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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

martes, 14 de enero de 2025

CRÓNICA DE VIAJE 1: TREN AL SUR, VIAJE A CHILE

 




Chile, un país vecino con el cual tenemos una larga y turbulenta relación. Un país con una historia interesante y con la que hay muchos puntos en común con nosotros. Durante mi vida escolar en Arequipa, ciudad cercana a Chile, tuve amigos y personas conocidas chilenas. Es más, uno de los ideales de ese entonces era ir a Arica para hacer compras, ya que esta ciudad tenía un régimen especial tributario y tenía libre importación. Estuve algunos meses vacacionando en Tacna (1971 y 1972) en casa de un amigo de mi padre que era médico; con su familia pasamos hasta en tres oportunidades a Arica para hacer compras y conocer la ciudad. Arica atraía a muchos peruanos por su casino, sus clubes nocturnos y la calidad de vida que se podía disfrutar. En el colegio, como viaje de promoción en 1973, se propuso ir a Santiago de Chile por lo barato que era para nosotros (Chile vivía una fuerte inflación); pero muchas personas, sobre todo padres de familia, no estaban de acuerdo con ello, pues había una gran crisis social como se podía leer en los diarios de entonces y que luego yo iría conociendo en material fílmico como se puede ver en el extenso documental La batalla de Chile del director Patricio Guzmán (https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-https://bitacoradecine.cl/la-batalla-de-chile-1975-no-al-olvido-si-a-la-memoria/) (https://archive.org/details/the-battle-of-chile). Jóvenes como éramos, no tomábamos en cuenta lo que estaba sucediendo en Chile. Todo estaba listo para nuestro viaje de promoción a Santiago en octubre de ese año, cuando el golpe de estado de Augusto Pinochet canceló nuestras ilusiones. Mi última visita a Arica fue en agosto de 1993, cuando hice un viaje largo a Bolivia; en ese entonces, tomé un vuelo de nuestra línea de bandera, AeroPerú, que tenía un vuelo Lima – La Paz con escala en Tacna. En mi vuelo de retorno ese año me quedé un par de días en Tacna y aproveché en visitar dos lugares emblemáticos: el Alto de la Alianza (ahora está rodeado de miles de viviendas precarias de migrantes bolivianos y puneños como lo vi en 2017) el Morro de Arica durante una permanencia por horas en esta ciudad chilena norteña.  La influencia chilena estaba presente en Arequipa, ciudad en la que viví mi niñez y mis todos años escolares: tuve una familia vecina, los Morales Durand, que tenía un restaurante en plena Plaza de Armas, el Acuarium; y un amigo de colegio, José Castro, cuya familia materna es chilena. Circulaban el cómic tradicional Condorito, la pícara Viejo Verde y varias revistas culturales como Hechos Mundiales (notable), estas últimas que extraño por la calidad del material expuesto y los temas que abordaba. Ya en mis clases universitarias me acerqué a la obra de literatos chilenos como Pablo Neruda, Gabriela Mistral, José Donoso y el fabuloso cuentista Baldomero Lillo. En las clases de Poesía Latinoamericana de inicios del siglo XX conocí a Vicente Huidobro y su obra Altazor, obra del nivel disruptivo como Trilce de César Vallejo. Luego me encontré con autores como Marcela Serrano, Alberto Fuguet, Roberto Bolaños e Isabel Allende; algunos de cuyas obras utilizamos en planes lectores en el colegio y la universidad en las que trabajé. Por diversas razones, había postergado una buena visita a este país. Con varios amigos, tanto chilenos como peruanos que residen hace muchos años en ese país, me quise sacar el clavo en esta fiesta de fin de año. No molesté a mis amigos chilenos que viven en Trujillo, como José Antonio o Marisol; coordiné con mis amigos que viven en Chile. Había conversado al respecto con César y Carmen, con quienes visité Guatemala en julio del 2024, para ir. Me ayudó Alfredo, quien organiza sus viajes para sacarle “el jugo”. En verdad, luego de la poca información que organicé para mi viaje centroamericano, Alfredo y yo nos centramos en hacer un calendario (fechas, rutas, horas) de las visitas por hacer, siempre con un margen de error y libertad del grupo. Además, hay que acotar que también viajaba con un bastón; por lo tanto, mi movilidad no era tan buena. Pero iba a permitirme conocer la educación cívica de esta sociedad como comentaré en mis crónicas. Decidimos partir luego de la Navidad.

