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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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sábado, 6 de enero de 2018

CHIMBOTE: GRATAS SORPRESAS




Este fue el último viaje del año. Había previsto viajar solo con el fin de aprovechar el viernes 29, feriado en Trujillo. Por algunas descoordinaciones de comunicación en el sitio de trabajo, se había informado que retornábamos el 02 de enero. Luego dos amigos se unieron al viaje en diferentes momentos, pues el día central de visita iba a ser el viernes 29 a nuestro objetivo: Isla Blanca. La bahía de Chimbote siempre ha sido motivo de mi interés. Una zona que inició el famoso boom de la pesca que se convirtió en un saqueo sistemático de los recursos pesqueros para hacer la harina de pescado para exportación asolando los cardúmenes. Este boom cambió la fisonomía social de la ciudad y el terremoto de 1970 lo iba a hacer en cuanto a su organización como ciudad. Este terremoto le dejó profundas heridas a la ciudad. Vi fotos y postales antiguas de esta zona antes del boom, pues es una bella bahía (la aprecié desde el aire varias veces cuando existía el vuelo Lima-Chimbote-Trujillo de Faucett) se construyó el hotel Chimú (luego de Turistas), que ahora está venido a menos. Desde el aire puede apreciarse la bella ensenada ahora contaminada (se veían las aguas oscuras desde el aire); esta zona del litoral peruano es apasionante por la cantidad de bahías que hay (Vesique es una, Tortugas otra). Chimbote era un pueblo tranquilo de pescadores hasta la llegada del boom pesquero que cambió todo. Aquí un blog de fotos (http://renzogonzalezparedes.blogspot.pe/2016/05/chimbote-antiguo-fotos-de-antano.html) Otro cambio sustancial fue la construcción de SidePerú, el espacio en el que se edificaban barcos para la pesca e incluso para la Marina peruana. Por SiderPerú, se ideó el plan de industrialización de Velasco de volver a Trujillo en zona de ensamblaje y fabricación de motos, autos y camiones de algunas marcas escogidas (recuerdo: Volvo, Dodge, Datsun, Toyota, Volkswagen, motos Jawa). Los demás países del Pacto Andino (los grandes), Chile, Colombia y Venezuela, hacían otros modelos de autos. Cuando llegamos a vivir a Trujillo en 1973 (mi familia) había industrias en el Parque Industrial que se dedicaban a hacer aros y ensamblaba motos (Creo que una de ellas era Arofisa o algo así). Luego del terremoto la ciudad quedó muy dañada y hubo una fuerte migración de chimbotanos hacia Lima u otras ciudades. Los recuerdos de muchas personas que vivieron ese sismo son espeluznantes; cuentan cómo se abrían las calles y salía agua del subsuelo, el hundimiento de varias casas y el colapso de otras. En mi juventud y cuando vivía en Lima por mis estudios solía viajar con cierta frecuencia a Trujillo; al pasar por Chimbote, entre olores y el estado de la ciudad dejaban mucho qué desear. Además del color anaranjado que lanzaba al ambiente la siderúrgica sin ningún control de contaminación. Es un milagro que la ciudad haya sobrevivido en un periodo en que esas cosas no eran obligatorias para la explotación de recursos (aún hay muchas empresas que hacen caso omiso a las reglas medioambientales).  Otro acercamiento a esta ciudad fue con la novela El zorro de arriba y el zorro de abajo de José María Arguedas. Una novela que interpreta el mundo migrante y palpitante del Chimbote de los 50 y 60. En las ferias del libro que hemos tenido por aquí pude acercarme a su propia literatura a través de un libro dinámico La santa sede que juega con el lenguaje y palabras; la presentación de este se realizó en el principal burdel de la ciudad. Y para redondear el libro El diluvio de Rosaura Albina de Luis Fernando Cueto, un libro que reúne pedazos de la historia de la ciudad, ciertas o imaginadas, a través de prostíbulos y prostitutas que llenaban la ciudad en su época de auge pesquero. En el 2006, fui a Chimbote para conocer Isla Blanca. Con el entonces Director de la Alianza Francesa más Vania Távara, Orietta y Melissa Massat, más dos chicos que trabajaban para el Director, nos fuimos inicialmente a las islas Guañape, casi frente a Puerto Mori. Nuestro siguiente objetivo era Isla Blanca; por eso nos vinimos un día, toda una jornada, a visitar este sitio. Contratamos un servicio de guía y nos llevó al lugar. Personalmente hallé más fascinantes las islas Guañape que Blanca, pero una isla siempre tiene un misterio que la rodea. 11 años después quise repetir el plato.  Aquí otro blog que habla sobre la historia de la ciudad y la zona (http://santa-ancash-peru.blogspot.pe/2011/01/distrito-de-chimbote.html) y otro más (http://operacionfishland.blogspot.pe/2012/04/la-maquina-del-tiempo-fotografias.html)
