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Trujillo, La Libertad, Peru
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viernes, 22 de septiembre de 2017

EL VIEJO NUEVO MUNDO: CHAVÍN DE HUÁNTAR



Domingo 10 de setiembre. Nuestro último día en Huaraz y en el Callejón de Huaylas. Ese día, por la noche, regresábamos a Trujillo nuevamente. A la humedad y al frío inclemente que ha estallado en estos días. Sin embargo, nuestra despedida iba a ser un poco accidentada. Decidimos cambiar de servicio de agencia de turismo, pues la anterior nos había fallado en el servicio; así que probamos con la del hotel. Pero…
Nos levantamos temprano para dejar todo arreglado; además nos fuimos al mercado para comprar el pan matutino y unas guaguas que salían frescas y ricas. Además pedimos pagar todo nuestro gasto para que al llegar no tengamos apuro alguno. Dejamos todo listo y lo único que íbamos a tener pendiente iba a ser los quesos que habíamos dejado en refrigeración.  Además ya por la noche iba a comprar un nacimiento para llevar de recuerdo a Trujillo. Tomamos un buen desayuno y esperamos. El tiempo aquí es bastante relativo. Nos dijeron que nos iban a recoger a las 8; pasaron por nosotros a las 9. Y fuimos los últimos; esta situación me hizo montar en cólera, pues nos tocó los peores lugares; de haberlo sabido, hubiéramos ido más temprano y nos hubiéramos ubicado en sitios más cómodos para nuestra última visita de este viaje: Chavín de Huántar.
Con el humor revuelto, salimos hacia nuestro destino. Sentados de manera incómoda nos y tomar la carretera hacia Huari. En el camino bajamos a ver una laguna por un espacio de 10 minutos. Estábamos atrasados supuestamente por nuestro “retraso”. Esa información me sacó más de quicio. Lo mejor que hice ante esta situación fue dormir. No tenía mucho interés en ver la ruta, ni el túnel Kahuish, ni otro detalle. Así que recién desperté faltando poco para llegar a Chavín de Huántar. Gran parte de la carretera está asfaltada, pero inusualmente el último tramo para llegar a este sitio arqueológico estaba bastante deteriorado. La primera vez que fui en 1985, la ruta estaba asfaltada y el tramo del túnel era bastante inusitado: el túnel presentaba rajaduras por las cuales caía agua. En el 2000, el viaje se hizo con un tráfico endemoniado, una fila de buses que se dirigían a las ruinas de Chavín. Y en la última oportunidad, al retornar de la visita a Chavín una vez cruzado el túnel tuvimos delante de nosotros la carretera y los cerros cubiertos de una capa fina de nieve. En esta oportunidad no hubo nada de excepcional. Sin embargo, la visita sí me permitió conocer el nuevo Museo Arqueológico de Chavín. Anteriormente, muchas de las piezas halladas en el complejo arqueológico estaban en una suerte de museo provisional que aún se halla en la entrada a dicho complejo.
Llegamos aproximadamente a las 11 del día; la mañana estaba parcialmente nublada y me temía una lluvia; felizmente no hubo tal. Ingresamos al museo previa compra de la entrada; eso es lo complicado del servicio: el precio del tour no incluye los boletos que hay que pagar tanto para el complejo como para el museo. Algunos turistas estaban desorientados en cuanto a esta situación. Incluso algunos tenían información de que tenían que pagar 5 soles, que luego se convierte en 7. Si Ancash quiere prosperar en este rumbo (y pueden apostar por ello, ya que mueve todos los servicios de ciudades grandes y pequeñas del Callejón) es comenzar a sensibilizar a la gente en cuanto a mejorar la calidad de sus servicios y cumplir con lo que ofrecen desde el horario hasta la visita en sí; deben de especificar qué es lo que incluye el servicio y qué no con el fin de que el turista tenga una idea de los gastos que debe de afrontar. Quizá no afecte tanto a una sola persona, pero para un padre de familia (como uno que iba en el tour con su esposa y dos hijos) puede ser mortificante. Nos juntamos para empezar la visita y esta se hizo con una explicación nada práctica y redundante en detalles poco relevantes. Además muchos de los espacios estaban cubiertos, puesto que las lluvias ya están próximas y hay que cubrir algunas partes para evitar su deterioro. La primera visita en el 85 vi poco del monumento; ahora ya hay más espacios descubiertos. Otro problema que afrontan espacios como estos es el aforo de visitas que hace que algunos espacios sean difíciles de visitar como sucedió con las visitas a las galerías o al lanzón monolítico. Cuando vine en 1993 y 2000 no pude ingresar a ambos lugares. En 2008 y ahora sí pude visitar ambos lugares muy interesantes. El lanzón está aislado y protegido con una mica. Antes te acercabas a él y muchas personas lo tocaban. Algo nuevo para mí fue precisamente una plaza circular que apunta a la galería en la que se halla el Lanzón.  Todo esto se ubica en torno al edificio principal denominado A, en el que se encuentran las galerías, el Lanzón y en las paredes exteriores la única cabeza clava que se halla en su sitio. Aquí hay más información (http://www.arqueologiadelperu.com.ar/chavin.htm). La zona, como todo el Callejón, es altamente sísmica y ha sufrido daños sea por los terremotos o los aludes que afectaron su estructura. El más “reciente” fue el de 1945 que afectó a la población y al sitio arqueológico; aquí más datos (http://culturaancash.blogspot.pe/2014/01/17-de-enero-de-1945-aluvion-en-chavin.html). El sitio no cuenta con una guía escrita o folleto. El último que obtuve fue en 2000. Pena. El sitio se halla estratégicamente ubicado en la confluencia de dos pequeños ríos que alimentan sus canales y que les permitió crear un sistema hidráulico impresionante y valorado casi 5 mil años después. Aquí hay un video educativo español para niños que lo explica: este es https://www.youtube.com/watch?v=TWO8lCHmE2o.  