Jueves 26 de diciembre: habíamos visto todas las opciones y optamos en irnos vía LATAM con escala en Lima, en un aeropuerto que no me gusta mucho. Felizmente no hicieron el cambio a las nuevas instalaciones. Dejamos nuestras maletas en Trujillo y las recogimos en Santiago. Por razones diversas, cancelaron nuestro vuelo Lima – Santiago y nos enviaron en uno más temprano. Estuvimos en contacto con la gente de Santiago vía WhatsApp para que nos alcancen datos diversos como cambio de moneda, transporte, clima, etc. Nadie mejor para esos datos que las personas que residen en la misma ciudad. Pero también sacamos datos de los blogs viajeros, las páginas de YouTube con consejos y el libro sobre Chile de la colección Lonely Planet. Nosotros, César, su amigo Diego y yo, íbamos a ir un día antes; Carmen, llegaba un día después. Llegamos bastante tarde, hay que tomar en cuenta que la diferencia horaria en +2 horas para Chile. Tomamos nuestras precauciones cambiando algo de dinero en una casa de cambio en el aeropuerto limeño para pagar los taxis. Previamente César se había ocupado de los hospedajes (todos eran Airbnb) y yo de los pasajes a Concepción y Valparaíso (Valpo como dicen en Chile). En Santiago nos íbamos a hospedar en las tres oportunidades en la zona de Providencia, cosa que nos iba a causar algunos inconvenientes. Cosas de viajero. Lo que sí fue toda una sorpresa este primer día en Santiago fue el hecho de tomar un taxi oficial del aeropuerto que nos cobró el equivalente de 100 soles para un tramo no tan extenso. Al día siguiente no tomaríamos sus servicios tras la llegada de Carmen. Lo que sí nos recibió fue un calorcito seco y un recorrido estupendo, pues el aeropuerto está unido por una autopista y un viaducto subterráneo de alta velocidad, fuera del buen estado del pavimento. Diferencia abismal.



Viernes 27: Nos levantamos temprano, el lugar era un poco incómodo y el calor apretaba. Nos tomamos un buen duchazo y salimos a tomar desayuno. Comí una buena empanada, una de las cosas que recuerdo con cariño de mi niñez. Llevamos agua, pues el calor prometía. Nuestro primer Airbnb estaba ubicado cerca de la Av. Nueva Providencia, zona céntrica que nos permitió tener restaurantes, metro, todo a la mano. Nuestra estación de metro: Nueva Providencia. El metro de Santiago es muy bueno y extenso, y cuenta con 6 extensas líneas y una breve. Los vagones van limpios y tienen todas las facilidades para las personas con problemas de movilidad como era mi caso (https://www.youtube.com/watch?v=T8G8oW9paq4, https://www.youtube.com/watch?v=_OfJkUi9F2c). Compré un boleto para varios viajes y lo usamos entre todos los dos primeros días. La línea principal que pasa por esta estación es la 1, aunque también pasa la línea más corta del Metro de Santiago, la 6 (https://www.metro.cl/el-viaje/plano-de-red); tomamos el metro en dirección a San Pablo y nos bajamos en la estación Los Héroes para tomar conexión línea 2 en dirección a Vespucio Norte. Nosotros bajamos en estación Cementerio, bajo la Av. Recoleta, y al salir de esta estación ya estábamos literalmente en el cementerio. Ingresamos a este lugar y un carabinero muy amable nos dijo de tener cuidado con nuestras máquinas fotográficas. Habíamos entrado por una de las entradas laterales, en la que se ubica el Memorial del Detenido, Desaparecido y Ejecutado político (https://www.instagram.com/p/DCUVbbSJ12F/), e íbamos a salir por la entrada principal, espacio con mucha historia (https://cementeriogeneral.cl/). Visitar un cementerio es poder contemplar dos elementos importantes de una sociedad, un país: el arte funerario y la historia. Y lo es más en los países con larga y compleja historia. En mi viaje a Buenos Aires, tuve la oportunidad de conocer el famoso cementerio de La Recoleta (aquí mi blog de viaje de esta visita: https://elrincondeschultz.blogspot.com/2023/09/de-las-profundidades-las-alturas.html). Había leído, por último, un libro, Funerales republicanos en las Américas, de edición de Carmen Mc Evoy en el que hay dos textos interesantes de algunos personajes chilenos, cuyos entierros fueron relevantes para el mundo oficial e histórico de Chile: José Miguel Infante, Andrés Bello y José Manuel Balmaceda, cuya tumba iba a ser una de las visitas más interesantes en este espacio funerario (https://www.planetadelibros.com/libro-funerales-republicanos-en-las-americas/390681, el libro es muy bueno). En la portería el encargado nos indicó que la parte más importante del cementerio era la “Av.” O´Higgins en la que íbamos a encontrar las tumbas de personalidades políticas chilenas, como el mismo O´Higgins, Balmaceda, Allende, Montt o Aníbal Pinto. También nos íbamos a encontrar con algunos mausoleos interesantes, como el azteca. En nuestro camino por la “Av.” Limay desde la entrada del Metro nos encontramos con una tumba llena de peluches y flores artificiales; le preguntamos a un jardinero por qué había estos objetos y nos comentó que la tumba correspondía a una niña que hacía milagros. Todos los cementerios tienen un personaje milagroso como en el de Miraflores de Trujillo. Tal como comenté líneas arriba, el mausoleo de Balmaceda es uno de los más curiosos: sus paredes están llenas de petitorios de estudiantes y futuros estudiantes de Medicina. Los pedidos son simpáticos y algunos conmovedores: historia viva (https://www.theclinic.cl/2024/07/14/las-cartas-de-los-estudiantes-a-balmaceda-cementerio-general/, https://www.tiktok.com/@meganoticias.cl/video/7403535561224391941). 


