Estamos llorando sobre mojado. Una realidad cada
día más agresiva, invasiva de nuestras vidas privadas y contraria a todo tipo
de actividad que se realiza en nuestra ciudad y región. Por parte de las
autoridades, vemos respuestas estridentes e inadecuadas ante las groseras
evidencias que nos aplastan cotidianamente. Tenemos, parece, una cúpula
política de todo nivel, incapaz de responder ante los recientes sucesos que nos
acongojan; lo peor es el sentimiento ciudadano de que podemos esperar poco o
nada de dicha cúpula, esa que está más preocupada de sus intereses que las de
los ciudadanos de pie. El avance de la criminalidad en nuestra ciudad es
imparable: cada vez hablo con personas que cierran sus negocios, retiran la
publicidad o se van de la ciudad. Trujillo es una ciudad en la que es difícil
vivir. Desde los inicios de este siglo, hemos visto cómo la violencia y
criminalidad han ido creciendo a pasos agigantados, alimentadas del crecimiento
económico. Desde entonces la ciudad ha ido cambiando su eslogan de “La ciudad
de la eterna primavera” a “La ciudad de la eterna balacera”. Parece cómico,
pero veo en los ciudadanos una resignación ya ofensiva. Pareciera que nos han
ganado. Quiero parafrasear un extracto del texto La prieta de Gloria Anzaldúa
que nos ilustra en estos momentos: “[..] No puedo descartar el rol de cómplice
que hago como cómplice, que todos hacemos de cómplices, ya que no gritamos lo
suficientemente recio en protesta [..]”. Es duro, pero encierra una gran
verdad, esa que ha permitido que la criminalidad campe casi libremente por
nuestra ciudad y región. Trujillo es una ciudad de posibilidades, las que
construye su sociedad civil; esta debe exigir respuestas concretas ante la
delincuencia. Qué se espera de nuestros reclamos: pues retirar a las personas
que no están cumpliendo con las funciones que les competen, tal como es el caso
del ministro del interior quien prometió renunciar al cargo si las medidas aplicadas
entonces tras su designación no iban a funcionar. Por ejemplo, Trujillo está en
un permanente estado de emergencia, periodo en el cual ha recrudecido la
violencia. Como ciudadanos debemos exigir compromiso y respuesta a los
congresistas o las cabezas de los partidos políticos en los que dichos
congresistas están militando, quienes nos han empujado más al abismo de la
anomia total a causa de sus acciones legislativas (REINFO, detención preliminar
entre otras joyas más, todas contra la ciudadanía en general) que favorecen
todo tipo de crimen. Dos reclamos ciudadanos inmediatos. Esos reclamos, de
prosperar, deben estar en nuestras conversaciones y preocupaciones. Más que una
“marcha por la paz”, debe hacerse una marcha que reclame a las diversas
estancias del poder el correcto accionar de estos funcionarios públicos a los
cuales se les ha dado, a través de nuestros votos, esas responsabilidades. De
no reclamar, podemos afirmar que ya ganaron la partida para desgracia nuestra.
1 comentario:
El mal avanza porque "los buenos" no hacemos nada. Ahora yo me pregunto: ¿somos realmente buenos? O más bien cobardes?
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