El 28 salimos para Chimbote y llegamos a almorzar. Un amigo de Ovidio, uno de los viajeros nos iba a esperar en su auto en la entrada norte de la ciudad. Tras pasar el famoso túnel de Coishco, inaugurado por Belaunde en 1983, llegamos ya a zona chimbotana. Al ingresar a la ciudad desde el Norte hay una extraña mano extendida hacia arriba que no sé qué significa. Bajamos a la altura del Vivero (el cual aún no puedo visitar) y nos llevó a almorzar a un simpático restaurante: El Ajicito. Las especialidades de la casa eran varias y muy sabrosas; Chimbote nos recibía de buen talante. El almuerzo se extendió más allá de las 3 pm. El hotel nos llamó para saber si íbamos a llegar. Nos embarcamos en un taxi para ir a Nuevo Chimbote. La ciudad está comunicada por dos grandes troncales de avenidas, anchas, de tránsito rápido (si no fuese por algunos vehículos). Hay dos grandes troncales, la avenida Enrique Meiggs que se convierte en troncal auxiliar de Panamericana Norte y la José Pardo que se convierte en Av. Pacífico en Nuevo Chimbote y es el corazón de las actividades comerciales, restaurantes y de diversión de la ciudad. Aunque ya el Chimbote antiguo está recuperando su prestancia y se ve mucho más ordenado y limpio que solía ser hace décadas. La ciudad cuenta con todos los servicios y, aunque su turismo es aún incipiente, ya se ve cierto desarrollo en el mismo. Por ejemplo, había contactado para ir a Isla Blanca anteriormente y por razones varias no confirmé. Llamamos para hacer la confirmación para el día 29 y ya no había cupos. Nos fuimos a descansar al hotel y luego contacté a un amigo que trabaja en turismo para ver las posibilidades al día siguiente, pues todos teníamos que regresar. Nos instalamos en el hotel Remanso para salir más tarde a cenar mientras llegaba mi amiga de Trujillo. Una larga siesta que culminó a las 8 pm. Larga. Salimos a dar una vuelta a la Plaza Principal (la de Armas está en Chimbote antiguo) y ver un poco la inmensa catedral (a la cual no pude entrar). Entre idas y vueltas nos fuimos a cenar al Portón Gaucho ante sugerencias de varias personas. Una cena medio accidentada, pues hubo muchos pedidos no satisfechos. Pese a todo, salimos bastante tarde y nos fuimos a nuestro hotel. Al día siguiente, fuimos a tomar desayuno a casa de mi amiga para ir a Isla Blanca, buscar otro medio que se había conseguido.  El habernos levantado tarde no nos permitió ver la Catedral de Chimbote que tiene fama de ser muy bonita por el interior (amerita otro viaje). Dejamos nuestras cosas en casa de mi amiga. Nos fuimos rápido hacia el embarcadero para poder tomar una lancha e ir a nuestro objetivo. Nos estuvo del todo organizado, culpa también de nuestra demora. El piloto de la lancha no tenía una chalupa para poder acercarnos a la orilla y descender para subir al faro que era el objetivo del viaje. Pese a todo vimos todo el litoral de esta lista que da hacia Chimbote y que es la defensa natural de esta ciudad frente a un posible tsunami. Nos sorprendió no solo la cantidad de aves guaneras, sino la numerosa presencia de lobos marinos, enemigos de los pescadores (les rompen las redes). Pensábamos que por la alta contaminación de la bahía no íbamos a encontrar fauna marina. O la bahía se está limpiando (lo dudo) o estos animales se han adaptado a la basura marina. Estos animales nos seguían como lo hacían con otras embarcaciones. En una clase de geografía de esas que ahora ya no sirven porque no son prácticas ni relevantes aprendí que delante de Ancash se halla una profunda fosa que si cortásemos el Huascarán y lo lanzásemos en el mar delante de Chimbote, el Huascarán se hundiría por completo. Así eran mis inútiles clases de geografía, cuando era un solo curso.







