Trujillo ha experimentado en
los últimos meses una notable presencia de eventos culturales y artísticos que,
en cierta manera, reverdecen los laureles de la “ciudad de la cultura”. Un
festival de cine, una Feria del Libro, la visita de dos premios Nobel (uno de
química y otra de la paz), diversas conferencias arqueológicas o de otros
profesiones, además de destacadas exposiciones de artistas que últimamente han
copado el Centro Histórico; un interesante panorama cultural para una ciudad
que bordea el millón de habitantes. Visitar estos días Trujillo incluiría una
visita obligada a 8 espacios en los que se ofrecen instalaciones, pinturas,
fotografías, arte conceptual; fuera de las tradicionales ofertas que uno
encuentra en nuestro Centro monumental, además de los sitios arqueológicos ya
conocidos y que son parte de la identidad histórica de nuestra ciudad. He
asistido a varios de estos eventos y exposiciones. He constatado de manera
personal la calidad de estas exposiciones y los conversatorios realizados en
algunas de ellas; he participado en conferencias en la última Feria del Libro y
conversado con personas interesantes que han pisado suelo trujillano, sea por
un evento u otro. Trujillo era y es una fiesta. La ciudad ha tenido la
oportunidad de haber tenido, fuera de los dos premios Nobel, la visita de intelectuales,
escritores y artistas de buen nivel. La FILT trajo una nutrida delegación
encabezada por su propio Embajador y su Ministro de Cultura, nada menos. Por
otro lado, las exposiciones artísticas, por su número y extensión, evocan las
famosas Bienales que dieron lustros a nuestra ciudad en los 80; no solo por la
calidad de las obras expuestas, sino por los diversos espacios en los que se
realizan estas exposiciones en la actualidad. Las casas del Centro Histórico
acogen a artistas que nos invitan al placer estético o a la reflexión.
Sin embargo, esta gran
oportunidad para Trujillo y sus ciudadanos se ha visto dispersa y diluida para
la mayoría de sus habitantes o sus visitantes. Algunos de los más importantes
momentos de la FILT fueron opacados por los gritos destemplados de vendedores o
de presentadores que convirtieron su espacio en una suerte de mercado persa.
Por otro lado, pocos son los ciudadanos que pisan las galerías en las que
ubican las exposiciones. Un factor gravitante es el de una falta de
coordinación. Estos eventos tienden a canibalizarse uno a otro. Otro relevante
es la escasa articulación de estos eventos con otros quehaceres de la ciudad,
como el sector educativo. Pocos son los colegios con los que se coordinan;
peor, con universidades. Y el otro sector a trabajar es el turismo. No solo de
arqueología vive la ciudad; sus festivales (fuera de la marinera o primavera)
deben de ir creciendo y ser parte de su calendario. Y sus galerías deberían de
ser espacios para que turistas vean una ciudad llena de creatividad y belleza.
Oportunidades aún perdidas