Una semana para el olvido. Al
momento de escribir este artículo, un nubarrón se cierne sobre la sociedad
peruana. Hay un presidente que representa a los grupos más oscuros de ciertas
mafias políticas; un congreso que vota a favor de desarticular las formas de
control de calidad para que otras mafias poderosas logren sus turbios
propósitos; y un conato de gabinete ministerial con un rosario de ministros en
los que la palabra corrupción aparece por todos lados: el nuevo ministro del Interior
arrastra ciertos vínculos con el narcotráfico, más abuso de autoridad, y cuya
designación precipitó la caída del anterior gabinete; un aprendiz de ministro
de Medio Ambiente con nula experiencia en momentos que atravesamos una de las
crisis ecológicas más graves de nuestra historia; una reo contumaz que trata de
ceñir la banda de ministra de la Mujer, portadora de uno de los discursos más retrógrados dichos por parte de una persona que ocupa este cargo; el ministro de Cultura, racista, xenófobo,
quien tendría a su cargo velar por la diversidad de uno de los países más ricos
desde esa perspectiva; o la permanencia del de Transporte, ligado a mafias de
transportistas. La cereza de la torta: un premier que representa la visión arcaica
de las relaciones humanas legitimando la violencia física, el dolo y un
extremismo religioso que justifica, quizás, su insana misantropía. Las alarmas
han saltado por todos lados: varios de estos políticos han sido elegidos en las
últimas elecciones presidenciales. Esta fue la “oferta” política que los
actuales partidos políticos ofrecieron y ofrecerán a una población electoral
que tiene que ir a las urnas para votar por lo que se tiene. Sólo con tomar los
casos de Castillo y Valer bastan para llamar poderosamente la atención de lo
que hacen estas agrupaciones políticas: Castillo postuló por Perú Libre sin ser
miembro; mientras que Valer del APRA y otros partidos postuló por Renovación
Popular. Vientres de alquiler que engendran anomias políticas. Este gabinete se
acerca a los extremos: populistas, fanáticos religiosos, conservadores a
ultranza. Castillo, culpable de sus erráticas decisiones, promovió el ascenso
de Valer, el que parece quedará trunco debido al rechazo que está generando en
la ciudadanía por tener toda esa retahíla de acusaciones de toda índole. Pero estos
personajes se volverán a metamorfosear, pues saben utilizar un discurso populista
o conservador a ultranza que, como en el caso de Valer, le ha permitido una
curul en este cuestionado Congreso.
Se pide el rechazo formal de
este alucinante gabinete y la vacancia del inefable Castillo. Una vez fuera
este gobierno, ¿qué nos viene después? ¿Qué panorama tenemos por delante si
vemos que estas organizaciones políticas son, a la larga, causantes de la desgracia
que estamos viviendo? ¿Habría algún candidato que contenga la corrupción y
anomia generada en las últimas décadas o qué mafia nos tocaría ahora? Estamos
viviendo nuestra soledad.
PD. A estas alturas, Valer ya ha anunciado su renuncia y se abre una nueva incógnita. La pregunta ahora es qué hará este anodino presidente que se dedica a oír a unos consejeros que han salido de ultratumba de la corrupción.