Terminado nuestro periplo marítimo, nos fuimos a la Plaza Principal para almorzar y luego partir a Trujillo. Nos fuimos a almorzar al Maruchitas (¿así se llamaba?) y tras el opíparo almuerzo nos fuimos caminando a casa de mi amiga, recoger nuestras cosas y partir a Trujillo. Nos despedimos de nuestro amigo guía y fuimos al Terminal. Fin de nuestra aventura, listo para un pronto retorno para ir a las Cataratas de Hornillos y otros lugares más pendientes.








viernes, 22 de septiembre de 2017

EL VIEJO NUEVO MUNDO: CHAVÍN DE HUÁNTAR



Domingo 10 de setiembre. Nuestro último día en Huaraz y en el Callejón de Huaylas. Ese día, por la noche, regresábamos a Trujillo nuevamente. A la humedad y al frío inclemente que ha estallado en estos días. Sin embargo, nuestra despedida iba a ser un poco accidentada. Decidimos cambiar de servicio de agencia de turismo, pues la anterior nos había fallado en el servicio; así que probamos con la del hotel. Pero…
Nos levantamos temprano para dejar todo arreglado; además nos fuimos al mercado para comprar el pan matutino y unas guaguas que salían frescas y ricas. Además pedimos pagar todo nuestro gasto para que al llegar no tengamos apuro alguno. Dejamos todo listo y lo único que íbamos a tener pendiente iba a ser los quesos que habíamos dejado en refrigeración.  Además ya por la noche iba a comprar un nacimiento para llevar de recuerdo a Trujillo. Tomamos un buen desayuno y esperamos. El tiempo aquí es bastante relativo. Nos dijeron que nos iban a recoger a las 8; pasaron por nosotros a las 9. Y fuimos los últimos; esta situación me hizo montar en cólera, pues nos tocó los peores lugares; de haberlo sabido, hubiéramos ido más temprano y nos hubiéramos ubicado en sitios más cómodos para nuestra última visita de este viaje: Chavín de Huántar.
Con el humor revuelto, salimos hacia nuestro destino. Sentados de manera incómoda nos y tomar la carretera hacia Huari. En el camino bajamos a ver una laguna por un espacio de 10 minutos. Estábamos atrasados supuestamente por nuestro “retraso”. Esa información me sacó más de quicio. Lo mejor que hice ante esta situación fue dormir. No tenía mucho interés en ver la ruta, ni el túnel Kahuish, ni otro detalle. Así que recién desperté faltando poco para llegar a Chavín de Huántar. Gran parte de la carretera está asfaltada, pero inusualmente el último tramo para llegar a este sitio arqueológico estaba bastante deteriorado. La primera vez que fui en 1985, la ruta estaba asfaltada y el tramo del túnel era bastante inusitado: el túnel presentaba rajaduras por las cuales caía agua. En el 2000, el viaje se hizo con un tráfico endemoniado, una fila de buses que se dirigían a las ruinas de Chavín. Y en la última oportunidad, al retornar de la visita a Chavín una vez cruzado el túnel tuvimos delante de nosotros la carretera y los cerros cubiertos de una capa fina de nieve. En esta oportunidad no hubo nada de excepcional. Sin embargo, la visita sí me permitió conocer el nuevo Museo Arqueológico de Chavín. Anteriormente, muchas de las piezas halladas en el complejo arqueológico estaban en una suerte de museo provisional que aún se halla en la entrada a dicho complejo.
Llegamos aproximadamente a las 11 del día; la mañana estaba parcialmente nublada y me temía una lluvia; felizmente no hubo tal. Ingresamos al museo previa compra de la entrada; eso es lo complicado del servicio: el precio del tour no incluye los boletos que hay que pagar tanto para el complejo como para el museo. Algunos turistas estaban desorientados en cuanto a esta situación. Incluso algunos tenían información de que tenían que pagar 5 soles, que luego se convierte en 7. Si Ancash quiere prosperar en este rumbo (y pueden apostar por ello, ya que mueve todos los servicios de ciudades grandes y pequeñas del Callejón) es comenzar a sensibilizar a la gente en cuanto a mejorar la calidad de sus servicios y cumplir con lo que ofrecen desde