descomunal estación, con Simone nos fuimos a caminar a ver el Reichstag. La visita fue genial, pese a las paranoicas medidas de seguridad; en Europa viven al miedo, parte por su conciencia y parte por la media que crea un pánico diario. Es muy interesante la cúpula que han eregido para ver la construcción y la ciudad. Se ve el Spree totalmente congelado, grandes trozos de hielo discurren por la quebradiza capa que cubre al río. El frío es duro. Desde la parte superior distingo una imagen conocida desde la primera visita. la puerta de Brandemburgo. Al salir, nos dirigimos con Simone hacia la puerta: varios turistas de agolpaban para tomar las mejores fotos posibles. De ahí comenzamos a caminar por Unten den Linden y de pronto nos hallamos con la Academia de Artes (Akademie der Künste). Al ser domingo, el ingreso es libre y tenía la exposición de uno de los grandes pintores del expresionismo: George Grosz. Genial. Sus acuarelas, dibujos, fotografías. una exposición completa. En el hall compré varios libros, sobre todo de fotografía y la nueva arquitectura berlinesa. ¿Herencia del Bauhaus?
Estuve fuera de Berlín tres días, luego contaré al respecto.
Estuve un día y medio más en la ciudad. El último día me fui a ver nuevamente el centro. La primera vez estuve en la Siegessäule, la famosa columna de los ángeles del film Himmel über Berlin. Desde ahí había caminado hasta la puerta de Brandemburgo. Hacía poco se había llevado a cabo la reunificación y había muchas cosas derruidas. Ahora Berlin está pecando de convertirse en la estrella del consumismo, una suerte de ponerse al día; espero que no se apure mucho y preserve el bello viejo Berlín. Todo lo quieren hacer nuevo. En esta oportunidad me fui a ver dos grandes monumentos emblemáticos; su increíble catedral y los cercanos museos de la Isla. De los museos hablaré en otro texto.
La catedral es un inmenso edificio que descuella gracias a sus cinco cúpulas; esta vez sí logré ingresar. Visitar la cúpula mayor es una interesante experiencia. No tiene la vejez de Notre Dame, pero su construcción no escatimó ningún gasto de la dinastía de los reyes de los últimos años de la dinastía Hohenzollern. El monumento era el orgullo de esta agonizante dinastía cuya cripta se encuentra en los subterráneos de esta catedral. Esa cripta es impresionante: en ella se encuentran sarcófagos de todos los tamaños (hubo príncipes herederos que murieron al nacer) y formas, formas que muestran los cambios de estilos y modas a lo largo de los siglos. Las tumbas más interesantes (bueno, sarcófagos) son los de Federico, el Grande (el rey intelectual y justo), Otto Von Bismarck. Hay un pequeño sarcógafo blanco de una princesita que murió al nacer. Es quizá lo que más conmueve en todo este panteón y está en una sala especial.
Al salir de la cripta, fui a la librería para ver más detalles de esta inmensa iglesia que resultó bastante dañada en la segunda guerra mundial; en realidad, es poco raro que alguno de estos grandes edificios viejos no haya recibido el embate de la terrible guerra que fue para los berlineses. Berlín no fue destrozada como esa joya que es Dresden, pero sí hubo daños terribles y aún quedan huellas. Aunque dicen que el tiempo las cura..

Berlin es una ciudad ideal, ¿quiere ser la capital del mundo?
http://www.youtube.com/watch?v=WsbYGdCQsgk

