Se da inicio del año escolar
2019.
Como cada inicio del nuevo
periodo escolar, este coincide con cambios climáticos drásticos que Trujillo,
la Región y el país, están experimentando. Estos están afectando toda actividad
humana (económica, cultural, social y la educativa) y, como desafío, tenemos
que aprender a convivir con ellos. Estos son una constante que debe de
incluirse ya en el calendario anual de Educación (como, imagino, ya se está
haciendo en otros rubros como Salud, Producción, entre otros) que obligan a
replantearnos algunas propuestas de cambios o adaptaciones con el fin de no
paralizar una actividad tan importante para una nación como la educativa.
La infraestructura educativa
es un primer escollo a lo largo del país. En Trujillo, muchos planteles de más
de tres décadas, aunque sólidos, no fueron pensados para la tropicalización que
estamos viviendo. Proyectos como Chavimochic y los cambios dramáticos vividos
en las últimas décadas han motivado la presencia de mayor humedad, la que nos exige
hacer una revisión sesuda de la infraestructura escolar. Ya no es necesario
tener un Fenómeno del Niño en la Región para tener lluvias. Las tenemos casi
todos los veranos. Hay que hacer severas modificaciones en edificios, en sus aulas
y partes administrativas. Debemos de contar más con áreas verdes, una buena
arborización para tener sistemas frescos naturales de ventilación que
reemplacen un posible equipamiento costoso, imposible de acometer para el
Estado. Es tiempo de que buenos arquitectos e ingenieros hagan suyo el reto de
mejorar la infraestructura educativa innovando e implementando materiales no
costosos. Lastimosamente, todo apunta a que no habrá marcha atrás en estos
drásticos cambios (habrá veranos más calurosos y torrenciales, como inviernos
un poco más crudos)
En medio de este duro
panorama, esta realidad debe de ser incorporada, casi obligatoriamente, como
parte de los contenidos educativos; la descripción de esta debe de ser incluso
diversos temas escolares transversales para que los estudiantes logren un
aprendizaje muy significativo y permita, entre ellos, propuestas de soluciones
ante la realidad que se pueda presentar como adversa, pero que, de ser
comprendida, puedes hallarse soluciones simples que atenúen estas
circunstancias y que respondan a una mayor conciencia ciudadana responsable y
solidaria. Por ejemplo, proyectos de arborización tanto en su propio centro
educativo, como en el de sus comunidades movilizarían a estudiantes para
ejercer presión a desidia y desinterés de autoridades que deberían asumir estos
proyectos como suyos. Una circunstancia adversa como esta requiere respuestas
colectivas coercitivas.
La educación puede aportar
así, a través de sus alumnos y docentes, respuestas constructivas a la
adversidad.
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