En 1994, gracias a una beca
otorgada por la organización AFS Dinamarca, estuve trabajando en un colegio
durante una breve temporada en una pequeña isla al sur de Suecia llamada
Bornholm. Visitando el lugar con mis amigos, me enseñaron un pequeño bosque que
era lo único original que quedaba de una otrora zona boscosa que fue
paulatinamente arrasado desde el medioevo. Ese bosque es en la actualidad una
zona intangible. Los avances de la civilización europea arrasaron con bosques y
otras áreas, sea para ganar espacios agrícolas, expansión de ciudades, la
explotación minera indiscriminada o por las terribles guerras mundiales que destruyeron
muchos en diversos países del viejo continente; todo esto ha hecho que los
europeos sean bastantes sensibles con este tema. Los incendios de sus bosques
en los cada vez más cálidos veranos en países tan distantes como Rusia,
Portugal o España son un gran motivo de preocupación. Sus bosques tienen otros
enemigos: traficantes de tierras y piromaniáticos. Los dantescos incendios
recientes de Gran Canaria en España y la Siberia en Rusia tienen aparente
origen provocado por manos criminales; estos fuegos se expanden gracias a las
sequías y las altas temperaturas de cada verano. Esto afecta también a EE.UU. y
Canadá. Sus leyes tienden a ser cada vez más drásticas ante estos hechos, pues muchos
incendios no solo destruyen áreas naturales, sino propiedades públicas y
privadas, e incluso causan daños y perjuicios a muchos ciudadanos. Los más
extremos son las pérdidas de vidas humanas, como el terrible caso en Pedragão
en el que una lengua de fuego calcinó varios autos con sus ocupantes en
cuestión de minutos. Criminales puros.
Perú y toda Latinoamérica han
sido muchas veces pasto de llamas no solo por los foráneos, sino por sus mismos
habitantes. Muchas áreas naturales han sido arrasadas no solo por la ignorancia
de pequeños agricultores, sino por mucha gente inescrupulosa, sean mineros
legales e ilegales, ganaderos, agricultores, traficantes de terrenos, entre
otras personas a las cuales la preocupación por lo social los tiene sin
cuidado. Tratan al patrimonio natural como al cultural de la misma manera: una
zona protegida es un gran estorbo para sus apetitos económicos, como lo puede
ser un área arqueológica intangible. En una oportunidad oí un comentario que Chan
Chan era terreno desperdiciado y que era más rentable demolerlo para hacer un
mall (ahora en decadencia, ver caso Walmart) o lotizar el terreno para
viviendas. Pero no nos asombremos de lo sucedido, pues basta ver que mucha
gente simpatiza con estas ideas e, incluso, niegan que estos hechos causen algún
daño social o ecológico. La ignorancia es atrevida y avanza inexorable. Por
eso, no se entendería que muchos hayan puesto en el Congreso a lobistas contrarios
a propuestas socioecológicas, o que grandes países del orbe, como USA y Brasil,
hayan colocado en sus respectivas casas de gobiernos hombres hechos a la exacta medida.