
Tomemos nuevamente el libro de Koch: arguye que los medios de comunicación crean falacias en la comunidad a través de diversas estrategias, todas ellas encajan directamente en las artes, sobre todo en el arte más masiva como es el cine. Éste crea estereotipos (el peligro Disney, por ejemplo), tergiversa la historia, prioriza eventos en desmedro de otros más relevantes y crea argumentos falaces contundentes como si fueran válidos. El cine norteamericano de los 50 creaba versiones históricas bastante peculiares, que ahora son risibles. La CLEOPATRA que encarnó la Taylor tiene cientos de elementos anacrónicos, pese a que tiene datos geohistóricos válidos; filmes como DIEZ MANDAMIENTOS fueron y son tomados al pie de la letra como documentos verídicos, cuando son narraciones o ficciones que encajan en textos de fe, mas no científicos. El cine no debe ser visto como un archivo histórico, aunque algunos lo quieran mostrar como tal. La validez de muchas obras de la cinematografía está en su interesante representación del mundo contemporáneo y su extrapolación en la historia. El cine es, pues, también ese campo de representaciones singulares o colectivas del momento que se vive. Jean- Luc Godard criticó así al cine como tal, habría que acercarlo a la realidad y mostrarla tal cual es: esta “intención” se ve no solo en la nouvelle vague (un nuevo lenguaje para la nueva era), sino en Dogma 95 (escuela de Copenhague con Lars Von Trier a la cabeza), con el poder de la steadycam que acerca al cine a lo soñado por el grupo Kinoglass y su director Dziga Vertov (su seudónimo). Pero limitarse casi al criterio de un documental es quitarle al cine lo que es: arte. En los últimos tiempos, algunos hábiles directores han visto esta técnica, la de mostrar el discurso narrativo como el de un documental o un video casero, ha dado sus resultados (y logran respuestas interesantes como el caso de CLOVERFIELD de Matt Reeves).
Luego de ver el problema de la intención en el cine surgen otras cuestiones en cuanto quién o quiénes abordan la historia para ser llevadas al cine. Los cineastas y estudios norteamericanos han sido muy libres en abordar la historia de otros países para adecuarlos a sus intereses de estudio. Y son muchos los ejemplos; lo mismo ha sido con la literatura y el teatro; las adaptaciones al cine pasan por muchos filtros, empezando por la lengua y terminando con las exigencias políticas de los estudios y los dueños de los mismos. Son como ediciones corregidas para bien. En el caso peruano tenemos un caso interesante con el film PANTALEÓN Y LOS VISITADORAS de MVLL, la cual tiene dos versiones: la de Francisco Lombardi de 1998 y la de 1975, codirigida por el mismo MVLL, hecha en República Dominicana con el famoso actor español José Sacristán como Pantoja. Ambas propuestas muestran una interpretación de la obra del mismo autor, siendo la más interesante como propuesta cinematográfica la de Lombardi. Los grandes clásicos han sido sometidos a versiones de lo más rigurosas como disparatadas. Pero el arte en sí debe tocar la esencia que subyace en la obra en sí; esos móviles que se repiten en otras obras con otro formato y otro material para llegar a nosotros, sus receptores. En muchos casos, la lectura no es fácil, lo que exige en nosotros mejorar “nuestra lectura” de la obra en sí, “sacarle el jugo” a la polisemia de una obra maestra. Así entonces veremos las múltiples aristas de una obra que ya tiene vida propia.
Bajo esta licencia es que nos acercamos a ver Francia desde las diversas perspectivas de directores extranjeros que han querido hacer su obra tomando el espíritu de este país. Pero, si respetamos la idea del arte, podremos alcanzar a través de estas propuestas cinematográficas el alma universal de la humanidad.
LA PASIÓN DE JUANA DE ARCO CARL THEODOR DREYER (1928) Obra maestra de este gran director danés, preocupado por la espiritualidad humana, tomó el tema de esta gran heroína francesa e hizo un viaje al interior de su alma. La actuación de Maria Falconetti es extraordinaria y exigió tanto de ella que terminó en un sanatorio. Como René Jeanne y Charles Ford comentan en su HISTORIA ILUSTRADA DEL CINE, es una película que inicia el fin del cine silente, ya que sus imágenes poderosas necesitan la palabra para la redondez del mensaje. Intensos primeros planos que muestran rostros en toda sus dimensiones, arrugas, verrugas, pelos; no escapa nada a la cámara, puesto que tiene que mostrar al público todo un proceso psicológico tanto de Juana de Arco, como los de sus jueces (entre los que figura el gran artista Antonin Artaud). Según Kobal, estamos ante “una sinfonía de rostros”. Y es cierto, la película discurre en tomas de dichos rostros desde diferentes ángulos. Para mostrar la dureza de dichos rostros y el viaje psicológico de cada uno de los asistentes al juicio injusto contra Juana, se eliminó cualquier forma de distracción que afectase la concentración en el primer plano. Inicia el film con los archivos que muestran las actas de dicho juicio. El film se dio por perdido, pero una copia íntegra fue hallada en un manicomio en Noruega. Es una obra cumbre de la cinematografía.
TARTUFO FRIEDRICH MURNAU (1926) Adaptación muy libre de la genial obra del dramaturgo Molière, es una interpretación libre en la cual trabajan los mejores actores y personas ligadas a la realización de un film del expresionismo. El empleo del cine para representar esta obra es un pretexto de metacine; una historia sencilla, un anciano dominado por una ambiciosa ama de llaves ve la proyección de esta historia en una película proyectada en el cine ambulante de su sobrino, quien ve amenazada su herencia. El paralelo es la mencionada ama de llaves con Tartufo, un tipo hampón que se hace pasar por una persona digna. La obra que vamos a ver es una de las cuatro versiones que se hicieron, ya que tuvo mucha censura por su marcada sensualidad y algunas escenas anticlericales. Actúan Lil Dagover (la actriz de éxito de ese periodo), Werner Kraus y, sobre todo, Emil Jannings, con quien trabajó luego en FAUSTO.


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