El fin de año del 2015 decidimos César Alva y yo embarcarnos
a Chiclayo para cerrar un año generoso de viajes y también para pensar en mi
pronto cambio laboral. Había conversado con unos amigos sobre mi futuro en un
nuevo centro de labores, en un colegio. Así pues, entre la meditación y la
diversión, nos embarcamos en Emtrafesa el día 30. En el bus nos encontramos con
otros dos amigos más quienes cambiaron sus planes de ir al Caribe por
divertirse en Chiclayo. Al día siguiente nos daba el alcance otra amiga: una
pandilla de cinco personas.
Al llegar a Chiclayo y ya instalados cada uno en sus
respectivos hoteles, quedamos encontrarnos en cenar en un simpático
restaurante. Allí hicimos planes para el día siguiente. Coordinamos para ir a
una discoteca luego de una buena cena para despedir el año viejo. La idea era
quedarnos hasta el 03 de enero, pues caía domingo. El primer día del año caía
viernes, un buen fin de semana largo.
El 31 de diciembre, último día del año. Habíamos acordado,
César y yo, ir a Monsefú, un lugar que había ido con cierta regularidad,
pero que no había visitado con detenimiento. Tomamos un taxi hacia nuestro
destino y en el trayecto vimos una gran cantidad de muñecos preparados para
quemar el año viejo y recibir el nuevo con buenas vibras. Sabía de muchas tradiciones
que aún se preservan y que fueron retratadas por Brüning cuando vivió en esta
zona norteña desde 1888 hasta 1925, y cuyo legado fotográfico se encuentra en
el museo que lleva su nombre en la ciudad de Lambayeque. Para suerte compré hace varios años en
Chiclayo un libro llamado “Lambayeque, Estudios Monográficos”, editado por
James Vreeland en 1988 en una imprenta de Monsefú, “El horizonte”, cuyo autor
es Enrique (Heinrich) Brüning. Lastimosamente en esta edición no sale fotos de
Monsefú; sin embargo, las demás nos dan una clara idea del mundo de esta
pequeña ciudad en la época en que fueron tomadas las otras tomas. Cosas de la
vida. El pueblo originariamente no estaba ubicado ahí, sino en Callanca (http://monsefuturistico.blogspot.pe/2012/04/callanca-cuna-de-monsefu.html); queda averiguar más al respecto. He
aquí otros datos importantes históricos para conocer el origen colonial de la actual Monsefú (http://blog.pucp.edu.pe/blog/jorgevallejo/2014/10/26/monsefu-una-mirada-a-la-historia-local-en-tiempos-de-fiesta/). Lo que parece cierto es que en el
siglo XVII el poblado tuvo que desplazarse a la actual ubicación. También se
habla de un personaje, Cium, que es mencionado en el libro de Brüning; Cium fue
heredero de un mítico personaje, Naylamp. Cium tuvo doce hijos y uno de ellos,
Nor, se instaló en el valle de Cinto, donde se ubican varios poblados entre
ellos, Monsefú. En realidad, la historia prehispánica está dando grandes pasos
en el norte peruano, sobre todo en esta región. Y uno de estos lugares importantes
por esclarecer ha de ser Huaca Chotuna. Y así se armará el rompecabezas del
Perú prehispánico. Pero todo apunta que el origen de Monsefú está en el mundo
colonial.
Luego de explicaciones iniciales, vamos a abordar dos lugares
que me interesaron y visité detenidamente: su iglesia, San Pedro, y su antiguo
mercado. La iglesia es de origen republicano. La fachada ha ido cambiando en
cuestión de colores, fue cambiada sin autorización en 2011. La actual es ocre.
