Este fue el último viaje del año. Había previsto viajar solo
con el fin de aprovechar el viernes 29, feriado en Trujillo. Por algunas
descoordinaciones de comunicación en el sitio de trabajo, se había informado
que retornábamos el 02 de enero. Luego dos amigos se unieron al viaje en
diferentes momentos, pues el día central de visita iba a ser el viernes 29 a
nuestro objetivo: Isla Blanca. La bahía de Chimbote siempre ha sido motivo de
mi interés. Una zona que inició el famoso boom de la pesca que se convirtió en
un saqueo sistemático de los recursos pesqueros para hacer la harina de pescado
para exportación asolando los cardúmenes. Este boom cambió la fisonomía social
de la ciudad y el terremoto de 1970 lo iba a hacer en cuanto a su organización
como ciudad. Este terremoto le dejó profundas heridas a la ciudad. Vi fotos y
postales antiguas de esta zona antes del boom, pues es una bella bahía (la
aprecié desde el aire varias veces cuando existía el vuelo
Lima-Chimbote-Trujillo de Faucett) se construyó el hotel Chimú (luego de
Turistas), que ahora está venido a menos. Desde el aire puede apreciarse la
bella ensenada ahora contaminada (se veían las aguas oscuras desde el aire);
esta zona del litoral peruano es apasionante por la cantidad de bahías que hay
(Vesique es una, Tortugas otra). Chimbote era un pueblo tranquilo de pescadores
hasta la llegada del boom pesquero que cambió todo. Aquí un blog de fotos (http://renzogonzalezparedes.blogspot.pe/2016/05/chimbote-antiguo-fotos-de-antano.html)
Otro cambio sustancial fue la construcción de SidePerú, el espacio en el que se
edificaban barcos para la pesca e incluso para la Marina peruana. Por
SiderPerú, se ideó el plan de industrialización de Velasco de volver a Trujillo
en zona de ensamblaje y fabricación de motos, autos y camiones de algunas
marcas escogidas (recuerdo: Volvo, Dodge, Datsun, Toyota, Volkswagen, motos
Jawa). Los demás países del Pacto Andino (los grandes), Chile, Colombia y Venezuela,
hacían otros modelos de autos. Cuando llegamos a vivir a Trujillo en 1973 (mi
familia) había industrias en el Parque Industrial que se dedicaban a hacer aros
y ensamblaba motos (Creo que una de ellas era Arofisa o algo así). Luego del
terremoto la ciudad quedó muy dañada y hubo una fuerte migración de chimbotanos
hacia Lima u otras ciudades. Los recuerdos de muchas personas que vivieron ese
sismo son espeluznantes; cuentan cómo se abrían las calles y salía agua del
subsuelo, el hundimiento de varias casas y el colapso de otras. En mi juventud
y cuando vivía en Lima por mis estudios solía viajar con cierta frecuencia a
Trujillo; al pasar por Chimbote, entre olores y el estado de la ciudad dejaban
mucho qué desear. Además del color anaranjado que lanzaba al ambiente la
siderúrgica sin ningún control de contaminación. Es un milagro que la ciudad
haya sobrevivido en un periodo en que esas cosas no eran obligatorias para la
explotación de recursos (aún hay muchas empresas que hacen caso omiso a las
reglas medioambientales). Otro
acercamiento a esta ciudad fue con la novela El zorro de arriba y el zorro de
abajo de José María Arguedas. Una novela que interpreta el mundo migrante y
palpitante del Chimbote de los 50 y 60. En las ferias del libro que hemos tenido
por aquí pude acercarme a su propia literatura a través de un libro dinámico La
santa sede que juega con el lenguaje y palabras; la presentación de este se
realizó en el principal burdel de la ciudad. Y para redondear el libro El
diluvio de Rosaura Albina de Luis Fernando Cueto, un libro que reúne pedazos de
la historia de la ciudad, ciertas o imaginadas, a través de prostíbulos y
prostitutas que llenaban la ciudad en su época de auge pesquero. En el 2006,
fui a Chimbote para conocer Isla Blanca. Con el entonces Director de la Alianza
Francesa más Vania Távara, Orietta y Melissa Massat, más dos chicos que
trabajaban para el Director, nos fuimos inicialmente a las islas Guañape, casi
frente a Puerto Mori. Nuestro siguiente objetivo era Isla Blanca; por eso nos
vinimos un día, toda una jornada, a visitar este sitio. Contratamos un servicio
de guía y nos llevó al lugar. Personalmente hallé más fascinantes las islas
Guañape que Blanca, pero una isla siempre tiene un misterio que la rodea. 11
años después quise repetir el plato. Aquí otro blog que habla sobre la historia de
