El incendio de la iglesia de
San Sebastián de Cuzco es una evidencia más de este largo muestrario de
indiferencia y descuido hacia el patrimonio artístico, histórico, natural, geográfico
y científico, que en su conjunto conforman el patrimonio cultural de nuestra
nación encarnada en nosotros, sus habitantes. Es la actitud que muchos de
nosotros tenemos ante tan vasta gama de potenciales, actitud en la que prima
nuestra mediocridad e inmediatez antes que la proyección y el desarrollo
planificado que puede generar más réditos que los vistos por personas de poco
alcance y desmedida ambición. Es un fiel reflejo de lo que lentamente nos
estamos convirtiendo: una sociedad desmemoriada, absurdamente práctica y con la
visión de la inmediatez sucedánea que prima en todos, sobre todo en los
jóvenes.
El patrimonio de una nación
es “conjunto de bienes propios de [..] una institución,
susceptibles de estimación económica” o ya en el plano individual, “conjunto de bienes que una persona adquiere por herencia familiar”.
Para la UNESCO, el patrimonio cultural es “la herencia cultural
propia del pasado de una comunidad con la que esta vive en la actualidad y que
transmite a las generaciones presentes y futuras”. El tratamiento que los peruanos hemos
dado a este material, tanto tangible como intangible, es por lo demás penoso,
pese a los diversos intentos estatales o privados por querer desarrollar una
conciencia en una población que muchas veces más ve un pilar de adobes antiguos
e inútiles que el patrimonio que fortalece su identidad y su orgullo de
pertenencia, o una posible gran fuente de ingreso económico permanente e inagotable.
La escasa educación, la mezquindad y el afán de lucro desmedido de muchas
personas e instituciones han jugado también un rol importante para permitir que
el grueso de peruanos actúe con indiferencia frente a los cientos de atropellos
contra nuestro patrimonio arqueológico o natural que ocurren a diario. No hay
que ir muy lejos de nuestra ciudad para que veamos lo que pasa en Huanchaco y
sus totorales, el complejo Cerro Campana o el complejo arqueológico Cerro La
Virgen. Para muchas personas sería más atractivo demoler Chan Chan y convertirlo
en un mall. El Centro Histórico está permanente amenazado no solo por la
suciedad, sino por la galopante contaminación visual y sonora. Podemos dar más
ejemplos de lo que sucede o sucedió con cientos de huacas o sitios
arqueológicos como Mocollope o Marcahuamachuco.
La educación es la principal herramienta que permitirá desarrollar esa
conciencia en la población: el fortalecimiento de los cursos de Humanidades y
Arte serán los que guíen la formación de la misma. Complementarán los proyectos
sostenibles que tanto necesita nuestra sociedad para hacerla más inclusiva,
respetuosa de las diferencias y orgullosa de su pasado múltiple que conforman
nuestra compleja identidad.
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