Lo que nadie se esperaba ha sucedido: las elecciones
estadounidenses de este último martes tiró por los suelos una visión cándida que
suele ser construida en los medios de comunicación sobre la sociedad
norteamericana, tratando de apelar al respeto de los DDHH y a una serie de
valores que han tratado de caracterizar a los Estados Unidos en las últimas
décadas desde la derrota de Vietnam.
Muchas ventanas inciertas se están abriendo y se abrirán una
vez que Trump tome el mando en enero del 2017. Cierto es que muchas de sus
propuestas tendrán que pasar por aprobación senatorial de por medio, pero son
aquellas por las cuales el electorado norteamericano le ha dado su respaldo,
habida cuenta que las cámaras tienen también mayoría republicana y tienen que
“atender” a su electorado. Y está en la obligación, en cierta manera, de
cumplir con ello. Lo que la política norteamericana estuvo tratando de
reconstruir en estos últimos años en relación con el mundo en general y con el latinoamericano
en especial, ha entrado en un balance bastante peligroso cuyas consecuencias no
se han previsto del todo. Países como México y Cuba están en vilo por lo que
este nuevo Presidente decida una vez instalado en la Casa Blanca. Florida, una
zona bastante sensible con el tema cubano, ha dado las espaldas a los
demócratas por los avances hechos con Obama en cuanto al asunto de la isla; y
México quizá sea el país más afectado en
muchos aspectos: desde su psique nacional al haberlos tratado casi como una
fuente de zánganos, ladrones y narcotraficantes para justificar la construcción
de un vergonzoso muro; hasta la posible revisión del NAFTA, un tratado
comercial que trajo muchos dolores de cabeza a la población mexicana al
transformar su economía para adecuarla a las exigencias de su gran vecino y que
fue una de las principales causantes del famoso Efecto Tequila de 1994. El
espíritu proteccionista de Trump, apoyado por los pequeños agricultores de su
país, generará grandes problemas a los numerosos TLC, incluido el nuestro. Esta
suerte de Alianza para el Progreso económica empresarial de los 90 (los inició
Chile en 1994) y la primera década de este siglo fue una estratagema empleada
por los gobiernos de entonces con el fin de romper los posibles bloques
económicos que podrían surgir para negociar con los países ricos como EE.UU.
Toledo hizo la gestión y la concluyó AGP en el 2007 con bombos y platillos.
Ahora bien, muchos analistas aseguran que Trump, hombre pragmático, los respetará.
Pero la ira de un electorado que ve con malos ojos estos tratados tendrá que
ser sopesada. Y la política de migración tendrá un vuelco impredecible, pero
que se piensa en resultados bastante lamentables.
En realidad lo que hemos visto en los últimos
tiempos ha sido más una careta o un buen maquillaje que ha terminado de desdibujarse
con estos resultados de una sociedad que tiene fuertes demonios y halló en
Trump su válvula de escape.