la ciudad y la zona (http://santa-ancash-peru.blogspot.pe/2011/01/distrito-de-chimbote.html)
y otro más (http://operacionfishland.blogspot.pe/2012/04/la-maquina-del-tiempo-fotografias.html)
El 28 salimos para Chimbote y llegamos a almorzar. Un amigo
de Ovidio, uno de los viajeros nos iba a esperar en su auto en la entrada norte
de la ciudad. Tras pasar el famoso túnel de Coishco, inaugurado por Belaunde en
1983, llegamos ya a zona chimbotana. Al ingresar a la ciudad desde el Norte hay
una extraña mano extendida hacia arriba que no sé qué significa. Bajamos a la
altura del Vivero (el cual aún no puedo visitar) y nos llevó a almorzar a un
simpático restaurante: El Ajicito. Las especialidades de la casa eran varias y
muy sabrosas; Chimbote nos recibía de buen talante. El almuerzo se extendió más
allá de las 3 pm. El hotel nos llamó para saber si íbamos a llegar. Nos
embarcamos en un taxi para ir a Nuevo Chimbote. La ciudad está comunicada por
dos grandes troncales de avenidas, anchas, de tránsito rápido (si no fuese por
algunos vehículos). Hay dos grandes troncales, la avenida Enrique Meiggs que se
convierte en troncal auxiliar de Panamericana Norte y la José Pardo que se
convierte en Av. Pacífico en Nuevo Chimbote y es el corazón de las actividades
comerciales, restaurantes y de diversión de la ciudad. Aunque ya el Chimbote
antiguo está recuperando su prestancia y se ve mucho más ordenado y limpio que
solía ser hace décadas. La ciudad cuenta con todos los servicios y, aunque su
turismo es aún incipiente, ya se ve cierto desarrollo en el mismo. Por ejemplo,
había contactado para ir a Isla Blanca anteriormente y por razones varias no
confirmé. Llamamos para hacer la confirmación para el día 29 y ya no había
cupos. Nos fuimos a descansar al hotel y luego contacté a un amigo que trabaja
en turismo para ver las posibilidades al día siguiente, pues todos teníamos que
regresar. Nos instalamos en el hotel Remanso para salir más tarde a cenar
mientras llegaba mi amiga de Trujillo. Una larga siesta que culminó a las 8 pm.
Larga. Salimos a dar una vuelta a la Plaza Principal (la de Armas está en
Chimbote antiguo) y ver un poco la inmensa catedral (a la cual no pude entrar).
Entre idas y vueltas nos fuimos a cenar al Portón Gaucho ante sugerencias de
varias personas. Una cena medio accidentada, pues hubo muchos pedidos no
satisfechos. Pese a todo, salimos bastante tarde y nos fuimos a nuestro hotel.
Al día siguiente, fuimos a tomar desayuno a casa de mi amiga para ir a Isla
Blanca, buscar otro medio que se había conseguido. El habernos levantado tarde no nos permitió
ver la Catedral de Chimbote que tiene fama de ser muy bonita por el interior
(amerita otro viaje). Dejamos nuestras cosas en casa de mi amiga. Nos fuimos rápido
hacia el embarcadero para poder tomar una lancha e ir a nuestro objetivo. Nos estuvo
del todo organizado, culpa también de nuestra demora. El piloto de la lancha no
tenía una chalupa para poder acercarnos a la orilla y descender para subir al
faro que era el objetivo del viaje. Pese a todo vimos todo el litoral de esta
lista que da hacia Chimbote y que es la defensa natural de esta ciudad frente a
un posible tsunami. Nos sorprendió no solo la cantidad de aves guaneras, sino la numerosa presencia de lobos marinos, enemigos de los pescadores (les rompen las redes). Pensábamos que por la alta contaminación de la bahía no íbamos a encontrar fauna marina. O la bahía se está limpiando (lo dudo) o estos animales se han adaptado a la basura marina. Estos animales nos seguían como lo hacían con otras embarcaciones. En una clase de
geografía de esas que ahora ya no sirven porque no son prácticas ni relevantes
aprendí que delante de Ancash se halla una profunda fosa que si cortásemos el
Huascarán y lo lanzásemos en el mar delante de Chimbote, el Huascarán se
hundiría por completo. Así eran mis inútiles clases de geografía, cuando era un
solo curso.
Terminado nuestro periplo marítimo, nos fuimos a la Plaza
Principal para almorzar y luego partir a Trujillo. Nos fuimos a almorzar al
Maruchitas (¿así se llamaba?) y tras el opíparo almuerzo nos fuimos caminando a
casa de mi amiga, recoger nuestras cosas y partir a Trujillo. Nos despedimos de
nuestro amigo guía y fuimos al Terminal. Fin de nuestra aventura, listo para un
pronto retorno para ir a las Cataratas de Hornillos y otros lugares más
pendientes.