Este domingo Francia está
viviendo su segunda vuelta electoral. En un proceso signado por la sombra de
actos terroristas en su territorio y en el espacio europeo en estos últimos
años, el sentido de tres palabras (libertad, igualdad, fraternidad) que
movilizaron a la sociedad francesa y espíritus libres en las últimas décadas se
ha visto amenazado por diversas reacciones de una ciudadanía atemorizada y
movilizada por temores xenófobos y racistas. La segunda vuelta tiene como
contendores a dos candidatos de igual línea ideológica; sin embargo, la
candidata de extrema derecha Marine Le Pen canalizó los miedos de muchos
ciudadanos que han visto a numerosos migrantes, sobre todo de sus antiguas colonias de
África, Medio Oriente y Asia, como una real amenaza a la integridad francesa,
su cultura latina y el espíritu cristiano que se admiten como los fundamentos
de su identidad.
Hay, sin embargo, un olvido
histórico que permitiría entender la actual situación francesa (o europea, en
general) ligada a su pasado colonialista. Estas naciones fueron y son grandes
gracias a un fuerte coste de todas las excolonias que les generaron un fuerte
rédito económico, social y político. La historia enseña a la humanidad que
cualquier acción tiene una secuela. Muchos países europeos han crecido gracias
al “apoyo” de las tierras y sus ciudadanos de allende los mares que rodean a
ese continente. Han sido parte de su historia y desarrollo. El simpático
llamado hecho por el animador, periodista y analista británico John Oliver
invita a la sociedad francesa a un voto consciente tras la posibilidad de que
Francia siga el camino del aislacionismo y actitud de confrontación de la
sociedad británica y norteamericana. El mundo parece encontrar como única
respuesta a este proceso creado por el mismo sistema llamado globalización a la
oscuridad, a la actitud conservadora y aislacionista. Extraña respuesta a un
mecanismo creado por él mismo. Pareciera que lo que se pensaba como solo una
propuesta económica no iba a rebasar las fronteras sociales, culturales y
políticas.
Europa tiembla ante la
posibilidad de una nueva deserción de un socio poderoso de subir esta líder
extremista que quiere resolver problemas económicos y sociales con soluciones
drásticas con graves repercusiones posibles. Las consecuencias no solo serían
económicas (Euro, bancos, comercio) sino, y más peligroso, sociales y políticas.
El triunfo de Trump en E.E.U.U. empoderó a grupos racistas, propuestas
conservadoras y actitudes bravuconas en el mundo internacional. El aislamiento
británico fue promovido por un líder que después terminó retractándose de los
resultados. El lenguaje promovido por candidatos de extrema derecha hace
recordar esa Europa que vio en su ciudadanía terribles demostraciones de
racismo y xenofobia de dolorosa recordación. La historia ayuda a refrescar el
presente.
Hoy Francia debe de continuar
siendo l’espoir de la humanité.