La Feria Internacional del
Libro de Trujillo culminó el domingo pasado con la magistral conferencia de
Ahmed ben Tahar (Túnez) en la que explicó al público presente cómo su país no
se sumió en la violencia ni el caos como está asolando a otros países de la
región tras la famosa Primavera Árabe del 2011. El haber pertenecido al
Cuarteto para el Diálogo Nacional Tunecino fue la justa causa de su
reconocimiento por la Academia Sueca adjudicándole el Nobel de la Paz. En su
discurso explicaba la necesidad de desarrollar la tolerancia, el diálogo y
sobre todo el compromiso político tal como lo hizo este grupo para construir
prácticamente un país que salía de la dictadura de Ben Alí. Este, aunque era
muy bien visto por muchos países por su liberalismo económico, gobernaba el
país para pocos y los más ricos. Al estallar la revuelta por el descontento
social, el Cuarteto (conformado por la Liga de DDHH -a la que pertenece ben
Tahar-, los sindicatos, el mundo empresarial y una orden que congrega a los
abogados tunecinos) tomó las riendas de la reconstrucción del país: desde una nueva Constitución
hasta un nuevo gobierno electo. Si dejaban que las pasiones e intereses de
grupos políticos, económicos o religiosos dirigiesen los pasos de la nación,
Túnez hubiera tenido no una “primavera, sino un invierno” según palabras de ben
Tahar. Esa es la triste realidad que padece Libia, Siria y aun Egipto. Así no
prosperaron los radicales islamistas u otros grupos nada propensos a la democracia. Se abrió el
diálogo con puntos comunes entre las partes para construir un derrotero para
toda la nación. Promovieron la igualdad ante la ley y ante las oportunidades laborales
a hombres y mujeres, destacaron la laicidad del Estado y la democracia como
forma de gobierno. Fue todo un placer haber apoyado en la traducción durante la
conferencia de este gran hombre.
Mientras recordaba sus
palabras, dos eventos han mostrado la cara de la intransigencia política
partidaria frente a dos ministros del actual gobierno, Jaime Saavedra y
Salvador del Solar. Con el primero, nuestro actual Congreso dio gala de oportunismo
ramplón, puesto que su destitución implicará cambios en la Ley Universitaria en
beneficio de universidades mediocres, las cuales han hecho un fuerte lobby entre
los congresistas o tienen a algunos de sus representantes en dicho Congreso. No
hay una visión nacional, sino la de angurrientos hombres que lucran con la
educación de medio pelo. Por otro lado, la designación de Salvador del Solar como
Ministro de Cultura desbordó los límites del surrealismo al escuchar opiniones
de diversos políticos sobre este tema del cual no conocen ni les interesa. Es
frecuente oír a personas que identifican a la educación y a la cultura como
sinónimos, lo que evidencia su total desconocimiento de ambos rubros.
En realidad, el prurito de
muchos políticos es aprovechar las circunstancias solo para crear zozobra e
inestabilidad para jalar agua para su miserable molino.