En las últimas semanas, en nuestro país y
en el mundo hemos visto surgir incendios naturales así como incendios figurados
de corte social, político o económico. Estos acontecimientos han hecho que
nuestras sociedades (no solo la peruana)
hayan experimentado diversos tumbos que vale la pena hacer un alto para
reflexionar.
Los incendios son un reto permanente para
la humanidad. Las causas naturales no son tan
diversas, pues están más relacionadas casi siempre con la sequía. En
este fenómeno, hemos compartido y compartimos tristes experiencias con Bolivia,
Portugal, España, Israel, Italia, Australia, EEUU, entre otros países. Pero, las
provocadas por los hombres son más variadas: sequía por sobreexplotación de
recursos, mal uso de cultivos, contaminación, ignorancia y, en muchos casos,
angurria humana para convertir un rico suelo natural en uno eriazo para
ocupación habitacional. La relación entre bosques y el grueso de la humanidad
en los últimos siglos no ha sido nada grata para los primeros. La palabra
“deforestación” ya es un vocablo importante en las situaciones de riesgo y que
atentan contra nuestra seguridad en general. Y esta situación provoca los otros
incendios: los económicos, políticos y sobre todo los sociales. La
deforestación por fuego (que suele volverse incontrolable) es un recurso rápido
no solo empleado por campesinos sino por traficantes de tierras. Aún quedan en el recuerdo los incendios
forestales que amenazaron Machu Picchu en octubre del año pasado. O el
lamentable suceso de octubre del 2009 en
que varios inescrupulosos traficantes de terreno intentaron ocupar varias
hectáreas del famoso bosque de Pómac (Lambayeque) para luego quemar los
algarrobos. El desalojo de esos desalmados le costó la vida a tres policías.
Hace dos semanas estuve en Laquipampa, un
refugio de vida silvestre, ubicado también en Lambayeque, que mantiene un
delicado equilibrio entre la agricultura y los bosques naturales. Estuve
conversando con el promotor de esta ruta turística; comentó sobre las
estrategias aplicadas con la población rural con el fin de generar una serie de
cambios en las costumbres de los pobladores y visitantes de esta zona ubicada en
la interesante sierra lambayecana. La propuesta es bastante simple y compleja a
la vez: convertir un recurso natural en el eje económico de toda una población.
Este lento proceso debe de culminar en una toma de conciencia local de cuidar su
patrimonio. El poblador se vuelve en un celoso guardián de su recurso. Muchas
comunidades ya han ido asumiendo estas posturas generándoles confrontaciones
con diversos poderes económicos o políticos. Pero les faltan otros recursos más
para la prevención.
Recientemente he leído con pena que Laquipampa estuvo
luchado contra diversos incendios forestales, algunos incontrolables. Y me
viene a la mente los bellos parajes que visité y a la gente amable que conocí.
Espero que, como el ave Fénix, resurjan de sus cenizas.