Este cementerio está tan cargado de historia. Ya en camino hacia la salida principal vimos la tumba de Eduardo Frei, Patricio Aylwin, el Patio Histórico, la Capilla Católica y el Edificio Puerta La Paz, fuera de otros mausoleos y detalles. En el Edificio logramos conseguir planos y otra información sobre este interesante espacio.



Con el fin de acelerar nuestras visitas, tomamos un taxi para ir al centro, nos íbamos a la Plaza de Armas. Cruzamos el río Mapocho para ir a nuestro objetivo. Teníamos que cambiar dinero, pues los gastos eran frecuentes y Santiago es una ciudad cara. Al llegar a la plaza, según los planes, nos íbamos al edificio de Correos de Chile. Es un edificio histórico en el que hay exposiciones filatélicas. Como en Guatemala y Montevideo, me iba a dedicar una hora (o un poco más) a hacer compras de estampillas (https://www.correos.cl/filatelia). Hay una oficina especializada en ello y la señora, muy amable, me atendió gustosa con su paciencia y consejos. César y Diego se fueron a la plaza para ir a la Catedral, mientras me imbuía en este mundo apasionante. César llegó y me hizo el comentario de la gente que esperaba fuera. Muchos por equivocación iban a esta oficina a comprar sellos para mandar cartas, cuando eso lo podían hacer en cualquier ventanilla. Espera inútil. La oficina está bien organizada y cuentan con todas las facilidades para que un filatélico se vaya contento y bien servido. 

Al salir nos fuimos a la Catedral, una construcción iniciada el siglo XVIII y concluida el XIX; las anteriores construcciones cayeron por los numerosos terremotos que han asolado este país. La visita fue sin contratiempos, hay muchos espacios de interés para visitar y bajo el atrio principal, hay una suerte de catacumbas en las que se encuentran los cuerpos de monseñores y cardenales que pertenecieron a esta iglesia.  (https://www.youtube.com/watch?v=_nBVTmxDvTI&t=4s, https://www.catedraldesantiago.cl/). 


La plaza de armas es muy bulliciosa y tiene muchos extranjeros que se dedican al negocio informal, así como artistas callejeros, algunos de muy buen nivel como unos danzarines percusionistas que vimos al día siguiente. El lugar es para visitar con cuidado, pues hay muchos amigos de lo ajeno. Esa sensación de inseguridad va a ser el comentario cotidiano en los taxis y con las personas que hablaremos en diversos espacios que íbamos a visitar.

