Se ha dado una ordenanza
municipal que rige desde el 31 de marzo del presente año. Esta norma, la No
007-2019 – MPT, tiene por objeto prevenir, prohibir y establecer
responsabilidades y sanciones administrativas a las personas naturales o
jurídicas que prioricen y/o toleren comportamientos inapropiados y/o de índole
sexual que se realicen en espacios públicos, establecimientos comerciales, así
como en las obras de edificación ubicadas en la Provincia de Trujillo. Esta
última indicación es bastante específica, pues señala lugares en los que suelen
hallarse personas que realizan comentarios y gestos obscenos a mujeres que transitan
cerca a los mismos.
La norma, además, tipifica a
las partes involucradas, acosador y acosado(a) como “(acosador) toda persona que realiza un acto o actos de acoso sexual en
espacios públicos y (acosada) toda persona que es víctima de este tipo de acoso
en espacios denominados públicos”. También se especifica lo que se
considera esta modalidad de acoso como “el
acto o comportamiento inapropiado y/o de índole sexual que se manifiesta en
contra de una o varias personas mediante: frases, gestos, silbidos, sonidos de
besos, tocamientos, masturbación pública, exhibicionismo, seguimiento (a pie,
en auto u otras modalidades), con un manifiesto carácter sexual”.
La ordenanza corresponde a un
clamor social, sobre todo de las mujeres, que se ven amenazadas física y
psicológicamente por personas, generalmente hombres de diversas generaciones,
que las amedrentan e, incluso, amenazan sin respetar su integridad como
persona. Esto es un paso loable que, de ser correctamente implementado,
convertirán las calles de Trujillo y sus distritos en zonas más seguras. Esta
es la teoría.
Sin embargo, hay muchos
pendientes por abordar. La aplicación de esta norma debe de ir acompañada de
una intensa campaña educativa para que ambas partes entiendan lo que es un acto
de acoso. Para muchos varones y mujeres, los gestos de provocación hechos
cotidianamente en diversos espacios son entendidos como formas de juego y hasta
de cortejo toleradas por nuestra sociedad. Son alimentados por formas
educativas del hogar que validan signos de masculinidad (tener muchas
“hembritas”) y feminidad (la princesita inútil). Estas formas son alentadas por
padres y madres. Haciendo algunas comparaciones, el mismo acoso que sufre un
niño o adolescente en una aula o colegio no es del todo comprendido por muchos
padres que terminan justificando al acosador y menospreciando al acosado, como
una persona débil e incapaz de poder defenderse. No se entiende el límite entre
los juegos y el abuso, entre el lenguaje juvenil de “patas” y la agresión
verbal. De no controlar y/o modular estas conductas terminamos acogiendo a un
abusivo más y, en el caso de los acosadores sexuales, en candidatos de
feminicidios ya tan frecuentes en nuestra sociedad.
En el Currículo Nacional, la
necesidad del respeto por el otro en el marco de la Igualdad de Género ha
hallado más críticas que una forma interesante de empoderar a diversos actores
sociales que han callado por años en su condición de mantener modelos y
arquetipos alimentados por la educación, las reglas sociales, culturales,
religiosas e incluso legales. La forma cómo la sociedad trata aún a las mujeres
violadas es una muestra de ello y el aparato judicial, empezando desde el
sistema policial, nos da claras evidencias de los prejuicios con los que irá a
lidiar claramente esta norma. El reclamo de las mujeres que pueden sufrir algún
tipo de acoso puede ser libremente interpretado por una autoridad que, según su
parecer, no se encuentra frente a un caso de estos. La educación debe de dar un
vuelco para empoderar a las niñas y mujeres que conozcan desde su cuerpo hasta
los derechos inherentes y sociales que les pertenecen.
Y, por otro lado, sí debe de
ser manejado este tema con mucha claridad por parte de las autoridades y de
todos aquellos comprometidos en el discernimiento de evidencias y juicios al
respecto. Ya se está viendo cómo muchas personas inescrupulosas han hallado en
la aplicación de muchas leyes, más que el sentido de las mismas, la forma de
generar lucro y ganancia personal: se ha visto esto en instituciones educativas
u otras de servicios que buscan las sinrazones para obtener pingües ganancias. Casos
absurdos han sido documentados como el de una mujer blanca supuestamente
“manoseada” por un niño blanco o el de una mujer que denunció al hombre que la
había salvado por haberla tocado cuando se estaba ahogando. Tenemos un largo
camino por recorrer.