el horario hasta la visita en sí; deben de especificar qué es lo que incluye el servicio y qué no con el fin de que el turista tenga una idea de los gastos que debe de afrontar. Quizá no afecte tanto a una sola persona, pero para un padre de familia (como uno que iba en el tour con su esposa y dos hijos) puede ser mortificante. Nos juntamos para empezar la visita y esta se hizo con una explicación nada práctica y redundante en detalles poco relevantes. Además muchos de los espacios estaban cubiertos, puesto que las lluvias ya están próximas y hay que cubrir algunas partes para evitar su deterioro. La primera visita en el 85 vi poco del monumento; ahora ya hay más espacios descubiertos. Otro problema que afrontan espacios como estos es el aforo de visitas que hace que algunos espacios sean difíciles de visitar como sucedió con las visitas a las galerías o al lanzón monolítico. Cuando vine en 1993 y 2000 no pude ingresar a ambos lugares. En 2008 y ahora sí pude visitar ambos lugares muy interesantes. El lanzón está aislado y protegido con una mica. Antes te acercabas a él y muchas personas lo tocaban. Algo nuevo para mí fue precisamente una plaza circular que apunta a la galería en la que se halla el Lanzón.  Todo esto se ubica en torno al edificio principal denominado A, en el que se encuentran las galerías, el Lanzón y en las paredes exteriores la única cabeza clava que se halla en su sitio. Aquí hay más información (http://www.arqueologiadelperu.com.ar/chavin.htm). La zona, como todo el Callejón, es altamente sísmica y ha sufrido daños sea por los terremotos o los aludes que afectaron su estructura. El más “reciente” fue el de 1945 que afectó a la población y al sitio arqueológico; aquí más datos (http://culturaancash.blogspot.pe/2014/01/17-de-enero-de-1945-aluvion-en-chavin.html). El sitio no cuenta con una guía escrita o folleto. El último que obtuve fue en 2000. Pena. El sitio se halla estratégicamente ubicado en la confluencia de dos pequeños ríos que alimentan sus canales y que les permitió crear un sistema hidráulico impresionante y valorado casi 5 mil años después. Aquí hay un video educativo español para niños que lo explica: este es https://www.youtube.com/watch?v=TWO8lCHmE2o.  










Nos fuimos a almorzar en uno de los numerosos restaurantes que ahora hay en la zona. Recuerdo que en 1985, había un solo restaurante cuyos servicios higiénicos eran letrinas. Esos años. El almuerzo fue generoso, una buena trucha al ajo. Espectacular, todo rociado con cerveza. Pena que no había artesanales, pues Huaraz es productora de ello. Luego del almuerzo, nos fuimos al Museo Nacional de Chavín, obsequio del gobierno de Japón. Esta visita sí bien merece una misa. Aunque el edificio no es notable y rompe, en cierta forma, con el medio circundante, el anterior sí por lo demás interesante, con una museografía detallada, con piezas líticas que antes se hallaban en el complejo y que ahora se hallan protegidas de la intemperie y del manoseo de los turistas que gustan tocar las cosas. Aquí se encuentran numerosas cabezas clavas que antes se hallaban apiñadas en el museo provisional. Hay maquetas, mapas, líneas de tiempo y una rica información de la cosmogonía de esta vieja cultura. Además la magia de la informática hace una lectura detallada de los principales monumentos de esta civilización con el Lanzón o la Estela Raimondi. Este museo espera, además, así como toda la ciudad y Región, la devolución de la famosa Estela Raimondi, la cual se halla en el Museo de Arqueología de Lima,lugar del cual robaron hace varias décadas el famoso tumi. Hay ya un sitio reservado para esa Estela. Para cerrar esta visita, pasamos por una galería de hombres ilustres que trabajaron y trabajan para desentrañar esta cultura, abriéndola Don Julio C. Tello. Mis respetos para este hombre terco y celoso de su trabajo que mostró al mundo por qué somos el Viejo Nuevo Mundo.