Decidimos ir a almorzar y cambiar algo de dinero. En el camino nos encontramos con el Museo de Arte Precolombino que visitaríamos al día siguiente. Cerca de este había algunas librerías a las cuales entré para averiguar sobre libros de historia. En una de ellas estaban vendiendo una colección o selección del cómic Condorito (10 libros), los cuales compré y me regalaron una bolsa con detalles del mismo cómic. El año pasado en la Alianza Francesa se recibió una exposición itinerante de este personaje que marcó la infancia de muchos. En Arequipa, mi padre nos compraba estos llamados “chistes” (https://www.welcomechile.com/personas-y-personajes/condorito/, https://www.youtube.com/watch?v=FY4Hqv4JA58&t=1s). Fuimos a una casa de cambio y luego a almorzar en el Bar Nacional en el Paseo Bandera (https://barnacionalchile.cl/): buen salmón y buen vino blanco. Una vez concluida nuestro delicioso almuerzo, nos fuimos nuevamente a la Plaza de Armas que se encuentra al costado del edificio antiguo de Correos de Chile, está el Museo Histórico Nacional, lo que era el antiguo Palacio de la Real Audiencia. Nos íbamos a bucear en la historia de este país con el cual compartimos muchas cosas, en las buenas y en las malas. El acceso al museo, como muchos de manejo público, es gratuito. El mantenimiento de las instalaciones es impecable y, como debe de ser, tiene todas las facilidades para las personas con capacidad limitada de desplazamiento. Eso muestra mucho el nivel cívico de una sociedad. Y esta realidad la íbamos a ver en otros espacios en Santiago, Valparaíso-Viña del Mar y Concepción (https://www.mhn.gob.cl/). 





En la colección de pinturas, podemos ver la Fundación de Santiago de Pedro Lira, retratos de Pedro Valdivia, Bernardo O´Higgins, Arturo Pratt y de Vicente García Huidobro, fundador de la Casa de Moneda y cuyo retrato está en una estampilla de los 70. Todo un recuerdo. Además, hay pinturas de los combates de Iquique y Antofagasta. Arturo Pratt es el héroe central de la marina chilena, como lo veríamos en nuestra visita al Huáscar en Talcahuano. Y la última parte es todo un recuento, a través de fotografías y afiches, de las décadas del siglo XX: la moda, Pablo Neruda, huelgas y masacres, el arte chileno de entonces, el golpe y el retorno a la democracia. 



Salimos con la intención de ir a la Biblioteca. Nos dieron las indicaciones y nos fuimos en dirección de la calle Merced, donde nos encontramos con un notable museo: Casa Colorada. Este museo no lo habíamos mapeado y es muy bueno, museografía de calidad que muestra la evolución de la ciudad de Santiago. Tiene unas buenas reconstrucciones de las terribles inundaciones que sufrió esta ciudad, causadas por el río Mapocho, como vemos este video de las inundaciones de 1982 (https://www.youtube.com/watch?v=kiDZKOv53go). El museo sí merece estar incluido entre las visitas obligadas en esta ciudad (https://www.munistgo.cl/casacolorada/). Caminar con un bastón no es muy sencillo y ya estaba bastante cansado. Nos fuimos a un lugar cercano, la iglesia de la Merced, con la que cerraríamos nuestra actividad este primer día y luego iríamos a recoger a Carmen del aeropuerto.



La visita fue tranquila, apreciamos su interesante púlpito (https://www.youtube.com/watch?v=VbTm42QkEmc, https://www.monumentos.gob.cl/monumentos/monumentos-historicos/iglesia-merced-parte-queda-convento-merced), pero la hora nos iba traicionando, pues la puesta del sol es bastante tarde. A las 6 pm el centro de la ciudad enmudece, cierran muchas tiendas y oficinas, y la sensación de ser aún temprano nos jugó una buena pasada más de una vez. Nos dio tiempo para visitar la iglesia en sí y luego tomamos un taxi para nuestro hospedaje. Un buen duchazo y al aeropuerto. El día anterior demoramos un poco por los trámites que hay que hacer y no llevar frutas contigo. Carmen salió temprano felizmente, pero esta vez pedimos un taxi por plataforma. Fin de nuestro primer día.





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