viernes, 26 de febrero de 2010

A LOS PERUANOS EXILIADOS

Tuve un viaje muy intenso durante 3 semanas. Hacía una buena cantidad de años que no hacía uno bueno hacia el exterior. El último fue a México ya hace 10 años y ciertamente muchas cosas de lo que es "viajar" han cambiado desde mi última vez; eso ya va a ameritar otra entrada.
El viaje a Europa es toda una experiencia emocional grande, habida cuenta que este incluía la visita a una de las ciudades más soñadas por muchos: París. Pero también es un viaje a senderos humanos que muchas veces se cortaron por diversas razones y que, de pronto, saltan ante tus ojos. La internet ha ayudado a restablecer esos vínculos perdidos en el tiempo, de amigos que tuvieron que partir por diversas razones y que ahora se encuentran desperdigados por el mundo con sus recuerdos, sus añoranzas, así como sus logros y sueños realizados. También me reencontré con amigos extranjeros que algún día recalaron por nuestras tierras, nuestras casas e hicieron parte de su vida lo que gozaron y sufrieron con nosotros por algunos años. Ese también era otro viaje, el cual me iba a conmover y  por el cual aún estoy emocionado. La internet te muestra una posible capacidad virtual aún difícil de poder lograr en lo físico: el poder reunirte en cuerpo y alma con todos esos amigos de la distancia. Ver la distancia en un mapa y comparla con tu cuerpo en una estación de tren o carretera te demuestra cómo la realidad física te dice cuán limitado eres. Me hubiera gustado haber ido a Heidelberg, en el mapa es tan cerca de Berlín; en el mismo París a mi retorno hubiera querido salir con mis amigos de la Universidad, pero las distancias en la Ciudad Luz son inmensas y los tiempos de todos están totalmente ocupados.
En Berlín, al escuchar la voz de Rosa desde Heidelberg sentí la nostalgia de reconocer un timbre luego de algo de más 30 años; nuestras voces se encontraron al teléfono y las cosas que teníamos por contar nos abrumaron. ¡Cuánto tiempo! Mi reencuentro con Melissa, Isabel y Daniel en el sur de Francia, pese a haber transcurrido poco tiempo fue también una intensa emoción de verlos a todos. Haber encontrado a Luis Miñano en el aeropuerto de París fue también la imagen de una persona, de un vecino, de un amigo que no veía hacía ¡38 años! Hablar por teléfono con Ana Gabriela, sentirla cuajada y segura de su vida fue otra gran carga emotiva de este viaje.  Me hubiera gustado ver a tanta gente: Ingrid, Vanina. Amigos que compartimos tantas cosas de nuestro camino por la vida.
Al encontrarnos y poder hablar en nuestra lengua (sí, así lo hice también con Melissa, Isabel y Daniel), saborear esos rincones del recuerdo en las palabras, en la memoria, en las personas comunes, nos dio un espacio para la alegría y la tristeza, para la euforia y la melancolía. Recuerdo a Lucho (ya muy bien establecido en París, con una hija adorable), cuando hablábamos a veces me detenía para recordar tal o cual palabra: su cara se llenaba de emoción al oírla luego de tantos años enterrada en la memoria. Felicidad, esos son los momentos de la felicidad.
Sé que estos medios nos acercan, pero el calor de una mano, de un abrazo, una palmada, un beso, todo eso no se puede lograr en la virtualidad. Lo siento.
Espero que este reencuentro haya sido para todos un viaje a nuestro pasado, que las lágrimas vertidas por Lucho en mi hombro hayan sido un verdadero baño reparador del pasado y que algún día nos podamos reencontrar en esos espacios que nos fueron comunes a todos. Ojalá.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

BERLIN, LA LOCURA (1)



No hay ciudad que me haya impactado más que Berlín, Haupstadt der Welt. Ciudad tumultuosa, pero ordenada como buena capital del país del orden. Estaba en el corazón de Animalia, como la solía llamar Ingrid, al que ahora es su país de matrimonio y adopción.
Llegué a Berlín, luego de haberme despedido de Zürich (donde había pasado mis primeras y hasta ahora únicas blancas navidades). El 26 de diciembre de 1994 fue el día de la invasión sudamericana. Por error bajé en una estación (creo que fue Lichtenberg) anterior a la que debería haber descendido (Zoobanhof, lugar recordado por la película CRISTINA F - ¿la vieron?). Esta ciudad tiene una red impresionante de trenes y subterráneos, fuera de estaciones interconectadas que funcionan cronometradamente para delicia de un maniático. Reconozco que estoy casi en el borde de esa situación. Gracias a la gestión de gente de AFS de Dinamarca, tenía un lugar donde ir y dejar mis huesos sin problema. Viajaba, felizmente, ligero de equipaje como decía Rafael Alberti, por lo que el error de mi descenso fortuito en lugar no previsto pudo ser fácilmente enmendado. Gracias al pasaje de Eurotrail, podía seguir disfrutando de las bondades de su uso (como lo había hecho en Zürich también) y me embarqué hacia mi correcto destino.


El hecho de haber llegado a esta ciudad apenas un lustro después de la Vereinigung de las dos Alemanias ya de por sí era excitante. Iba, además a una casa que quedaba no lejos de las instalaciones del Muro (die Mauer). Pero luego constaté que el Muro estaba por casi toda la ciudad y que éste había sido una parte vital de la existencia de ambos lados (en algunos casos pensé, incluso, que su caída había también derrumbado parte de su identidad).
Como buen ejemplo de ciudad alemana o centroeuropea (mejor decir), las calles y casas son muy peculiares: son abiertas, grandes; pero a la vez te dan la sensación de ser cerradas. Creo que el hecho de haber llegado en invierno (diciembre) ha influido también en la percepción que recibí de esta impresionante ciudad.