El interior se ve bastante descuidado y desordenado. En algunas hornacinas se
ven las telarañas colgando y varias estatuas no han sido colocadas. Algunas
tienen hasta tres en la misma hornacina y no son del mismo material y época. Es
bastante informe la presentación de las imágenes, pero representa la imaginería
popular, llena de colorido. Las imágenes son muy tenebristas, pero no se
remontan al barroco, ya que es una construcción y con decorado republicanos. El
techo, de madera, está pintado con diversas escenas de la vida de Jesús. En el
exterior, tal como vimos en Mórrope y en la iglesia de Yanahuara en Arequipa,
vimos el Gólgota tal como se presenta al estilo indígena con una iconografía
bastante sencilla para ser entendida por la mayoría de personas. En la parte
superior de una de las dos torres que integran esta edificación religiosa había
un buitre posado sobre la torcida cruz y otro sobre la cabeza del patrono de la
iglesia, San Pedro.
Una vez terminada nuestra visita a la iglesia, nos enrumbamos
al mercado central que queda en la misma plaza principal. Al entrar, vimos
algunos puestos que vendían ropa interior amarilla y decorada con globos del mismo color para
quemar el año; ya estábamos a pocas horas de hacerlo. Los mercados son la parte
viva de una ciudad, en ella ves retratada la vida diaria y ves lo que los
ciudadanos comen diariamente. El mercado es un muestrario de carnes, frutas,
vegetales, pescados y otras rarezas que nunca faltan como el que vimos en
Arequipa que vendía fetos de llamas como pago a la tierra. Un mercado surtido
en el que busqué algunas cosas que quería llevar a casa: loche, un tipo de
zapallo muy antiguo y muy usado en la comida regional lambayecana, en vías de
extinción según algunas personas, pues estos frutos no tienen semillas (http://www.peruecologico.com.pe/flo_loche_1.htm); raya seca para hacer el famoso
chinguirito, comida que recuerdo con mucho gusto pues mis padres son
chiclayanos. La comida de esta zona es una de las más variadas y deliciosas, y
ha creado su propia identidad frente a otras regiones del Perú (http://rpp.pe/peru/actualidad/el-loche-nucleo-de-la-gastronomia-lambayecana-noticia-589298). Una cosa interesante que vi fue
una bandeja llena de lifes vivos para la venta, peces de río que consumen en
pancas. Es un pez que ha estado presente en la dieta de los antiguos moches
como lo demuestra el interesante estudio de César Gálvez y Andrea Runcio (file:///C:/Users/Jorge/Downloads/Dialnet-ElLifeTrichomycterusSpYSuImportanciaEnLaIconografi-3200009.pdf). La gente es muy amable; las mujeres
se amarran el largo cabello en una gran trenza que luego la enrosca sobre su
cabeza. Le sirve como base para llevar objetos como cántaros. Pero he visto una
tradición que ya está desapareciendo: las mujeres ya no están vistiendo de
negro como solían hacerlo. Antes la mujer iba acumulando un luto inicial por 10
años; si en ese lapso moría otra persona, el luto se iba sumando. Quizá haya
habido mujeres que nunca dejaron de usar el negro, pues antes la mortandad era
alta.
Para cerrar la visita nos fuimos a la avenida Venezuela en la
que se ubica una feria de productos artesanales: tejidos, objetos de madera,
recuerdos, etc. Vi algunos simpáticos objetos como manteles y camisas bordadas con finura, y unas muñecas
vestidas a la usanza del lugar. Sobre la avenida Venezuela hay algunas casas
que esperan solo la picota de la demolición, pese a que en su momento fueron
bellas y no han tenido el cuidado merecido. Pero lo más interesante es la
pequeña capilla para la Virgen del Carmen, también llamada “la Serranita”. Es
una estatua pequeña y que recibe danzas de negritos en su festividad en julio
cuando sale en procesión. Lleva un gran rosario de cuentas marrones y tiene el
escapulario carmelita.
Una vez concluida nuestra última vuelta, retornamos a
Chiclayo para prepararnos para la cena y fiesta. Lastimosamente a medianoche en
mi casa de Trujillo ingresaron ladrones. Por esa razón el mismo 01 de enero
tuve que retornar a mi ciudad para ver lo acontecido.
En fin, seguiremos investigando la zona.
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