La última parte de este viaje hacia la belleza la hicimos hacia la pintura, íbamos a ver a los maestros de la luz corporizadas en colores, matices, formas trazadas desde hace siglos. Habíamos formalmente cerrado nuestro miniciclo hacia la escultura y decidimos ver un ápice de la inmenso patrimonio pictórico del Louvre. La elección era difícil, ya que lo que faltaba por ver exigía un día más y nos quedaban sólo 3 horas. Los museos (y en general, todo servicio) son muy rigurosos con los horarios; el Louvre es uno de los pocos servicios que no respeta ese horario de mediodía que en todas partes se cumple a pie puntillas: la gente se va a almorzar.
Dejando atrás a la Victoria de Samotracia, ingresamos a la primera planta del ala DENON, para poder ver algo de pintura francesa, a los grandes maestros italianos del Renacimiento y algo del Barroco español. Al entrar a las salas de grandes pinturas, vemos inmensos formatos de Géricault (impresionante LA BALSA DE LA MEDUSA), Antoine- Jean Gros (BONAPARTE Y LOS APESTADOS DE JAFFA)y el inmenso Delacroix (miré extasiado con muchos visitantes LA MUERTE DE SARDANÁPALO y la revolucionaria LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO). Los cuadros te van rodeando y fuera de la belleza, también te van hablando de historia, como las obras de Jacques- Louis David; o el gran maestro de la figura humana que es Jean-Auguste Ingres; ver su ODALISCA, la que vi por primera vez en una estampilla rumana en mi niñez, me hizo recordar cómo contemplaba esta mujer voluptuosa, generosa en carnes, que te lanza una mirada dubitativa entre sensual, atrevida y cándida; o los bellos paisajes de Camille Corot.
Pero el plato fuerte iba a venir con los maestros italianos; pero hay tantos y tantas obras en un sólo lugar que sientes una intoxicación de belleza. Por ahí sale un Cimabue y sus bellos retablos prerrenacentistas y ver la marcada influencia de escuelas de Cremona o el poder de la iglesia de Oriente en la estética de entonces. De pronto estás frente LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN de Fra Angélico y mudo contemplas el trabajo de la perspectiva en estos hombres de fe que quisieron rendir su obra a su creencia. Pero perspectiva pura la hallas en Uccello y su BATALLA DE SAN ROMANO, en la que las lanzas de los guerreros trazan las perspectivas que guían nuestros sobre este cuadro. Los platos fuertes estaban por venir: el primero lo ves con el SAN SEBASTIÁN de Mantegna, gran estudioso del cuerpo humano (algún día iré a Brera en Milán para ver su CRISTO MUERTO); EL RETRATO DE UN ANCIANO Y UN JOVEN de Ghilandaio; LA VIRGEN DE LA ROCA y LA VIRGEN, EL NIÑO JESÚS Y SANTA ANA de Leonardo. Estaba rodeado de maestros que mostraban toda la visión del mundo de la Europa de entonces, la nueva visión de un mundo tras el descubrimiento de América y que iniciaba el viaje hacia sí mismo. Creo que el día que llegue a UFIZZI en Florencia habré colmado mis más grandes sueños del arte. Una sensación especial fue ver a LA GIOCONDA en la sala en la cual estaban las otras obras de Leonardo; felizmente no me hallé ante un tumulto de gente como suele pasar con las obras vedette de un museo (como me pasó con la RONDA NOCTURNA en Amsterdam), pero no colmé las expectativas que había generado en mí al momento de hallarme con este famoso cuadro. Quizá ya estaba saturado, quizá no estuve preparado o quizá sobrestimé la obra. No lo sé.
Mucha más atractiva fue la pintura LA MUJER DE LOS ESPEJOS de Tiziano, obra equilibrada, con un dominio de luz magistral y esos volúmenes tan bien distribuidos. Y para cerrar esta visita a los italianos me extasié con el genio de Arcimboldo, del Veronés y del Tièpolo. No quiero olvidar de mencionar esos inmensos cuadros detallistas de Francesco Guardi, casi un fotógrafo de los eventos sociales masivos de su época. Sus cuadros retratan la vida fastuosa de la Venecia rica y burguesa que le tocó vivir.
Tenía que cerrar con los españoles, tenía aún fresca la visita al Prado, por lo que tenía que ver en esta colección tenía que llenar mi retina con "novedades" impactantes. Con las obras de El Greco y las de Ribera, el Españoleto, me doy por satisfecho. Otras buenas piezas de Zurbarán y Goya completan la breve colección de pintura española del Louvre. La pintura de EL TULLIDO de Ribera siempre me ha parecido, salvo por el pie enjuto, el retrato del Lazarillo de Tormes; la cara pícara y su pobreza digna las hacen obras gemelas. Cumplí con un sueño más.
El tiempo nos iba venciendo, Olivier me dijo que el museo ya estaba por cerrar; 5 horas de viaje por él no han sido suficientes para mi curiosidad, pero suficientes para mi físico. Ya regresaré por más.
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