El 29 de marzo del año pasado (2014),
gracias a la iniciativa de Gilberth García, operador turístico, y en
coordinación con la Fundación Wiese y el proyecto arqueológico el Brujo,
dirigido por el arqueólogo Régulo Franco (http://www.fundacionwiese.com/patrimonio-cultural/el-brujo-huaca-cao/la-senora-de-cao.html),
un grupo de personas ligadas al mundo de la educación trujillana hizo un viaje
de todo el día a las instalaciones del conjunto monumental (huaca, restos hispánicos) y el museo de
sitio; además tuvimos la oportunidad de ver el trabajo en conjunto que se hace
con la población de Magdalena de Cao para poder ofrecer servicios de calidad al
turista nacional e internacional que llega al sitio arqueológico y que
atraviesa esta pequeña ciudad. Anteriormente los visitantes iban al destino y
retornaban sin percatarse de la historia y vida de esta población, la cual se
ha trabajado por año con gente del grupo MINKA. En algunas visitas que hemos
hecho sucesivamente al conjunto arqueológico CARAL, había visto los cambios
notables que se hacen, pero que demandan diversas formas de inclusión social
con los pobladores (un problema que se está abordando en Moche y las huacas de
la zona) así como cambios de actitud de los pobladores que quieren solucionar
sus vidas con la famosa costumbre paternalista que confunde a muchas entidades
con la mal entendida Responsabilidad Social y las acciones de asistencialismo
que se suelen ejecutar, equivocando limosna, dádivas o regalos con trabajo de
RS. La población afectada debe experimentar un cambio que conduzca a cambiar
ciertos hábitos en el desarrollo de sus actividades para mejorar la producción
de objetos o mejora de servicios que pueden ofrecer a un público distinto al
que solían tener. Así pues, nosotros, el grupo de casi 30 personas, íbamos a
hacer los catalizadores de las diversas actividades que se han ido desarrollando
en torno a este patrimonio arqueológico: arqueología, historia, sociedad,
turismo, artesanía, gastronomía, hotelería; diversas ramas de la ciencia y del
bienestar se han conjugado para ofrecer un producto y, como dicen ahora, una
marca. Salimos en un bus en el cual nos acomodamos todos los asistentes, más
personas ligadas al proyecto arqueológico. Nos acompañaba en este viaje, Iván
La Riva, incansable viajero y narrador muy entretenido de nuestra historia
regional. En el camino pudimos recibir una clase sobre la importancia del Cerro
Campana, el cual se encuentra bastante amenazado por los intereses de
Chavimochic. Justo por la fecha, el tema del Cerro había salido a la luz a raíz
de una venta de terrenos en zonas que estaban en discusión su intangibilidad.
Me parece que a la fecha este asunto no está del todo claro sobre el futuro de
este lugar no solo de importancia ecológica, sino arqueológica e histórica.
Lastimosamente, y como me lo comentaron algunas personas que están trabajando
en esto, se han hallado algunas vetas de oro y eso puede significar su final
como santuario.
Sigamos con nuestro viaje. Iván nos señaló
los lugares que significaron la caída del imperio Chimú, ya que con esos sucesos,
la ciudadela Chan Chan fue ocupada por la expansión inca. La zona se llama Chiquitoy viejo o Chiqtoy.
Las ruinas las recuerdo cuando íbamos a la playa en los 80 por esta ruta de
entrada desde la Panamericana. Anteriormente, en una visita que hicimos con
estudiantes de la universidad en la que laboro, habíamos tomado una ruta que
bordeaba el mar desde Huanchaco. Esta vía es mucho más corta y atraviesa
Santiago de Cao. Reduces los casi 60 kilómetros de distancia y la hora que te
toma en llegar a este destino. Lastimosamente y por razones de preservación de
los huachaques y totorales, no se ha asfaltado la misma. Pero sería una buena
alternativa si la carretera se hiciera, en ese tramo, sobre el tablazo. Hay
proyectos y proyectos. Así que tomamos la Panamericana, la cual están en
proceso de ampliación. Espero que estos cambios atenúen el pesado tráfico que hay hacia
el valle (también cargado de permanentes accidentes, varios fatales). La
entrada, desde Chocope, hacia Magdalena ha mejorado considerablemente. Hay una
mejora en la señalización de la que solía tener y ahora ya estás seguro de tu camino.
Años pasados accedíamos al lugar por “acción divina”. Las veces que veníamos
por el mar, al cruzar los cañaverales no tenías mucha certeza de tu destino. Pero
ahora ya hay una mejor señalética y todo se halla, desde Chocope, asfaltado.
Nos dirigimos hacia nuestros objetivos
iniciales: huaca y museo. Como el grupo era relativamente grande, teníamos que
ir a cierto ritmo. Hubo una presentación inicial a cargo de Régulo y luego nos
dirigimos hacia el conjunto arqueológico. Recibimos las primeras indicaciones
en la plaza principal o ceremonial y luego visitamos algunos pasadizos que
suelen permanecer cerrado a las visitas regulares. Se puede apreciar las técnicas
de construcción y el carácter religioso del inmueble. Pudimos ver más de cerca
el nivel que representa un desfile de los sacrificados, quienes desnudos son
llevados al sacrificio; y en el segundo nivel, a los danzantes. Hay además todo
un mural en alto relieve cromático muy parecido al de la Huaca de la Luna,
cerca de Trujillo.
