Datos personales

Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

lunes, 1 de enero de 2018

LIMA: MALI ED ALTRI


Domingo 17. Luego de una noche movida, nos levantamos un poco tarde. Salvo Orietta, todos habíamos llegado un poquito tarde a casa. Pese a todo, nuestros cuerpos se levantaron y, luego de una ducha refrescante, decidimos ir a tomar desayuno casi almuerzo a Surquillo a un restaurante de comida francesa: Le P´tite France. Simpático lugar, buena comida, delicioso café para despercudir la cabeza y comenzar el corto día que teníamos por delante. Ese día retornábamos a Trujillo. Luego del suculento desayuno decidimos ir a tomar el Metropolitano. Valgan verdades, hasta la fecha nunca he tomado ni el Metropolitano, ni el Metro. Así que ya bien apertrechados, salimos camino a la Vía Expresa. Estábamos no muy lejos del puente de Angamos. Descendimos para tomar uno de los buses. Lastimosamente, por ser domingo, había menos unidades e iban repletas. Orietta estaba un poco fastidiada, así que decidimos tomar un taxi que nos lleve al MALI. Esta vez no quería perdérmelo. La primera vez que vine a este museo fue en 1966 que mi padre me llevó. Vinimos a Lima desde Arequipa y permanecimos no mucho tiempo. La visita en aquella vez me impactó por su notable colección de pintura virreinal (en ese entonces no tenía aún el conocimiento ni las herramientas para identificarla como tal) y de esta, había dos pinturas que me llamaron mucho la atención, la interpretación en la escuela cuzqueña (barroco indígena) que se hacía de la trinidad cristiana. El local siempre me pareció interesante. Hubo una serie de relatos como que quiso ser trasladado como trofeo de guerra a Chile. Lo que sí recuerdo era que el cuadro de Montero Los funerales del inca Atahualpa era expuesto como uno de los pocos objetos que no fueron expoliados en esa guerra. Aquí un poco de historia del lugar (http://www.mali.pe/historia.php#1). Ese edificio fue sede de un cine club en el cual vi tantos ciclos de cine como el del Expresionismo alemán o cine mudo sueco, que son los que más recuerdo con agrado. Además algunos ambientes del primer piso se usaron como sala de teatro; así pude ver Ubu Presidente (una versión latinoamericana para nuestras repúblicas bananeras, la dirigió Ísola), La vida es sueño (con Haydée Cáceres como Segismundo), Las troyanas y Ahí viene Pancho Villa. Esos años. En los 80, el Museo estaba muy maltratado. El espacio se ha replanteado en su uso y ahora hay un Patronato que vela por su estabilidad. Hay exposiciones maravillosas, muchas de las cuales quise ver, pero siempre se interponía algún suceso. Pero pude ver la exposición temporal de Jorge Eielson, algunas de cuyas obras estuvieron en nuestras bienales en Trujillo. Aunque la exposición de arte precolombino es interesante, he visto piezas más interesantes. No es su fuerte, por algún decir, pese a que la Sala de Textiles está notable. Pero la colección de pintura y escultura virreinal sí es notable. Y la colección de acuarelas de Pancho Fierro es el retrato de la sociedad limeña de los inicios de la república, aquella que objeto de escarnio de Felipe Pardo y Aliaga, y que tenía mirada casi benevolente de Manuel Ascensio Segura. Ña Catita se puede ver en esas acuarelas de viejas chismosas y falsas beatas. Y la pintura de Teófilo Castillo, como Ignacio Merino, Lizardo Montero y Baca Flor. Y los inicios del siglo XX con Sabino Springet entre otros. Lo que sí no he visto más cuadros de arte moderno. Supongo que toda la colección habrá ido al Museo de Arte Moderno en Barranco. Me queda ese pendiente. Lo que sí me pareció interesante es el rescate de la fotografía, arte nueva y en ebullición en nuestro país: ver a los hermanas Vargas, a Chambi, a Courret; es la historia visual del Perú de fines del siglo XIX, el XX y los inicios del XXI. 















Terminada mi rápida visita al Museo (María, Alonso y Orietta estaban ya fuera) no podía pasar por alto un vistazo a la exposición de Eielson. Aquí queda este dato (http://www.mali.pe/)




