Quería hablar de temas pendientes, muchos graves, sobre el mundo político nacional e internacional. Pero algunas noticias, de pronto, hacen detener el entorno de uno y nos invita a reflexionar: el deceso de Michael Exley. Michael fue una gran persona con sus amigos, sus profesores y estudiantes. Llegó a Trujillo en la última década del siglo pasado a revolucionar la educación escolar de nuestra ciudad; la sacudió de sus paradigmas para poner unos nuevos que siguen vigentes a través de los profesores que formó permanentemente y los entonces alumnos que graduó en nuestra ciudad, así como lo hizo en su breve paso por Cajamarca. Siempre se preocupó por sus docentes, su personal administrativo y de mantenimiento de manera activa. Era todo un ser humano. Un raro inglés católico que se enamoró de nuestra ciudad aquella vez que sentado frente al entonces Hotel de Turistas en nuestra Plaza de Armas enunció que iba a venir a vivir aquí abriendo un colegio. Y así fue. Recuerdo en los primeros años cuando trabajábamos en el Fleming College, colegio creado gracias a la iniciativa del promotor Daniel Rodríguez, Michael me pidió buscar la canción “Qué importa” para una charla con sus padres de familia; iba a comenzar con ellos con el estribillo “un fracaso más, qué importa” para cuestionar su determinismo y fatalidad y cambiar la percepción que se tenía de la vida, del éxito, del esfuerzo, del manejo del conocimiento, de la libertad de palabra y pensamiento, de la confianza en uno mismo y del valor de la individualidad y la sociedad. Era un perfecto provocador. Era ese tipo de personas que se hacen necesarias para destruir moldes. En cuanto Michael llegó a instalarse entre nosotros, sus ideas resultaron muy novedosas y también incómodas para muchos. Para hacer una buena tortilla, tienes que romper muchos huevos. Amaba tanto Trujillo que aprendió marinera y, pese a su pésima pronunciación del castellano, se aprendió todos los modismos trujillanos. Como buen anfitrión, gustaba tener conversaciones serias delante de buena comida y bebida; así se iba cambiando el mundo intercambiando ideas y propuestas en buen ambiente. Gracias a su empeño y compromiso, los turbulentos primeros años pasaron y el colegio se fue fortaleciendo al haber trazado una línea de trabajo. Ahora es una sólida institución de la cual egresan alumnos con buena formación educativa en todos los campos. Al enterarse de su deceso ocurrido en su Inglaterra natal, cientos de sus exalumnos y muchos padres de familia llenaron el obituario con mensajes que muestran cuán hondo este hombre pudo haber calado en ellos. Su obra se ve en hombres y mujeres, ya algunos padres de familia, que han ido alcanzando sus logros y muchos realizan labores notables fuera de nuestro país. Michael no tuvo hijos biológicos, pero sí cientos espirituales; esos que, a través de su trabajo y éxito, rememoran el pensamiento que él les ha legado para sus vidas. Michael, un buen viaje.