Hay algunas galerías que no han sido del todo abiertas y que son más fascinante de lo que solemos visitar. El cuidado de los muros es vital para evitar que la erosión del viento marítimo vaya deteriorando las paredes recientemente restauradas. Igual está pasando con el gran techo metálico cuya lona ya está muy deteriorada. El coste de la restauración es alto y se puede lograr si el monumento tiene una vida turística activa. Ya se estaban empezando las restauraciones de las ruinas hispánicas que, en contraste con las precolombinas, se hallan más dañadas. Aquí hubo un pequeño poblado de origen español y una iglesia, también dominica, cuyas ruinas ahora están restaurando. La iglesia, como parte del proceso de extirpación de idolatrías, se construyó en una zona de adoración prehispánica. Desde la parte superior de la huaca, ves el valle, el mar y los otros complejos arqueológicos, algunos lamentablemente dañados como Huaca Rajada o Cortada (el nombre lo dice todo). Además puedes contemplar uno de los sitios más antiguos del Perú: Huaca Prieta. Todo apunta a que esta zona ha sufrido serios embates de los efectos de los Niños de los siglos pasados (y una seria advertencia si amenazase otro igual como del 25 o del 82-83, e incluso el del 97-98). Hay que reforzar y proteger lo hallado, sino acabaría como otra ruina más. El museo es pequeño, pero su contenido es notable, fuera del trabajo museístico hecho con una profusa y amena información, recursos tecnológicos bien empleados y los tesoros que son presentados en su colección. Hay toda una discusión entre paisajistas, arquitectos, restauradores e historiadores sobre el uso de materiales para su construcción, así como su locación. Sin embargo, el interior es bastante ventilado, aunque es recomendable no tener mucha gente en tu visita. Un contraste irónico. El plato de fondo es la dama de Cao, una sacerdotisa que murió muy joven por fiebres puerperales, posiblemente. Murió, según datos, hace 1800 años, casi siglo II o III de nuestra era y pertenece a la cultura moche. Fue una autoridad religiosa, casi divinizada, y con ella se rompió el mito de una sociedad teocrática gobernada solo por hombres. Lo interesante es ver sus brazos que aún muestran las pinturas que se hallaban en su piel. La sequedad del clima ha permitido que estas características se hayan preservado por siglos. La cámara en la que descansan sus restos está climatizada. Además la luz es tenue para que no dañe las pigmentaciones que han sobrevivido a siglos.
Una vez concluida la visita al sitio
arqueológico y el museo, hay una nueva propuesta que se quiere incluir como un
producto más para visitar: turismo mágico. Para esto, se ha acondicionado
espacios y un camino que conducen a un pozo de agua de excavación prehispánica.
Aquí todo apunta que se realizaban ritos sobre en una zona identificada con la
chamanería y la brujería. No en vano se llama huaca El brujo. Los ritos del
agua son muy importantes para una sociedad que dependió mucho de ella y que
padeció por ella. El Niño es un conjunto de fenómenos climáticos que
afectan la distribución del agua; en algunas partes caen lluvias torrenciales
incontrolables, en otras las sequías causan hambrunas. Se ha adecuado un descanso
para aquellos que esperan su turno para el rito, acompañado de un sanador
chamán.
Una vez culminada la extensa visita y con
un hambre de lobos, nos dirigimos hacia Magdalena. Ahí nos distribuimos para
almorzar. Hicimos un alto en su simpática plaza principal, la cual luce muy
cuidada y restaurada en algunas de sus calles con empedrado. Hay muchas cosas
pendientes por mejorar, incrementar la calidad de los servicios y estar listos
para poder atender a grandes grupos e incrementar su oferta en el menú. Igual
como suelen presentar las botellas para la chicha “mellicera” como la llaman.
Por lo menos estandarizar el tamaño. Por
el tiempo, no pudimos quedarnos a ver la artesanía, la cual ha mejorado
considerablemente.
Ya ajustado nuestro horario, salimos con
retorno a Trujillo, pero a la altura y ante la sugerencia de varias personas,
entramos a ver la pequeña iglesia de
Santo Domingo en el poblado de Chicama. Es una iglesia pequeña, que fue
administrada por los dominicos (obvio) y, pese a ser reconocido como un
monumento histórico en 1974, poco se ha hecho para impedir su acentuado
deterioro. En 2010, cayó parte de su pared y no vemos techo en la actualidad.
El interior del convento está vacío. Imagino que igual ha de estar el claustro. Lo que sí sigue activo es el cementerio que se ubica a la izquierda de la entrada del convento. Chicama es un poblado que data del siglo XVI y fue fundado por Diego de Mora. Era una suerte de pascana para los viajeros. Esta iglesia era para adoctrinar en una zona tan poblada como lo era este valle, el de CHACMA. Interesante datos hallados en el ensayo de Susan Ramírez (http://www.ifeanet.org/publicaciones/boletines/24%282%29/245.pdf) para complementar la lectura; en el texto se habla de que este lugar ya estaba dominado por Diego de Mora desde antes de 1558 y creó el primer ingenio azucarero del Perú, el cual fue dirigido por su viuda, Ana de Pizarro.
Luego de la breve visita, regresamos a
Trujillo, llegando a las 5 de la tarde. Intensa jornada.