Del MALI nos fuimos a almorzar al Cordano; la Plaza de Armas tenía el tránsito restringido, además para nuestros males había una celebración ruidosa por el día del Papa con un concierto estridente que reventaba los tímpanos. Nos fuimos al Cordano, un almuerzo rápido. Fuimos a la Casa de la Literatura Peruana. El espacio ha sido rescatado al mismo estilo del Museo Orsey de París que recuperó esa bella estación para hacerlo museo con el éxito que eso significó. Todo el Jeu de Paume se trasladó ahí y tienes una colección notable de impresionistas. En Lima se habilitó para hacer la Casa de  la Literatura, un espacio para el libro. Había una exposición temporal de la Revista Amauta y su contexto. Luego salimos en dirección de la Iglesia de San Francisco. Lima está recuperando su historia, la cual fue muy postergada y gracias a Andrade se comenzó a rescatar el Centro Histórico. Algo que debe de hacer Trujillo. Arequipa ya lo está haciendo. Lima aún no es capaz de convertir más calles en peatonales. Arequipa convirtió la calle Mercaderes en peatonal como lo es Jirón de la Unión. En vez de ir a la iglesia franciscana, nos fuimos al Parque de la Muralla para ver la estatua de Pizarro, la que recuerdo que se hallaba en la esquina de la Plaza de Armas. Creo que está ubicada en el lugar correcto. La intensa actividad  que había, acompañada de un ruido incesante, nos hizo partir a casa para preparar todo y regresar a Trujillo.






Así culminó mi visita a Lima  






LIMA: VIAJE PREHISPÁNICO




Luego de un año cargado de trabajo y tensiones en nuestros centros de labores, María tuvo la idea de que acompañáramos a Orietta en el inicio de sus vacaciones a Lima. En principio Orietta se iba por casi dos meses, pero una lamentable circunstancia hará que ella retorne más rápido de lo que había pensado. Pese a todo, seguimos con el proyecto de viajar a Lima. También era una buena ocasión para encontrarme con mis entrañables amigos de la Universidad Católica. Además siempre que he estado por Lima por una u otra razón, me he quedado en las puertas del MALI y esta vez me pensaba sacar el clavo.
Así salimos por tierra vía Cruz del Sur a Lima el viernes 15 de diciembre. En nuestros planes para el sábado 16 era ir a Pachacamac, lugar que visité en 1985. Llegar a Lima y acceder al terminal tomó casi una hora. El tráfico es insufrible. Una vez en la agencia, Orietta llamó a Alonso en cuya casa nos quedaríamos. Nos acomodamos y tomamos un buen desayuno para la jornada. Peque, amiga común de nosotros, se iba a unir más tarde con nosotros. Tomamos un taxi para que nos lleve a Pachacamac, a los cuatro jinetes del apocalipsis. El tránsito es insoportable en Lima. Felizmente había un día nublado que ayudaba. Dejé esta ciudad en 1991 y cada vez que retorno veo mejoras, pero también un marcado deterioro en la calidad de vida del limeño promedio sin auto: pasas mucho tiempo de tu vida diaria en uno, dos o hasta tres vehículos públicos. Y la cantidad de vehículos particulares es otro de los grandes problemas. Las avenidas paran abarrotadas de todo tipo de auto, sobre todo muchas 4X4 que ocupan mucho espacio vital para llevar, muchas veces, a una sola persona. Casi media hora después (La Molina donde estábamos está relativamente cerca de Pachacamac) llegamos a nuestro punto de interés. Recordaba esta carretera cuando en la época universitaria nos íbamos un buen grupo en uno o dos autos a las playas del sur. Divertidos. Pachacamac fue un centro de peregrinaje milenario; me contaba María que cuando vino a Perú la primera vez fue a visitar el lugar y el museo de sitio se hallaba en construcción; ahora ya está concluido.  La visita al museo es necesaria, pues sintetiza la visita del lugar, además que da una serie de datos cronológicos importantes para poder ubicarse en este sitio ocupado por diversas culturas (http://pachacamac.cultura.pe/museo-de-sitio/historia). Antes de hacer ingreso al lugar arqueológico se ve la construcción de un museo grande, el Museo Nacional de Arqueología,  (https://gestion.pe/economia/empresas/ohl-aldesa-construiran-futuro-museo-nacional-arqueologia-146569). Algunos han protestado por su construcción, pero depende de nosotros. Parece ser que en 2016 se levantaron una serie de observaciones, Unesco incluida. Espero que dichas salvedades ya estén corregidas. En ese sentido, México siempre tuvo muy clara las ideas de su patrimonio. Quien ha ido al bello Museo Nacional de Antropología lo entenderá. Ver a Coatlicue, Xochipili, los atlantes, una tumba maya, Xochimilco, el calendario solar, Tlaloc juntos… es demasiado y la visita es corta siempre (http://www.mna.inah.gob.mx/) Entorno a Tlaloc hay una historia que casi parece leyenda si no fuera por todos los registros audiovisuales que hay, vale la pena conocerla (https://www.youtube.com/watch?v=55Kj0V1p-Bs). Volviendo a nuestra realidad, en el Norte hay un sueño de hacer el megamuseo Moche para recopilar los datos de esta gran cultura que abarca desde Ancash hasta la zona sur de Piura. Un amigo arqueólogo proponía el valle de Chicama para ello; pero hay muchas cosas y detalles para tomar en cuenta. El museo de Pachacamac es bastante didáctico, parecido en la museografía al de Túcume: amable, didáctico, información precisa. Y como dije, obligada visita antes de ir por el espacio arqueológico. 