Listos para retornar, nos fuimos a la plaza de armas del pueblo a recoger a una turista alemana, Corina, quien estaba más interesada en ver plantas medicinales que ruinas. Antes de salir quise comprar un recuerdo: nadie estaba en el stand de ventas. Problema de una institución pública.  Una vez ya recogida Corina, ella nos comenzó a mostrar lo que había comprado. Hablamos sobre medicina tradicional, le conté sobre nuestras usanzas y las famosas recetas de las abuelas, farmacias vivientes que te sacan de todo apuro. Nos enseñó la cantidad de plantas medicinales deshidratadas que había comprado. Para ella era un tesoro impresionante que había descubierto, lo que muchas veces vemos en nuestros mercados y despreciamos por ser “cosa de indios”. Así se descubrió la quinina, la uña de gato, el matico, chancapiedra, un largo etcétera de plantas que son nuestro patrimonio; pero como es cosa de indios… Un  percance en el camino me hizo temer lo peor: el pedal de los cambios se malogró y mis dudas de llegar a tiempo a Huaraz comenzaron a crecer en mí. Sin embargo, yendo en primera y segunda llegamos a esta ciudad a las 7 pm. Nos despedimos de la gente y nos fuimos hasta la plaza de armas. Ahí compré el nacimiento típico de aquí y luego nos fuimos al hotel. Nos quedaban algunas horas más. Salimos a cenar a un simpático restaurante: Trivia. Espectacular. Comer en Huaraz ha sido toda una revelación y debería de figurar en cada guía de viajero: no hay pierde. Y nos quedamos cortos de visitar más sitios para cenar en un lugar tan cosmopolita como se esta ciudad. Cinco estrellas.

Faltando media hora para irnos, nos despedimos de la amable gente del hotel Casablanca y nos fuimos a Moviltours. Trujillo nos esperaba.





