Los que ya pasamos de los 60,
recordaremos algunas celebraciones importantes que hubo para la conmemoración
del sesquicentenario de la Independencia del Perú, la cual se extendió desde
1970 y culminó en 1974, con la inauguración del gran obelisco de 44 metros en
la Pampa de la Quinua en Ayacucho, con la presencia de muchos gobernantes,
siendo el más relevante el presidente de Venezuela, ya que dicho monumento se
construyó con aportes de ese gobierno. Los 44 metros simbolizan los 44 años que
le tomó a nuestro país, desde la revolución de Túpac Amaru II en 1780 hasta la
batalla de Ayacucho en 1824, para lograr su independencia política de España.
En 1971, hubo una serie de conmemoraciones académicas, culturales, artísticas y
urbanísticas. Se preparó una extensa investigación, ordenada en tomos, sobre la
independencia de nuestro país dirigida por historiadores, sociólogos, juristas,
antropólogos y demás académicos, y se revitalizó la figura olvidada de Túpac
Amaru II. Varios monumentos se edificaron en diversas partes, siendo los más
notables el obelisco en homenaje a la expedición libertadora de San Martín de
1820, erigido como una vela en Paracas; y el parque de Matamula, que se
convirtió en el Parque de los Héroes de la Independencia, amenazado en la
actualidad por la reducción de sus áreas verdes; y el mencionado obelisco
construido en Ayacucho.
Ni qué decir del Centenario
que le correspondió a Augusto B. Leguía y que fue una muestra interesante del
agradecimiento de muchas colonias extranjeras residentes en Lima: la estatua de
Manco Cápac fue regalo de la colonia japonesa; la torre del reloj del Parque
Universitario, de la alemana; el Museo de Arte Italiano de la referida colonia;
el arco morisco que daba inicio a la av. Arequipa (hoy demolido), de la
española; el complejo del Estadio Nacional, de la británica; la Plaza Francia,
de la referida colonia; también lo hicieron la belga, la norteamericana, la ecuatoriana,
la china y la argentina. Todas embellecen Lima.
La Comisión del Bicentenario
nacional ya está trabajando en diversas partes del Perú y proyecta construir
algunas obras relevantes; en sus planes está recuperar la belleza original de los
grandes regalos a nuestra patria; pero también hacer museos, colegios
emblemáticos, ciudades culturales, actividades integradoras y que reduzcan la
brecha social, cultural y económica.
Nuestro Bicentenario ya está
aquí. No se ha preparado una obra notable para fecha tan importante. No hay
obras emblemáticas que nos distinga como ciudad bicentenaria. Quizás haber
pensado en un plan integral de saneamiento (sistema de drenaje, agua y desagüe
global y articulado) que hubiera hecho a nuestra ciudad un modelo en el país
hubiese sido lo ideal, pero hubieran empezado tras el desastre del Niño 98-99
que inundó la ciudad de cadáveres y ataúdes de Mampuesto. Nunca hubo intención
de hacer una gran obra que hubiera sido, ahora, el mejor emblema de Trujillo.