Para visitar el complejo monumental puedes ir en bicicleta. Ese concepto demora en ser aplicado en otros lugares arqueológicos como Chan Chan; hice este lugar con mis alumnos de colegio hace años. Si estuviera organizado sería un gancho. Hicimos el recorrido a pie. Una vez fuera del Museo, nos dirigimos al complejo de adobes Lima para ver técnicas de construcción. De ahí pasamos al Acllawasi, construcción inca que era el espacio más conocido y que ha sufrido daños por los últimos desastres naturales. Sin embargo, por las explicaciones del guía (no sabía eso) este espacios ha sido casi en su totalidad reconstruido (no restaurado) y lo que vemos es una reconstrucción hipotética de este espacio. Por esa razón, este espacio ha pasado, en cierta forma, a un segundo plano. De ahí nos dirigimos a ver una pirámide, la 1, con una rampa. Estas pirámides fueron construidas por los Ychma, cultura posterior a los Wari. Pero, interesante es ver la conformación de los senderos comunicantes entre sí; como dijo el guía, se parecía a lo que uno ve en Pikillacta en Cuzco: construcción Wari, pues esa zona de Cuzco fue planificación Wari. Luego nos dirigimos a la Plaza de los Peregrinos la cual, según contaba nuestro guía, era un sitio de preparación y purificación para los viajeros que llegaban a visitar a este poderoso dios de la tierra (Señor de los Temblores cuzqueño o Señor de los Milagros en el sincretismo cristiano) a su santuario y cuyo ídolo de madera con incrustaciones se halla en el Museo. Desde ahí nos íbamos a dirigir a la cima. En cierta forma, el paisaje asemeja a la Fortaleza de Paramonga, que se halla casi a orillas del río Fortaleza. Volviendo a nuestra ubicación, desde esta plaza se ve el Cementerio Max Uhle, de origen Wari, estudiado por este científico alemán. También se puede ver el armazón que protege al Templo Pintado, el cual se vio bastante deteriorado por la erosión y el clima, sus colores originales se han ido perdiendo por lo que se hace necesario una intervención (lo mismo pasa con los frisos cromáticos de las huacas del Norte, una vez descubiertas son bellas y brillante, luego se “destiñen”). Luego iniciamos nuestro ascenso. Orietta y el enamorado de Peque decidieron quedarse en la Plaza a esperar nuestra locura turística. Pero la visita bien valió la pena. La vista desde el Templo del Sol es bella: Mamacona, las islas, el océano, el sitio arqueológico en su grandeza, la fea ciudad que ya invade sus espacios y las industrias de cemento que no se hallan lejos de ahí. Las islas que se ven frente a Pachacamac fueron la fuente de una leyenda de Cuniyara y Cuvillaqa. He aquí un video (https://www.youtube.com/watch?v=MXeMfJKrmbU). Aquí otra versión de tradición oral (https://www.youtube.com/watch?v=s6KfiWBwG1s). Esta zona fue construcción Ychma, pero fue sometida por los Inca en 1470 aprox. Hay varias paredes reconstruidas del monumento, aunque aún se observan rastros de pintura mural roja. Nuestro guía nos acompañó hasta la zona de las hornacinas que dan frente al mar. Dimos vuelta al edificio y nos fuimos a recoger a Orietta y amigo.







La idea de ir a almorzar al restaurante Tierra Santa en Miraflores fue aceptada por todos. Después de un largo periplo que me permitía recordar lugares como Villa y Chorrillos, llegamos a Miraflores. Dejamos el auto y nos fuimos al almorzar. Como siempre, todo fue generoso con comida que me hace recordar mis meses en Israel: humus, falafel, hina, baclaba, ummm. Una vez concluida nuestro opíparo almuerzo, nos fuimos a ver libros: quería comprar el libro Viaje al fin de la noche de Céline. El libro no fue encontrado, pero encontré otros dos que me simpatizaron: Libro del desasosiego de Fernando Pessoa y El móvil de Javier Cercas. En el camino de regreso a buscar el auto en el Parque Kennedy nos encontramos con un buen amigo, el rabino Bronstein. Como de costumbre, hablamos de ópera y comentaron al respecto Orietta y Maria. Una buena despedida para ir en busca del auto. Habíamos quedado con un buen grupo de amigos de la PUCP vernos en La Noche de Barranco a las 8 pm. Había olvidado las distancias y el tráfico. Regresar a casa nos tomó casi una hora. Era ducharse, cambiarse de ropa y salir casi después de nuestra llegada para ir a Barranco. El encuentro fue genial. Había sido cumpleaños de Laura Moscol el día anterior y lo celebrábamos el sábado 16. Gran reunión. Llegamos a casi las 3 de la mañana a casa. Ya domingo 17.