martes, 19 de septiembre de 2017

CALLEJÓN DE HUAYLAS: RIQUEZA ARQUEOLÓGICA Y NATURAL



Luego de un viernes agitado, el sábado 09 iba a ser un día más tranquilo. Habíamos decidido no ir a Chavín de Huántar para hacerlo el último día en Huaraz, el domingo 10. Busqué una nueva opción: había pensado ir a Willkawaín y visitar el Museo Arqueológico de la ciudad. La última vez que visité este museo fue en el 2000, hace 17 años. En ese entonces quedé impresionado por todo el material lítico con el que se cuenta. Es un museo injustamente postergado por no ser tan promocionado. De haber sabido que íbamos a salir a las 10 am hacia nuestra visita al sitio arqueológico y natural de Honcopampa, hubiésemos hecho una visita relámpago al lugar. Sí no hubiéramos podido ir a las ruinas de Willkawaín (Wari), pues hay que ir con vehículo (aunque está a 8 km de la ciudad) y amerita una visita detenida de los restos. Casi todo el Callejón de Huaylas tiene vestigios Chavín, Recuay, Wari o Inca. Es un gran parque arqueológico. Eso hubiéramos visto de manera sintética en el Museo Arqueológico. En fin queda pendiente.
Como quedaba pendiente la visita al mercado quedaba al frente de nuestro hotel, nos fuimos a hacer las compras para llevar a Trujillo; así buscamos embutidos y chorizos que estaban a buen precio y había variedad. El día anterior por la noche, en camino a nuestro hotel de retorno a Yungay, hicimos la compra de quesos. Es mejor hacer la compra en el momento: si postergas dichas compras, es altamente probable que al final de cuentas no las hagas. Eso me dijo Olivier en Madrid, cuando veía unos libros de fotografías o cómics, me dijo que los comprase: sabio consejo.
Como íbamos a baños termales de Chancos, pedimos “prestadas” algunas toallas del hotel. El auto (sí, nos fuimos en auto, un error que nos pudo costar caro) vino a recogernos al hotel a las 10 am y nos fuimos a recoger al último pasajero: éramos cuatro viajeros y nuestro chofer que iba a fungir de guía. Tomamos la ruta al Norte como si fuéramos a Yungay. Poco antes de cruzar el río Santa para acceder a Anta, el auto siguió en el margen derecho (mejor sería decir al lado de la Cordillera Blanca) para dirigirnos a nuestro objetivo. Llegamos al poblado de Pariahuanca en pleno ascenso. Según nuestro chofer-guía, íbamos a subir hasta casi 4 mil metros de altura. Íbamos un poco incómodos; sin embargo, la novedad y los nuevos paisajes atenuaban las molestias. Cruzamos muchos pequeños poblados y nos sorprendía la cantidad de jóvenes y niños que regresaban de sus colegios o escuelas. Sábado de recuperación. En la entrada al aún no reconocido parque arqueológico, miembros de la comunidad nos recibieron en la garita de peaje: el señor nos quiso cobrar como extranjeros, pero cuando entre ellos hablaban en quechua, se refirieron de nosotros con la palabra Misti, y les dije que éramos peruanos, solté varias palabras en quechua. De pronto, los demás integrantes del grupo, salvo María, hablaban o entendían quechua: uno su madre era originaria de Huancavelica y le hablaba en quechua; otro, toda su familia venía de Ayacucho; el chofer sí hablaba quechua y yo me defendí con todo el vocabulario que aprendí en Arequipa y en la Universidad Católica en mis clases de quechua. Insólito y sintomático.  Al fin llegamos a nuestro primer objetivo: las ruinas de Honcopampa.





Las ruinas se ubican en una zona de gran emanación acuífera, la napa está muy cerca de la superficie y tiene una vegetación frondosa pero de poca altura. Al preguntarle por el origen del nombre del lugar, aventuró una teoría del nombre y la palabra Junco, pues por la presencia de estas aguas subterráneas, se formaban (ahora ya no tanto) frondosas matas de ichu (pero hubiera sido más lógico Ichupampa). El complejo lítico está en buen estado, podría estar mejor si hubiera un proyecto de restauración. Y hay que apurarse, pues estas ruinas Wari son la delicia de los idiotas que quieren dejar su nombre inscrito en las paredes del lugar. Tienes muchos  nombres sobre las piedras, algunos con pinturas u otros han tallado la piedra para poner sus “recuerdos” de sus acciones estúpidas.


Luego de esta visita, nos dirigimos hacia las cataratas cercanas llamada Yuracyacu (Agua blanca). Estas cataratas son el producto directo del deshielo, por eso sus aguas son bastante frías. Llegamos a un recodo donde dejamos el auto; en ese lugar había un buen grupo de personas que había llegado en buses y muchas personas del lugar que habían llegado para ofrecer sus alimentos a los viajeros. Una vez que nos apeamos del auto y nos preparamos para ir hacia nuestro destino final, nuestro guía nos dijo que íbamos a ascender más y que nos tomaría casi una hora para llegar al lugar. Cuando comenzamos la ascensión, María me dijo que no se sentía del todo bien, así que cuando llegamos a una suerte de pascana en el camino, se detuvo y me dijo que nos iba a esperar ahí. En realidad, fue sensata, pues el resto del camino me hizo recordar la odisea que pasamos en Chachapoyas cuando fuimos a conocer las cataratas de Gocta, caminata que casi se convierte en un suplicio. La marcha se apresuró, pues todavía faltaba un buen tramo para llegar al último destino que era los baños termales de Chancos. Al llegar a las cataratas, tenía ante mí una bella caída de agua fría, por cierto muy fría. Estuvimos un buen rato contemplando la caída de estas aguas, sensación bastante agradable a pesar de parecer un rugido. Quizá sea que este sonido es permanente y genera una sensación de calma y no es un sonido agudo y dañino. Después de todo el discurrir de las aguas siempre causa quietud y es lo mismo que sentí en el oleaje perezoso en la playa de Zorritos o la lluvia que caía en Huamachuco, Cajamarca o Arequipa. Claro que también hay rugidos de agua terribles como los que experimentamos este año en Trujillo con una lluvia torrencial un martes 14 de marzo o siete huaycos que cruzaron nuestra ciudad. En fin.