Nos fuimos a almorzar en uno de los numerosos restaurantes que ahora hay en la zona. Recuerdo que en 1985, había un solo restaurante cuyos servicios higiénicos eran letrinas. Esos años. El almuerzo fue generoso, una buena trucha al ajo. Espectacular, todo rociado con cerveza. Pena que no había artesanales, pues Huaraz es productora de ello. Luego del almuerzo, nos fuimos al Museo Nacional de Chavín, obsequio del gobierno de Japón. Esta visita sí bien merece una misa. Aunque el edificio no es notable y rompe, en cierta forma, con el medio circundante, el anterior sí por lo demás interesante, con una museografía detallada, con piezas líticas que antes se hallaban en el complejo y que ahora se hallan protegidas de la intemperie y del manoseo de los turistas que gustan tocar las cosas. Aquí se encuentran numerosas cabezas clavas que antes se hallaban apiñadas en el museo provisional. Hay maquetas, mapas, líneas de tiempo y una rica información de la cosmogonía de esta vieja cultura. Además la magia de la informática hace una lectura detallada de los principales monumentos de esta civilización con el Lanzón o la Estela Raimondi. Este museo espera, además, así como toda la ciudad y Región, la devolución de la famosa Estela Raimondi, la cual se halla en el Museo de Arqueología de Lima,lugar del cual robaron hace varias décadas el famoso tumi. Hay ya un sitio reservado para esa Estela. Para cerrar esta visita, pasamos por una galería de hombres ilustres que trabajaron y trabajan para desentrañar esta cultura, abriéndola Don Julio C. Tello. Mis respetos para este hombre terco y celoso de su trabajo que mostró al mundo por qué somos el Viejo Nuevo Mundo.











Listos para retornar, nos fuimos a la plaza de armas del pueblo a recoger a una turista alemana, Corina, quien estaba más interesada en ver plantas medicinales que ruinas. Antes de salir quise comprar un recuerdo: nadie estaba en el stand de ventas. Problema de una institución pública.  Una vez ya recogida Corina, ella nos comenzó a mostrar lo que había comprado. Hablamos sobre medicina tradicional, le conté sobre nuestras usanzas y las famosas recetas de las abuelas, farmacias vivientes que te sacan de todo apuro. Nos enseñó la cantidad de plantas medicinales deshidratadas que había comprado. Para ella era un tesoro impresionante que había descubierto, lo que muchas veces vemos en nuestros mercados y despreciamos por ser “cosa de indios”. Así se descubrió la quinina, la uña de gato, el matico, chancapiedra, un largo etcétera de plantas que son nuestro patrimonio; pero como es cosa de indios… Un  percance en el camino me hizo temer lo peor: el pedal de los cambios se malogró y mis dudas de llegar a tiempo a Huaraz comenzaron a crecer en mí. Sin embargo, yendo en primera y segunda llegamos a esta ciudad a las 7 pm. Nos despedimos de la gente y nos fuimos hasta la plaza de armas. Ahí compré el nacimiento típico de aquí y luego nos fuimos al hotel. Nos quedaban algunas horas más. Salimos a cenar a un simpático restaurante: Trivia. Espectacular. Comer en Huaraz ha sido toda una revelación y debería de figurar en cada guía de viajero: no hay pierde. Y nos quedamos cortos de visitar más sitios para cenar en un lugar tan cosmopolita como se esta ciudad. Cinco estrellas.

Faltando media hora para irnos, nos despedimos de la amable gente del hotel Casablanca y nos fuimos a Moviltours. Trujillo nos esperaba.