14 de julio de 1789. La
toma de la Bastilla. Este incidente cambió la historia de la humanidad. La
sociedad francesa, estratificada de manera inamovible y por derecho divino,
había entrado en una fase de no retorno. Entre la nobleza francesa y el pueblo
llano había crecido una brecha insalvable, con derechos incuestionables y, para
la actualidad, inauditos adquiridos por aquella desde el medioevo. Muchos de
estos derechos rayaban con el absurdo y eran validados solo por la idea de que
su estatus era certificado por la iglesia de entonces. La educación y la difusión
de ideas fueron las principales herramientas que permitieron este vuelco en la
humanidad. Las ideas de los hombres y mujeres del Siglo de las Luces comenzaron
a calar en una sociedad insatisfecha y harta de vejámenes tolerados por un
sistema legal inalterable; las ideas se expandieron como pólvora, no solo en
Europa, sino en las colonias americanas que estaban bajo el yugo español. Los
poderosos conceptos generados por pensadores sociales y filósofos como Rousseau
o Voltaire habían rendido su fruto con la independencia de los Estados Unidos y se expandían como un rayo entre los intelectuales de las entonces inquietas
colonias americanas. La nueva Constitución del nuevo Estado francés desafiaba
los arcaicos conceptos de la persona y ciudadano. La base de la nueva república
se asentaba en tres palabras: libertad, igualdad y fraternidad.
230 años después, muchas de
las ideas engendradas en esta revolución movilizan a la humanidad en general.
La libertad de todo tipo es el punto de partida de muchas sociedades y es
apreciada y defendida, incluso, de manera constitucional en todo país
civilizado y grupo humano que espera que esta no quede como una palabra cargada
de buenas intenciones, sino una entelequia a la cual aspiran todos los hombres
del planeta. La igualdad acompaña innegablemente a la libertad. No una
igualdad abstracta, sino una que permita a toda persona tener acceso a todo
aquello que el derecho le confiere: la salud, educación, alimentación y
seguridad. Y todo esto se logra cuando se ve al próximo como un integrante de
la gran familia que es la humanidad: la fraternidad. Sin embargo, si vemos los
momentos por los que atraviesa nuestro país, estas tres grandes ideas están
ausentes en muchos espacios y momentos de nuestra sociedad. La corrupción
política y económica son algunas de las causales de su impedimento; pues, a causa
de estas, se les niega a muchos ciudadanos una vida mejor en salud, en
educación, en una sociedad que luche por la equidad. Están también las
reivindicaciones de muchos peruanos y peruanas marginados por diversas razones:
sociales, culturales, raciales, lingüísticas, religiosas, opciones sexuales. Un
gran abanico de injusticias por no tratar al otro con sentido de igualdad y no
respetando su libertad.
Pero, la ola que desató
Francia ese 14 de julio es bastante difícil que se detenga. Y esperemos que así
sea.