Descendimos para ya irnos a las aguas termales de Chancos. En el retorno, me adelanté para recoger a María que se había quedado esperándonos. Al pasar por el lugar no la vi por lo que pensé que había descendido al auto. Al llegar tampoco la vi. Retorné al mismo lugar y en el camino lancé varios gritos y ella respondió, se había ido a caminar y tomaba sol con una campesina. Antes de irnos, decidimos comer algo, un rico choclo con papa. Trabamos una simpática conversación y entre chistes fui averiguando algunos costos que en realidad muestran por qué la pobreza y el retraso de estas zonas; por ejemplo, un kilo de azúcar les cuesta a ellos tres soles. La conversación fue por lo demás amena. Al terminar subimos al auto.
El último tramo sí fue una pequeña calamidad. Nuestro guía-chofer tomaba esta ruta por primera vez; y será la última. El jovencito no tenía la menor idea del estado calamitoso en se hallaba este tramo que une Honcopampa con Chancos. El tiempo que le tomó para recorrer tan corto espacio fue excesivo y nos hizo perder buenos minutos que hubiéramos aprovechado para retornar temprano a Huaraz y ver el Museo Arqueológico. Hubo momentos en los cuales todos los pasajeros tuvimos que bajar, pues el auto no podía pasar. Parte de la aventura. En esos momentos, María aprovechaba para recoger semillas de eucalipto para emplearlas como un buen remedio para la gripe o golpes cuando se deja las mismas en alcohol de 90 grados. Nos llevamos incluso hasta una inmensa rama. Las semillas nos acompañaron hasta nuestro retorno a Trujillo.




Los baños termales de Chancos podrían ser una verdadera bendición para el descanso y el relajo. Pero la organización y administración del mismo es un verdadero caos, peor fin de semana. Compramos el servicio para entrar a las cuevas que funcionan como sauna; pero no teníamos una real información. Luego nos enteramos por uno de los acompañantes del viaje que podías esperar hasta una hora para ingresar. Una estafa. Decidimos ir a los baños en sí: otro caos. Tuvimos que actuar de manera bravucona para poder tomar una sala de baño. Y así lo hicimos. Pero una vez ya adentro y con el agua caliente que salía de las cañerías, nuestro humor cambió. Tras 20 minutos de reposo y zambullidas, salimos un poco atontados por el baño, el calor corporal y la sed que nos mataba. Al salir de las instalaciones, nos dirigimos a un puesto ambulante a tomar un reparador jugo de naranja con miel. Increíble. Un baño de vigor y de placer que tu cuerpo necesitaba en esos momentos.
Y así retornamos a Huaraz, vía Marcará (la carretera que habíamos empleado para ir a Yungay el día anterior) ya por una vía totalmente asfaltada. La conversación fue amena. Pensábamos ir al Museo pero tiempo restante era nimio. Así que le pedimos que nos dejase en nuestro hotel para tomar una buena ducha y luego salir a buscar libros de la zona. En realidad, esta es una falencia en la ciudad. No hay librerías, no podemos hallar libros de viajes de la zona para que te puedas informar más y tener fuentes más documentadas. Fuimos a ver al restaurante del día anterior, Chilli Heavens, y la dueña nos contó que había traído un buen lote de libros sobre Callejón de Huaylas y que estos habían prácticamente “volado”. No sería una mala idea traer otro bloque más de libros; pese a internet, aún hay viajeros como nosotros que tenemos necesidad de leer más; por ejemplo, conocer las montañas con sus fotos para que no nos estén diciendo una retahíla de cosas que las vamos a olvidar como pasó con todos los nombres que nuestro primer guía nos dijo.
Por la noche fuimos a cenar con María del Carmen Altuna que había ido a dictar un curso. Cerramos así un segundo día divertido con sus altibajos.